Hasta hace relativamente pocos años, estamos hablando de la primera década del siglo XXI, solían llevarse al recién nacido tras el parto, separándolo de su madre y con el pretexto de efectuarle las primeras pruebas o el de dejar descansar a ambos -madre e hijo- tras el esfuerzo que supuso nacer.
Hoy se prefiere dejar paso a lo que se ha dado en llamar un "Piel con Piel", en el que se coloca al niño desnudo sobre el abdomen de la madre, permitiendo que ambos se rocen, sientan y conozcan, en lo que constituirá la primera cita a ciegas del recién nacido, o el primer y más indeleble flechazo de sus vidas.
Las dos primeras horas constituyen el periodo más sensitivo del bebé: las descargas de neurotransmisores que supuso el parto hacen que el neonato se encuentre en un momento de "alerta tranquila" en el que es capaz de girar la cabeza, buscar el rostro y los ojos de la madre o memorizar su olor, estableciendo con ella un intenso vínculo afectivo. Del mismo modo será capaz de reptar buscando el pecho, en lo que constituirá un importante estímulo para lo que acabará siendo una lactancia más exitosa y duradera.
Cuando por el motivo que fuese, considérese la práctica de una cesárea por ejemplo, la madre no pudiera participar en este maravilloso encuentro: se suele optar por implicar al padre.