A diez años de presentar su primera colección, la diseñadora de trajes de novia refrendó su ya conocida experiencia en el métier y brindó una clase magistral de diseño y calidad en la confección; ecuación que no siempre cierra.
En este caso, los sutiles vestidos de boda en blanco o marfil alternaron con otros en la paleta del coral y rosado o rojo, los azules y verdes, un toque de amarillo y destellos de oro. El estilismo se completó con sandalias chatas y vinchas o coronas florales.
Transparencias y bordados, constantes en las propuestas de Carregal, esta vez se asociaron con texturas como encaje, seda, lino y hasta me animaría a decir que algo de ñandutí, ese textil propio del noreste de nuestro país. La delicadeza de las prendas se acentúa en los diseños tipo lencería con breteles finitos y sisas cavadas. Las espaldas son el detalle por excelencia con filas eternas de botoncitos milimétricamente ubicados y terminaciones perfectas.
Tuve la suerte de conocer a esta diseñadora hace un tiempo en la UP y me sorprendió no solo por su talento, sino sobre todo por la humildad con que se maneja. Eso, en este ambiente, no es poca cosa y resulta un condimento extra para respetarla aún más, no creen? Hace unas semanas me invitó muy especialmente a acompañarla en esta ocasión y nada me dio más placer que poder estar allí y ver en vivo tanta belleza materializada en vestidos. Espero que les haya gustado su colección primavera-verano; aguardo sus comentarios y opiniones, como siempre. Nos leemos, amig@s; buena semana:>