Visitamos en la región algunos estudios cinematográficos; el de Walt Disney, quien nos dejó una tarjeta lamentando no poder recibirnos por tener que ausentarse a Nueva York; los de Century Fox, Metro Goldwin Mayer, donde conocimos a varios artistas entonces famosos, como Gary Cooper; asimismo me relacioné con la galería Datzell Hatfield, de Los Angeles, donde se llevaron a cabo dos exposiciones mías. Durante la segunda nos hallábamos allí a mediodía cuando tuvimos la gran sorpresa de ver aparecer a Greta Garbo. Si cito el detalle es porque la “divina” se dejaba ver muy raramente y no son, pues, muchas las personas que la conocieron; en aquella ocasión la acompañaba un apuesto cuarentón de quien nos dijo que era su médico.
La noche de mi llegada (…), llamó a la Embajada, a eso de las veinte horas, mi colega Diego Rivera, quien deseaba saludarme. Previo consentimiento del amigo Candiotti, lo invité a cenar en la Embajada; no aceptó, pero en cambio propuso venir después de la cena a tomar un café. Fue un gran gusto encontrarme con este gigantón panzudo, quien me abrió cordialmente los brazos; se charló hasta la madrugada y me sería difícil reconstituir las simpáticas mentiras que nos fue contando, dichas con una naturalidad y un buen humor realmente incomparables; entre ellas, la de que nunca conoció a León Trotsky. Cuando le repliqué que fue él quien lo hizo entrar a Méjico, me respondió que eran puras invenciones de los diarios.
La dictadura (peronista) no solamente privó al país de sus libertades, sino que depravó la moral de mucha de su gente. Se veía a simple vista la merma de la dignidad y aumento de la cobardía. Tal escultor, para conservar su puesto dobló tanto la espina dorsal que terminó por dejar visible a sus espaldas una urgencia sin protección, donde las nuevas autoridades fueron probando a placer las puntas de las botas; cual pintor de proclamado izquierdismo se precipitó a la Policía a declarar que no era afilado al P.C.
“Un pintor ante el espejo”
EMILIO PETTORUTI