-Buenas tardes. Me ha dicho la enfermera que quería hablar conmigo.
-Sí, doctor. Quiero hablar porque estoy muy enfadado con usted.
-¿Por qué?-Porque me duele. Se lo he dicho esta mañana pero usted no me ha hecho caso; no ha hecho nada y me sigue doliendo mucho.
-No, eso no es así.-¿Cómo que no?-Como que no. Le he cambiado su medicación para el dolor. Se la he aumentado para que le duela menos y ahora mismo le estamos pasando por vena analgésicos potentes. Además, le hemos puesto algo para que pueda descansar mejor; que nos había dicho que el dolor no le había dejado dormir bien. La enfermera acaba de traerle la analgesia de rescate; la auxiliar le ha dado almohadas para que esté más cómodo y el personal del oficio le ha servido una dieta especial para que no le duela al masticar.-Sí, tiene razón, todo eso es verdad.-Y yo sinceramente no sé qué más hacer por usted. Lo único que se me ocurre es ponerle morfina, pero ¿realmente a usted le duele tanto como para eso?
-Hombre, tanto no. ¡Cómo me va usted a poner morfina!-Porque, sinceramente, ya es lo único que buenamente sé.
-Pues no sé, doctor, me deja usted frío con lo de la morfina.
-Bueno, entonces dése un paseo por la planta y piénseselo. Si dentro de un rato le sigue doliendo, ya veremos lo que hacemos.
Veinte minutos más tarde, me llama por el pasillo.
-(Muy contento) ¡Doctor, doctor! Que desde hace un rato ya no me duele nada. Yo creo que lo vamos a dejar estar.
Yo cada día entiendo menos esto de la analgesia. ¿Alguien me puede explicar qué es lo que ha pasado aquí?