Por Luciano Andrés Valencia (valencialuciano@gmail.com)
El peruano Pedro Eleodoro Paulet Mostajo fue un precursor de la ingeniería espacial al descubrir las ventajas del combustible líquido en la propulsión de cohetes y diseñar un motor que funcionaba con este sistema.
Nacido en Tiabaya, cerca de Arequipa (ubicada en la Provincia y el Departamento homónimos, considerada la “capital Jurídica” del Perú), el 2 de julio de 1874, en una familia mestiza formada por Pedro Paulet y Antonina Mostajo y Quiroz. Cuando solo contaba con 3 años falleció su padre. Tras esto su madre decidió mudarse con su familia a Arequipa. Su primo Francisco Montajo –que más tarde sería un reconocido político- fue su compañero de juegos en la infancia.
Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio francés de los padres lazaristas donde fue un estudiante activo, destacado en las ciencias y apasionado por el arte. Sería un sacerdote francés llamado Hipót Duhamel el que, sin intención, convirtió al pequeño Pedro en un apasionado por el espacio cuando llevó a Arequipa varias cajas de libros, entre los que se encontraban las novelas de Jules Verné. Duhamel era maestro de Paulet y fue quien le entregó el ejemplar de la obra De la Tierra a la Luna (De la Terre à la Lune trajet direct en 97 heures, 1866), con la que pronto se obsesionaría.
Según su hija Megan Paulet Wilquet: “Desde la primera infancia, Pedro Paulet mostró pasión por alcanzar las estrellas. Con sus primitivos modelos de cohetes, inspirados en los fuegos artificiales de la ciudad, toda su infancia fue una colección de anécdotas sobre su curiosidad por el descubrimiento y la creación científica; curiosidad que a menudo lo llevó a experimentos arriesgados”.
Según el jurista y escritor Víctor Andrés Belaunde, quién fue su compañero en la escuela, sus cohetes y experimentos se caracterizaban por gran rigor en la realización de los cálculos. Sus primeros cohetes eran de canuto de carrizo ligados con cañas y ataba piedras o pedazos de metal a las guías para calcular el peso. Para probar el efecto de los viajes espaciales en los seres vivos incluyó roedores en la tripulación de los cohetes, aunque cuidando que no sufrieran daño. Los explosivos los obtenía de los sobrantes de los fuegos artificiales. El temor de los vecinos a un accidente o incendio provocó que debiera hacer sus experimentos fuera de la ciudad. Con la ayuda de pirotécnicos locales consiguió cámaras más grandes y cohetes de mayor altitud.
También solía ir a la estación de tren para tratar de aprender sobre el funcionamiento de los motores del ferrocarril.
Pese a provenir de una familia de bajos recursos, en 1892 pudo comenzar a cursar en la Universidad San Agustín de Arequipa, gracias a que el rector le hizo rendir examen ante un tribunal para que pudiera ser becado. En 1894 se graduó de Bachiller en Letras y Ciencias. En los dos años que permaneció en la Universidad fundó una Sociedad Patriótica y un Centro de Artes, y obtuvo premios por sus dibujos y esculturas. Paulet no concebía a las ciencias duras y a las humanidades como disciplinas que debieran estar separadas, algo que respetó durante toda su vida.
En 1893 falleció su madre.
En 1894 el gobierno del presidente Remigio Morales Bermúdez (1890-1894), gracias a las gestiones del padre Duhamel, le entregó una beca para estudiar en Europa en reconocimiento por su “excelencia académica”. Comenzó a cursar Ingeniería y Arquitectura en la Universidad de la Sorbonne, y también se matriculó en la Escuela de Bellas Artes y Artes Decorativas. Como las becas de entonces duraban muy poco, debió terminar de costear sus estudios trabajando como periodista y corresponsal de prensa.
Mientras cursaba estas carreras, asistió a conferencias públicas de química a cargo del profesor Marcelin Berthelot –especialista en explosivos- en el College de France. Luego, en 1898, decidió inscribirse en el Instituto de Química Aplicada de la Universidad de París para estudiar Ingeniería Química con Berthelot.
En una entrevista para el diario La Crónica (Argentina), del 18 de abril de 1944 –citada por Madueño Paulet Vázquez-, recordaría que “en el Instituto me atrajo principalmente el trabajo de Berthelot, sobre las fuerzas de los materiales explosivos. No podía entender por qué su libro no aparece en cada biblioteca técnica”.
En 1901 se graduó con la más alta distinción. A lo largo de su vida se dedicaría a disciplinas tan dispares como arquitectura, ingeniería, mecánica, química, economía, geografía, turismo, escultura, literatura, política y periodismo.
Estaba convencido de que “no hay límites para el crecimiento” y que “el progreso no consiste en unir los procesos de la naturaleza, sino en superarlos”, ya que si para volar nos limitamos a imitar a las aves nunca podremos superar la gravedad terrestre.
Siendo aún estudiante, comenzó a diseñar aquello que había soñado de niño: cohetes para la conquista del espacio. Su maestro Berthelot le aconsejó probar con las panclastitas, explosivos recién inventados por Eugene Turpin, como combustible para sus motores. También consultó a otras personalidades científicas de la época como el químico y mineralogista Charles Friedel, y el matrimonio formado por Pierre Curie y Marie Sklodowska, ganadores del Premio Nobel de Física en 1903 junto con Henri Becquerel por haber descubierto el radio y el polonio.
Paulet concluyó que el peróxido de nitrógeno y la gasolina que lo componían eran los propelentes ideales para su motor. En 1895, cuando apenas llevaba un año en la carrera de Ingeniería Química y contaba con 21 años de edad, presentó su primer invento: el “Motor Paulet”. Se trataba de un artefacto de 2,5 kg de peso, con un empuje de 200 libras y que experimentaba 300 explosiones por minuto.
Paulet concebía a este motor como un artefacto capaz de impulsar una nave con rumbo al espacio exterior. Dicha nave sería presentada unos años después.
En una extensa -y famosa- carta al diario peruano El Comercio del 25 de agosto de 1927 –aunque el diario la publicaría recién en octubre de ese año- explicaba los puntos esenciales de su invento:
“Mis experiencias más definitivas fueron hechas con cohetes de acero vanadiado -entonces una novedad- y con las panclastitas que acababa de inventar Turpin, el autor de la melinita. En la parte superior de este cohete metálico, con interior cónico y que medía unos 10 cms. de alto por 10 cms. de diámetro en la base abierta, se introducía por conductos opuestos y provistos de válvulas con resortes, el vapor de peróxido de ázoe, por un lado, y la bencina de petróleo, por otro. La chispa eléctrica de una bujía parecida a la de los automóviles y colocada a media altura en el interior del cohete determinaba la explosión.
Por otra parte, para efectuar las experiencias preliminares el cohete provisto de anillos exteriores de largos tubos flexibles que unían sus mencionados conductos a los depósitos del peróxido de ázoe y de la bencina y de un conductor de la bujía a la toma de corriente podía ascender entre dos tensos alambres paralelos y verticales, entre cuya parte alta se instaló un fuerte dinamómetro a resorte que, soportando la presión del cohete en ejercicio, podía medir aproximadamente su fuerza ascensional.
Los resultados de tales experiencias fueron de lo más satisfactorios. Un solo cohete de 2 kilos y medio de peso y con unas 300 explosiones por minuto no sólo pudo mantenerse en constante empuje contra el dinamómetro, que llegó a marcar hasta 90 kilos de presión, sino que funcionó, sin deformarse notablemente, cerca de una hora. En tales condiciones no era, pues, aventurado prever que disponiendo de dos baterías con mil cohetes cada una, para accionar una mientras la otra descansaba, habría sido posible levantar varias toneladas”.
Pese al poco reconocimiento que ha tenido, a Paulet debemos darle el crédito de haber inventado el primer cohete bi-propulsor, en donde el oxidante y el hidrocarburo están en tanques separados, y solo se mezclan en la cámara de combustión. Este es un antecedente de lo utilizado por las naves espaciales posteriores, con la única diferencia que el ácido nítrico reemplazó al peróxido de nitrógeno utilizado por el inventor latino.
En 1900, a poco de recibirse de Ingeniero Químico, presentó su segundo invento: la “Girándula”. Este consistía en una rueda de bicicleta, equipada con tres cohetes alimentados por tubos unidos a los radios. El combustible –una mezcla de explosivos entre los que estaba la famosa panclastita- llegaba a través de los tubos desde un tipo de carburador fijo, colocado cerca del eje, con un anillo de agujeros y una boquilla. El número de cohetes podía incrementarse según la necesidad.
Los resultados de las primeras pruebas fueron exitosos ya que la rueda pareció girar indefinidamente. Sin embargo en uno de ellos –realizado en el Hotel donde residía en el Barrio Latino- se produjo una explosión que le perforó el tímpano izquierdo, lo que años más tarde le provocaría sordera.
En la ya citada entrevista de 1944 para La Crónica, describe los pormenores del hecho:
“Un grave accidente causado por una explosión de acetona en un vaso de precipitados junto a un mechero Bunsen, alarmó al director del Instituto, el Dr. C. Charbie, quien prohibió vehementemente el manejo de explosivos en los laboratorios, que luego se ubicaron en modestas instalaciones cerca de los Jardines de Luxemburgo, en París. Como no pude continuar estos experimentos en mi hotel, menos aún, cuando la policía, debido a alguna actividad anarquista, fue desfavorable para la fabricación de explosivos, abandoné mi trabajo en el motor Girándula y sus aplicaciones posteriores”.
Paulet resultó detenido por la Policía de Paris acusado de actividades anarquistas y terroristas, pero fue liberado por la intervención de Bethelot que declaró a su favor. Allí les informaron que los experimentos con explosivos debían hacerse en laboratorios militares especializados y no en lugares residenciales. Sin embargo, como señaló años más tarde en la entrevista, su utilidad ya había sido probada, por lo que no eran necesarios más experimentos.
El diseño de la Girándula inspiró la posterior creación de las turbinas de los aviones a reacción.
En 1900 el gobierno peruano –quién lo había becado- le solicitó que se uniera al Cuerpo Diplomático. Primero fue designado Cónsul en Paris y se le encargó que representara al país en la Exposición Universal de ese año. Por su participación en esa actividad el Gobierno francés le entregó la orden de Oficial de la Instrucción Pública. Dos años después fue destinado a Amberes (Bélgica). Para entonces ya había obtenido su título universitario.
En 1902, mientras desempeñaba el nuevo cargo político, diseñó el “Avión Torpedo” o “Autobólido” –como prefería llamarlo-, el primer antecedente de una nave impulsada por cohetes. Esto fue un año antes de que los hermanos Wright hicieran volar su aeroplano.
El diseño de la nave de Paulet se basaba en principios completamente nuevos: “no se trata de «atraer» el aire, sino de «empujar» el aire con cohetes. La nave con la que alcanzaremos el espacio tendrá que ser de forma aerodinámica”, diría en una entrevista. Por ello carecía de hélice y elementos de planeador –inútiles en el vacío del espacio-, y el diseño de la cabina era esférico, por considerar que era la forma geométrica más resistente a las presiones externas y porque permite una completa libertad de movimiento al astronauta en su interior. Además había incluido paredes térmicas y la producción de electricidad para el instrumental por medio de baterías termoeléctricas. Solía decir que la forma de su avión más que “aerodinámico” era “astrodinámico”.
Para Paulet, una nave perfecta debe contar con cinco condiciones: “debería: 1º elevarse verticalmente; 2º detenerse en cualquier punto de la atmósfera; 3º poder volar a más de 20,000 metros de altura; 4º poseer un exterior indeformable por los agentes atmosféricos y un interior confortable para un gran número de pasajeros y un gran peso de mercancías; y 5º descender verticalmente” (carta a El Comercio del 25 de agosto de 1927).
Para mejorar sus inventos se dedicó a estudiar el desplazamiento del calamar, lo que le dio la idea de la masa química para la propulsión a chorro. Muchas décadas después, la NASA supo aprovechar estos descubrimientos para la propulsión de cohetes y en 1974, al cumplirse 100 años del natalicio de Paulet, la Oficina de Correos de los Estados Unidos emitió un sello postal con el diseño del calamar y el logo de la agencia espacial.
Paulet quería una nave que no solo fuera capaz de volar en el aire y en el vacío del espacio, sino que también fuera capaz de sumergirse. Un vehículo así sería propuesto posteriormente por Jules Verné en la novela El Dueño del Mundo (Maître du Munde, 1904). Curiosamente, Paulet se interesó por la exploración espacial gracias a una novela de Verné, pero se adelantaría a este en uno de sus inventos.
También llegó a proponer que en el futuro se podría utilizar la energía nuclear como combustible para aeronaves: “Verdad es que aún no sabemos utilizar la energía mecánica del radium como la del petróleo. Pero, no se necesita tanto para poder viajar modestamente de Europa a Lima en un par de horas” (carta a El Comercio del 25 de agosto de 1927).
Pese a todo esto, los aviones de hélice, a los que Paulet consideraba “cometas automotrices” de pobre rendimiento, se impusieron a los de motor en los primeros años del siglo XX.
En los años siguientes Paulet dejaría de lado sus inventos para asumir una serie de obligaciones que le encomendó el Gobierno peruano. Entre otras cosas, le pidieron que evaluara la viabilidad de aplicar telegrafía inalámbrica en el Océano Pacífico, y es sobre la base de su investigación que se instaló un sistema telegráfico en el Perú.
En 1904, Paulet regresó al país a pedido del presidente José Pardo y Barreda (1904-1909) para asumir la fundación y dirección de la Escuela de Artes y Oficios (hoy Instituto Superior de Tecnología “José Pardo”). Para poder concretar esta tarea estudió los planes de estudio de las principales escuelas técnicas de Europa y convocó un equipo docente formado por destacados ingenieros. La escuela contó con el mejor equipamiento y material de laboratorio del momento. Un porcentaje importante de sus estudiantes eran becados, y los seis mejores promedios de la primera graduación fueron enviados a continuar sus estudios a Europa.
Ese mismo año también se aprobó un Proyecto presentado anteriormente para fundar el Hospital Goyeneche en Arequipa.
En 1906 fundó la revista científico-cultural Ilustración Peruana, dirigida a la juventud y orientada principalmente a la ingeniería y la astronáutica. La edición del 7 de diciembre de 1910, por ejemplo, estaba dedicada a informar sobre la construcción del primer monoplano peruano, de 36 pies (alrededor de 3 metros) de envergadura, realizado en 1908 por el ingeniero Carlos Tenaud Pomar en la Escuela de Artes y Oficios. La publicación también sería un medio para reclamar al gobierno mayor financiamiento y fomento de la educación, la ciencia y la tecnología.
Entre 1906 y 1909 alternó la dirección de la Escuela y la revista, y dictó una serie de conferencia en la Sociedad de Ingenieros. En 1910 obtuvo la Medalla de Oro de la Municipalidad de Lima por haber construido las primeras viviendas obreras de la capital. También promovió la fundación en Lima de un Club de Aviación para “alentar los esfuerzos de nuestros inventores” e “inspirar a nuestros futuros aeronautas”. En 1910 participó en la creación de la Liga Nacional Pro-Aviación, dirigida por el general Pedro Muñiz, que contrató a jóvenes peruanos que habían estudiado aeronáutica e ingeniería en Europa para servir como instructores. La revista se convertiría en el órgano de difusión de las actividades del Club y de la Liga. Ésta última dio lugar al Club Aéreo Peruano, precursor de la Fuerza Aérea Peruana.
Aunque Paulet esperaba utilizar la Liga Pro-Aviación para obtener financiamiento para la construcción de su nave espacial, esto no se produjo y en 1911 decidió regresar a Europa convencido de que allí tendría mejor suerte.
En 1911 contrajo matrimonio con la belga Luisa Wilquet y hasta 1919 viviría con su familia principalmente en Paris. No obtuvo el financiamiento esperado y debió soportar la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Los primeros cinco hijos nacieron en este periodo difícil para la familia, debido a la pobreza y a la guerra. La tragedia se cebó con ellos cuando los dos niños más pequeños fallecieron por malnutrición y carencia de medicamentos. En 1920 se mudaron a Londres donde montó una fábrica de juguetes irrompibles. Según su hijo Megan, llegó a tener hasta 100 empleados y hubiera continuado en la actividad si el gobierno peruano no lo hubiera nombrado cónsul en Dresden, cargo que ocupó hasta 1924. Mientras cumplía su cargo recorrió varias naciones europeas dictando conferencias en las que pedía financiamiento para su proyecto.
En 1928 la Municipalidad de Trujillo le otorga la Medalla de Oro por su colaboración para el monumento de la Libertad erigido en esa ciudad.
Se cuenta que ese mismo año Henry Ford le ofreció 1 millón de dólares para adquirir su invento con la idea de adaptarlo para sus automóviles. Ford le sugirió que renunciara a su ciudadanía peruana y que adoptara la estadounidense para que de esta forma su invento pueda ser patentado en los Estados Unidos. Paulet no habría aceptado la oferta respondiéndole que el “Autobólido” estaba diseñado específicamente para llegar a la Luna y que deseaba que su invento fuera hecho en el Perú.
Por estos años ya había comenzado a utilizar audífonos debido a la lesión en el oído de su juventud.
En 1927, el joven norteamericano Charles Augustus Lindbergh logró volar de New York a París en treinta y tres horas y media. El austriaco Max Valier propuso un proyecto de una nave empujada por cohetes de combustible líquido para batir ese récord. Sin embargo esta nave presentaba en su diseño algunas de las condiciones cuestionadas por Paulet: tenía un ala delta pivotante con varios motores-cohete en la base lo que –para Paulet- obligaría a sus ocupantes a dar volatines al volver a la tierra.
En su carta a El Comercio, replicó al periódico la forma en que trató la noticia del vuelo intercontinental:
“En el número de su acreditado diario, correspondiente al domingo 24 de julio último, acabo de ver un largo artículo ilustrado en que se revela, como singular novedad, un sistema de navegación aérea inventado por el alemán Max Vallier, con el nombre de «buque cohete» y con el que se podría llegar a velocidad tal que Nueva York quedaría a menos de dos horas de Berlín.
El sistema de aviones-cohete es, sin embargo ya conocido en Europa, habiendo sido algo aplicado durante la guerra mundial, en diversos «torpedos aéreos». Se han publicado además a este respecto varios proyectos, especialmente en Francia, durante los últimos quince años. El buque-cohete de Vallier no es pues, sino uno de tantos aparatos ideados recientemente con más o menos acierto, como el mismo autor lo reconoce al referirse a los proyectos anteriores de Goddard, Oberth y Von Hoefls.
Pero lo que me induce a escribir la presente es hacer notar que el proyecto del avión-cohete ha sido ideado y estudiado por el suscrito HACE TREINTA AÑOS, cuando era estudiante en el Instituto de Química Aplicada en la Universidad de París. Tal proyecto mío es por tanto anterior a la construcción de los modernos aeroplanos, porque los primeros tímidos vuelos de los hermanos Wright, en el campo de Auvours sólo se efectuaron en 1908”.
Más adelante aclara que:
“Aun cuando no tengo noticia de que alguien se haya ocupado, antes de mí, del avión-cohete, no pretendo reivindicar la paternidad de ese invento, porque, como todo proyecto, no vale sino por su realización, el inventor del avión-cohete será el primero que logre volar un aparato impulsado por cohetes. No es, pues, tanto para hacer notar que el proyecto del alemán (en realidad austríaco) Vallier ha sido precedido, treinta años antes y aún tal vez con experiencias más concluyentes, por el de un peruano, cuanto para llamar la atención de los técnicos de inventores de nuestro país sobre este importante asunto, es que me permito escribir la presente. En efecto, lo que por desgraciadas circunstancias no he podido lograr, bien puede obtenerlo, para gloria y provecho del Perú, algún otro compatriota mejor provisto. Lo necesario es que precise bien el problema y que utilice adecuadamente los elementos cada vez mejores que brinda la técnica moderna”.
Posteriormente, Paulet tradujo esta carta al alemán a fin interesar a varios científicos de Europa del Este. El rumano radicado en Alemania Hermann Oberth, presidente de la Verein für Raumschiffahrt (VFR, Sociedad para los Vuelos espaciales) había presentado en 1922 su tesis Los cohetes hacia el espacio interplanetario (Die Rakete zu den Planetenräumen) que los viajes al espacio serían posibles con motores de combustible líquido. Valier, por su parte, había publicado El Avance en el Espacio (Der Vorstoß in den Weltenraum, 1925) para difundir las ideas de Oberth. El ingeniero austríaco viajó a Alemania para dar conferencias y buscar fondos para construir su aeronave. Finalmente encontró un financista: el fabricante de autos Opel. El 15 de marzo de 1928, Opel y Valier presentaron el Opel Rak I, un auto que funcionaba a pólvora negra, un combustible sólido. Ese mismo día, Valier escribió en Die Rakete (El Cohete), el boletín de la VFR, que el motor de Paulet era de “asombrosa potencia”.
Posteriormente, Valier reconoce que “el trabajo de Paulet es aún más importante [que los intentos anteriores] para el proyecto actual del desarrollo de una nave espacial; ha demostrado por primera vez que es posible, el uso de combustibles líquidos, para la construcción de un motor de cohete que se queme durante una hora”.
En 1929, entró a la VFR un adolescente montado en una patineta con motores para imitar a Valier, por lo que resultó detenido. Este joven era nada menos que Wernher von Braun, más tarde el científico que diseñaría misiles para el régimen nazi y –una vez terminada la guerra- se radicaría en Estados Unidos llegando a dirigir el programa Saturno V que llevó el Apolo 11 a la Luna.
Por este entonces se produjo la ruptura de Paulet con Valier y la VFR. Las causas son motivo de discusión, pero se dice que estos últimos querían utilizar sus inventos para el diseño de misiles. En 1929, Valier construyó un motor de combustible líquido pero su auto no corrió muy veloz. Paulet habría mantenido en secreto la fórmula de su combustible, acaso para que no lo usaran como arma. Valier siguió experimentando, pero uno de sus cohetes le explotó provocándole la muerte en 1930. Su asistente, Arthur Rudolph, perfeccionó el motor y en pocos años sería de los científicos que secundaron a Von Braun en el desarrollo de los misiles V-2 para el régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial. Parece que los temores del inventor latinoamericano no eran infundados.
En 1929 fue nombrado Cónsul en Rotterdam –previamente lo había sido en Oslo-. Estando en la ciudad neerlandesa buscó la colaboración de conocidos ingenieros, como Hans Doerr y Philip, para mejorar su motor. Vemos que su carrera diplomática no fue un impedimento para la continuación de sus proyectos científicos.
En 1930 escribió el Proyecto para la edificación de la monumental Iglesia a Santa Rosa de Lima en el Cerro San Cristóbal, y otro para la Urbanización de la zona norte de Lima. También participó en el Congreso sobre Edificaciones Rurales en Liege (Bélgica) donde propuso un sistema termoeléctrico de energía para las viviendas que permitiera un “medio ambiente habitable” sin la necesidad de utilizar iluminación, calefacción y energía costosa –sistema que también pensaba utilizar en sus vehículos espaciales-. Este proyecto sería plasmado después en un escrito realizado en 1943.
En 1931 ideó un sistema de pared termoeléctrica que produce electricidad en pleno vuelo.
En 1932 fue nombrado cónsul Yokohama (Japón). Durante su estadía asiática escribió El Japón Moderno y sus bases económicas –donde proponía mejorar los intercambios comerciales a través del Océano Pacífico- y la Guía Turística de Yokohama y sus alrededores. En 1934 fue delegado del Perú en el XV Congreso Internacional de la Cruz Roja en Tokio.
Para 1935 retornó al Perú después de 25 años para crear y dirigir el Departamento Comercial de la Cancillería. Durante su gestión publicó numerosos artículos económicos basados en sus conocimientos de Europa y Asia, y se comenzó a editar la revista bilingüe
Informaciones Comerciales, Económicas y Financieras del Perú, en donde se publicaban investigaciones sobre el uso de los recursos naturales, intercambio comercial y turismo.
En 1936 entregó la documentación completa de sus trabajos, incluyendo diagramas y escritos originales a la Embajada británica en Lima, ya que le prometieron que su proyecto sería enviado a Londres para ser estudiado. Sin embargo, Paulet jamás recibió respuesta. En 1944 el británico Frank Witlie volaría un avión inspirado en los diseños de Paulet lo que demostró que sus ideas estaban en lo cierto, pero nunca recibió el reconocimiento por las mismas.
En 1941 aceptaría su último puesto diplomático como Consejero General de la Embajada del Perú en Buenos Aires. Gracias a sus gestiones se fundó en 1944 la Cámara de Comercio Peruano-Argentina. Ese mismo año propuso al gobierno militar argentino la creación de una Industria Aeronáutica Sudamericana. Ya no pensaba su invento como un logro nacional sino continental.
Por estas fechas el diario La Crónica le realizaría una entrevista que, junto con la carta a El Comercio de 1927, constituyen las dos fuentes más importantes para conocer el desarrollo de sus inventos.
Durante décadas no dejó de insistir y buscar apoyo para lograr que su país y Latinoamérica se convirtieran en pioneras de la exploración espacial. Su obstinación la explicaba con la siguiente frase: “los arequipeños no le tienen miedo al fuego o a las explosiones”.
El 30 de enero de 1945 recibió una carta desde Lima. Lo leyó ansioso esperando que se tratara del tan esperado ascenso que había solicitado. Sin embargo el comunicado le informaba de su jubilación por haber pasado los 70 años y cumplido los 45 de servicio. Según su hija Megan, su corazón –ya debilitado por la noticia del vuelo de Witlie- no pudo soportarlo y murió ese mismo día, en la ciudad de Buenos Aires.
Unos meses después de su muerte, terminó la Segunda Guerra Mundial. En las semanas siguientes se dio una lucha entre los ganadores de la contienda -Estados Unidos y la Unión Soviética- para capturar a científicos y material militar de la derrotada Alemania. Uno de estos científicos sería Wernher Von Braun. La carrera espacial comenzaría apenas terminada la guerra.
Los inventos de Pedro Paulet sirvieron a otros precursores de la astronáutica como el ruso-soviético Konstantín Tsiolkovski, el estadounidense Robert Goddard y el rumano Hermann Oberth. Hoy los cuatro son considerados como los “Precursores dela Conquista del Espacio”.
Pero quién más reconoció su obra fue Wernher von Braun, que en su Historia Mundial de la Astronáutica –escrita en coautoría con Frederick Ordway-, recuerda que: “Pedro Paulet estaba en París en esos años (1900), experimentando con su pequeño motor de dos kilogramos y medio, y alcanzó 100 kg de fuerza. Por este acto, Paulet debería ser considerado el pionero del motor de propulsión de combustible líquido”. Además, en su Historia de los cohetes y los viajes espaciales, von Braun reconoce que “por sus esfuerzos, Paulet ayudó al hombre a llegar a la Luna”.
Una biografía fue publicada por su hija Megan Paulet Wilquet: Pedro Paulet, padre de la astronáutica (1988) y otra por su sobrina Sara Maureño Paulet Vázquez para la revista 21º Century, que fue utilizada en gran parte para este trabajo. También hay numerosos documentales y películas sobre su vida.
En su honor se celebra el 2 de julio como “Día Nacional de la Aeronáutica” en Perú, donde es considerado “el mayor inventor de todos los tiempos”. En el Smithsonian National Air and Space Museum, de Washington DC, hay una pequeña placa en honor a su memoria “como uno de los padres de la aeronáutica”. En el Museo de Aeronáutica, localizado en la Base Las Palmas de la Fuerza Aérea peruana en Lima, se encuentra el “Salón Pedro Paulet”, en donde se exhiben los originales y los modelos a escala de sus inventos.
El 27 de diciembre de 2006 la Fuerza Aérea y la Comisión Nacional de Investigación de Desarrollo Aeroespacial (CONIDA) del Perú lanzaron el Cohete Paulet I, que alcanzó una altura de 45 km. Fue el primer intento peruano de alcanzar el espacio, como lo había soñado un joven arequipeño a fines del siglo XIX.
Bibliografía:
- Boris, Miranda; “Pedro Paulet, el peruano que se convirtió en el padre de la astronáutica inspirado por un libro de Julio Verne”, BBC News, https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-38197437, 2 de julio de 2019.
- Casado, Javier; Rumbo al Cosmos: los secretos de la astronáutica, edición del autor, 2011.
- Gagliardi Corpancho, Oscar; Pedro Paulet Mortajo: pionera de la astronáutica mundial, http://www.incaland.com/PedroPaulet, consultado en marzo de 2020.
- Hombres de Bronce: Pedro Paulet, documental.
- Madueño Paulet de Vazquez, Sara; “Pedro Paulet: peruvian space and rocket pionner”, 21º Century. Science and technology Magazine, número de Invierno 2000-2001.
- Paulet, Pedro; “Carta a El Comercio sobre el Avión Torpedo del 25 de agosto de 1927”, https://www.esmiperu.com/2011/08/carta-de-pedro-paulet-el-comercio-sobre.html.
- Portillo, Luis; “Pedro Paulet”, Historia de los Pueblos, https://www.historiacultural.com/2012/03/biografia-de-pedro-paulet.html, 6 de marzo de 2012.
- Rojas Aquije, Manuel; “Pedro Paulet, pionero peruano de la astronáutica”, Revista Universo Digital, Perú, Nº 55, 2008.
- Sucedió en Perú: Pedro Paulet (2014) documental.
- Wikipedia: la enciclopedia libre, www.wikipedia.es, artículos: “Astronáutica”, “Pedro Paulet” e “Historia del Perú”.
- https://www.astromia.com/biografias/pauletmostajo.htm.
- http://www.incaland.com/MuseoFAP/BIENVENIDA.htm