Pedaladas viii 2020

Por Jesusfidelis

 Entramos como un eterno príncipe heredero a este otoño terrible del 2.020. Más bien que mal, visto lo visto, hemos pasado el verano, acudiendo a destinos de playa, que no de relax, apenas unas semanas antes de que la segunda ola vírica nos alcanzase. De nuevo vivimos confinamiento, aunque esta vez selectivos, mascarillas, prohibición de reuniones de más de una cierta cantidad de gente, miedo al contagio y reducción o eliminación, en ocasiones, de toda vida social y de ocio nocturno. 

Intentamos, como hormiguitas, hacer acopio de exiguos ahorros en la cuenta; lo salvado de la debacle de las vacaciones, esperando de un momento a otro el trompazo que nos dará la economía, una vez que se vea con claridad el agujero dejado tras la pandemia.

Estos días estamos viviendo el veranillo de san Miguel, después de que el fin de semana haya sido azotado son piedad por el viento del Moncayo, dejando el concepto del entretiempo a la altura del barro. Eso tiene guasa, compramos cazadoras vaqueras y de cuero ligero para esos días, que ni frío ni calor y al final la realidad se impone y hace frío o calor y las susodichas prendas quedan colgadas en el armario, esperando que el cambio climático comience a remitir y la primavera vuelva a ser primavera y el invierno invierno y no este pastiche que tenemos ahora. Algunos dicen que de estos polvos, vienen estos lodos. Pues sí, o no, qué sabe nadie.