Personalidad obsesivo-compulsiva: ¿Cómo es?

Por Centro Psiconet

Es fácil que al tratar de responder a esta pregunta nos venga a la cabeza Jack Nicholson en su papel en Mejor imposible tratando de no pisar la separación entre baldosas o llevando sus propios cubiertos a un restaurante, pero lo cierto es que a pesar de compartir nombre, la personalidad obsesivo-compulsiva poco tiene que ver con el TOC.

En este caso no hay verdaderas obsesiones y compulsiones, sino una preocupación generalizada por el control personal e interpersonal, dejando poco lugar a la improvisación, definiéndonos en líneas generales como una persona terca u obstinada. A continuación repasamos las principales características de este tipo de personalidad:

– Perfeccionismo y auto-exigencia: Si recordamos el artículo sobre los errores de pensamiento, en este caso tenderíamos a ver la realidad en términos de todo o nada, a exagerar las consecuencias negativas de nuestros fallos y sobre todo, pensar en términos de obligaciones, generándonos una presión constante para hacer lo que se espera de nosotros, siendo muy autocríticos cuando algo no sale como esperábamos o pudiendo incluso boicotear nuestras tareas para evitar comprobar que nos hubiera salido mal.

Preocupación por la organización y los detalles: Las personas con esta personalidad se centran tanto en los detalles, en no dejar cabos sueltos o dudando sobre cuál sería la mejor opción que tardan más tiempo del establecido en terminar las tareas (si el tiempo estimado fuera de dos horas, nosotros tardaríamos casi cuatro).

Es habitual que sus agendas y horarios estén repletos de tareas, desde las laborales hasta la hora y lugar donde han quedado con un amigo, recordatorios para ir al banco o a la compra, etc.

– Malestar ante lo no esperado: Siguiendo con el ejemplo anterior, la planificación es la piedra angular de estas personas, organizando sus tareas y tiempos con el fin de ser lo más eficiente posible. ¿Qué pasa cuando surge un imprevisto? Que nuestras expectativas quedan descolocadas, pudiendo bloquear nuestra capacidad para adaptarnos a la nueva situación, ya que es difícil romper con nuestras rutinas.

Por ejemplo: Si no llego a tiempo a mi clase de Pilates pero podría ir a la siguiente con otro monitor, es probable que no vaya aunque tuviera ganas. Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

– Baja tolerancia a la incertidumbre: Como hemos visto, la sensación de tener el control es esencial en este tipo de personalidad, resistiéndose a delegar tareas en los demás y perder el control de la situación, exponiéndose al ¿qué pasará?

Por ejemplo, en un viaje con amigos preferiremos planear qué sitios visitar, revisando en la guía horarios y precios más que dejarnos llevar.

– Contención emocional: No nos será fácil expresar si algo nos hace sentir mal y desahogarnos, intentando no “molestar” a los demás con nuestras preocupaciones.

– Dificultad para deshacerse de objetos: Ante la perspectiva de tirar algo nos vendrá a la cabeza ¿y si me hace falta?, aunque sepamos que hace meses que no los usamos o que ya no funcionen. También es habitual el control sobre la economía, tratando de ahorrar con vistas a imprevistos futuros.

Como en otros casos, no necesariamente tendremos que cumplir todas las características expuestas, ya que se trata de un patrón de comportamiento generalizado y no tan específico.

Es importante señalar también que tener este tipo de personalidad no es negativo, sino que, como en todo, tendremos que identificar qué aspectos de nuestro comportamiento se están descompensando hasta hacernos sentir mal.