La pràctica de la Pediatria en general, o de la Pediatria General y, también, la de la Pediatria social, se desarrollan invariablemente en el contexto de la familia. Si exceptuamos los niños sin familia y que, legalmente estan bajo alguna custodia designada, la práctica totalidad de los niños acuden a las consultas en compañía de algún miembro de la familia, mayoritariamente la madre. Por evidentes razones naturales, la práctica asistencial descansa sobre la estructura familiar. Para la obtención de información, para disponer del necesario consentimiento, implicito o explícito, y para llevar a cabo el tratamiento o recomendaciones prescritas. Sin la existencia de una estructura familiar concreta, la práctica asistencial es irrealizable. De la constitución de cada familia concreta, su competencia y su calidad dependerá definitivamente que el ejercicio asistencia cobre eficacia. Hasta desde el punto de vista administrativo, la asistencia depende de los recursos de la familia, sean de origen público o sean privados. El derecho a la asistencia que tiene cada niño sólo se puede ejercer mediatizado por la familia. O sea que la asistencia pediátrica es un asunto de familia.
En otros idiomas o culturas, la Pediatría social se reconoce como Pediatria de la Comunidad, Community Pediatrics, en la linea del proverbio africano que dice que “es preciso toda la tribu para criar un niño” que motivó a los primeros Pediatras sociales canadienses.
En este país y por razones no bien explicadas, la Pediatría social continua siendo un compromiso minoritario que profesionaliza a menos de un 1.5% de los pediatras. Lejos pues de las ideas de los pioneros en estas materias que propugnaban que la Pediatria, si no es social, no es Pediatria.
A la hora de organizar la Asistencia Primaria, pilar asistencial principal, los modelos sanitarios se basaron en la profesionalización de facultativos en Medicina Familiar y Comunitaria, actualmente el contingente más numeroso de los médicos asistenciales españoles. Una idea racional deberia contemplar que los médicos de familia atiendan conjuntos en los que existan al menos dos generaciones, para poder considerarlos “familia”. Y eso al margen de los múltiples modelos de familia existentes. Sucesivas decisiones académicas, determinaron que en la formación de los Médicos Residentes en MFyC, el espacio dedicado a la Pediatría se fuera reduciendo a un escaso 2% del periodo formativo (un mes en cuatro años), en el entendimiento que la asistencia infantil no era de su competencia. Con un més de formación dificilmente se alcanza competencia alguna. Y en consecuencia, la Asistencia Primaria Pediátrica queda reservada a los Pediatras. La bondad de esas decisiones y políticas topa con la disproporción de contingentes de profesionales, desvirtuando la realidad que lleva a que la asistencia pediátrica en amplios sectores de la población recae sobre los Médios de Familia, con el entendimiento de que, por su formación, no deben estar capacitados para realizar tal asistencia. La desproporción se acentua en diferentes espacios: zonas urbanas y zonas rurales, y en el tiempo: horarios comerciales o bien noches y fines de semana de guardia.
A ello se suman las discrepancias “ideológicas” entre la “familia” de los Pediatras y la “familia” de los Médicos de Familia, situación bien trufada de corporativismos diversos que hace difícil encontrar soluciones racionales y de eficacia. Y a un debate que, desde aquí, dejamos abierto a quienes se vean con ánimos de iniciarlo.
Pero cualquiera que fuese la aproximación a la materia, lo cierto es que, y al menos en la práctica actual, lo que no parece tenerse en cuenta es, precisamente , que la asistencia infantil es “un asunto de familia“. Y eso es lo que debe tenerse presente.
X. Allué (Editor)