Peyton place, la caldera del diablo
Publicado el 07 diciembre 2012 por Mariarosario
Todas las tardes-noches bajo a pasear a mi perro Belisario para que haga pis y popó en el jardín frente a mi casa en AvAragón. Allí nos reunimos todo un clan de mascotas que si bien ellos se han hecho amigos de juegos y ladridos, más no hemos hecho sus amos por compartir momentos de risas y alegría. En uno de esos momentos, fué Paco , militar retirado quien me dijo te voy a dejar para leer una novela que en su día fué censurada en España. ¡Hombre Paco has despertado la curiosidad en mí, así que traeméla que la quiero leer! Paco sólo me puesto una condición: cuando la acabes de leer me la devuelves. OK, que así sea...
Libro de culto, segundo best seller de la
historia después
de Lo que el viento se llevó, y que sirvió de inspiración libérrima tanto a Melrose Place como a Twin Peaks. y por supuesto inspiración a Cumbres Borrascosas. El título ha pasado a designar
todo lugar donde la tranquilidad oculta la sordidez.
Pueblo pequeño, infierno grande. Grace Metalious, su autora, no sólo
desgració la vida de sus vecinos con la publicación, en 1956, de Peyton Place,
fenómeno editorial que borró la distinción entre alta y baja cultura cuando
confundir ambas cosas aún no estaba de moda. Metalious también se ganó la muerte social y, según
el parecer de sus biógrafos, la cirrosis que acabaría con ella a los treinta y
nueve años.
Peyton Place dio empuje al movimiento feminista
estadounidense y ocasión de revisar la hipocresía moral de la época. Los lectores no parecían dispuestos a leer en una novela
aquello que ponían en práctica, permitían o sufrían en su vida cotidiana, desde
el natural despertar de la sexualidad hasta el odio racial y de clase, el
incesto, el aborto o la corrupción del poder religioso.
Claro que esos mismos lectores habían estado esperando
Peyton Place sin saberlo. La leyeron millones, algunos incluso a escondidas,
mientras muchos países la prohibían como fué el caso de España, y algún bibliotecario colgaba un cartel en
el que se leía: «No tenemos ningún ejemplar de Peyton Place. Si queréis este
libro id a Salem».
El lector honrado, en cualquier
caso, debe admitir que, una vez abierto este libro, no hay manera de
cerrarlo. Tal vez porque hay en él menos ficción que realidad. Indecente,
quizás. Y fascinante, pues estas cosas suelen ir de la mano. Metalious lo sabía
y, aunque un poco tarde, la historia se ha ocupado de colocarla más allá de la
provocación, en el lugar que merece como narradora.
La autora había
buscado la fama, y la parábola acaba con sus últimas palabras: «Ten cuidado con
lo que deseas, porque podrías conseguirlo».