Pintarroja en adobo

Por Carmenrosa @MicocinaCR

Eran mis abuelos paternos los guardeses y controladores del paso a nivel en El Palo, vivían allí, en aquella casa de dos plantas junto a las vías del tren, justo encima del puente cuyos muros soportaban año tras año la fuerza de las aguas torrenciales de aquel arroyo siempre seco que con el paso del tiempo se convirtió en calle, una calle que como las dulces y torrenciales aguas del rio, llegaban a la mar.
Sí, aún guardo en mi retina cada rincón, cada mueble, cada olor y aroma de la cocina de mi abuela y mi tia Paca; aspiro y en el aire flota aquel café de pucherete, la leche caliente y el pan recién partido untado con la zurrapa de la manteca "colorá" que mi tia preparaba con arte y esmero, siguiendo los pasos de mi abuela Antonia. 

Desde los escalones de la casa de mis abuelos que daban a la via del tren, mirábamos al frente y contemplábamos el ir y venir de aquellos hombres de El Palo hacia la taberna “Quitapenas” que hacía esquina con la calle Santarem (la llamaba Calle “los muertos”), por ser el camino que llevaba hasta el cementerio.
Cuentan los antiguos paleños que el nombre a la taberna provendría, por conclusión lógica, del desahogo que se daban allí los clientes después de haber despedido a sus seres queridos, por su ubicación estratégica en la proximidad del Cementerio.   Los cortejos fúnebres se hacían antes a pie, con el ataúd en muchas ocasiones a hombros, de modo lo que los deudos pasaban invariablemente por el “Quita penas” para llorar a sus difuntos.

Era en aquella taberna donde comprábamos el vino dulce, el aguardiente, un sifón (una bebida gaseosa a presión), las botellas de gaseosas “La Pitusa” hasta que llegó “La Casera”….
y como no, allí podían entrar los niños; era una época en la que tomar un poco de vino dulce, como decía el slogan: ¡¡ Dan unas ganaaaaas de comeeer !!

Corría los años finales de los 50 y principios de los 60, cuando acompañaba a mi padre y  a mi abuelo a tomarse un blanco, aquel vinito que siempre, como él decía, le daba la vida .    
El olor a vino rancio impregnaba el ambiente, mezclado con el humo de los Goya, o los chéster sin boquilla, tabaco que liaba mi abuelo Diego con pericia entre sus dedos amarillos y agarrotados por la edad.

El serrín esparcido por el suelo se mezclaba con el barro mojado de las huellas que iban dejando los clientes, chirriaba al compás del seco ruido que hacía el hábil tabernero con la tiza en el mostrador de madera, sumando o multiplicando las cuentas de lo que cada uno iba consumiendo.   El jilguero, encerrado en una pequeña jaula de madera, cantaba haciendo coro a las voces que sonaban en la vieja radio, grandes del cante hondo, del cante flamenco Marchena, Fosforito o Farina…..

Canciones que mi padre repetía, mientras mi abuelo sorbía una “esconchada” taza de “cardillo de pintarroja” (Pinchando AQUI tienen la receta)

mientras yo, embelesada le escuchaba mientras le daba buena cuenta a la concha de altramuces que tanto nos gustaban a los niños de antaño.   Deliciosas y nutritivas "chuches" infantiles que servían de aperitivo en los bares.(Historia de las Bodegas Quitapenas de EL PALO: Aunque la tradición vitivinícola data de 1.670, En 1.825 Ramón Sárez y su esposa María Aguilar heredan unas obradas viñas en la localidad de Cútar, situada en la Axarquía malagueña, dedicándose al cultivo de la vid, la elaboración de vinos y el laboreo de pasas.  En 1.870 Ramón Suárez hace testamento a favor de sus hermanos dejando a su sobrino, Francisco Suárez Pineda, su capataz por aquel entonces, las viñas, paseros y el lagar. En 1.878, cuando la enfermedad de la viña "Filoxera" se extiende por toda la Axarquía, se traslada con su familia al Valle de las Viñas de Miraflores del Palo.
Aquí es donde traslada también el negocio de vinos y comidas, ubicándose en la Calle del Mar, en la finca conocida con el nombre de "La Huertecilla", fundando en 1.880 las conocidas Bodegas Quitapenas.
Generación tras generación siguieron conservando el buen hacer del vino, adquiriendo, con el transcurso del tiempo, fama entre los numerosos arrieros que hacían un alto en esta casa situada en la carretera de Vélez - Málaga, lugar que pronto empezó a conocerse como las bodegas "que nos quitan las penas".   Su hijo, José Suárez Villalba años más tarde, y tras haber heredado el negocio familiar, traslada la casa de comidas y las bodegas de vinos a la Calle de Málaga, número 42, actualmente conocida como Avenida Juan Sebastián Elcano, instalando el lagar de pisa de uva y la nave de botas.
Pero ésta éra la taberna frente al paso a nivel, antes incluso de que el tren pasara por El Palo, frente a la casa de mis abuelos.

Fuente de información, un gran historiador y conocedor de la historia de ésta barriada malagueña Carmelo del Palo)

Y en aquellas antiguas tabernas de Málaga, con sus vinos dulces, blancos, amontillados…que quitaban las penas, con cada vaso daban una tapa de “pescaito” frito: boquerones, pulpos, pintarroja en adobo……


Como hoy en “Mi Cocina”, les animo a disfrutar de una ración de ésos adobos que son famosos en mi tierra.   En ésta ocasión de pintarroja, siguiendo la tradición familiar, de mi línea materna, marengos, gente de la mar, pescadores del Palo. Escualo que llegaba a nuestras cocinas directamente de la mar...
Aunque si no lo encuentran, lo pueden realizar con cualquier otro pescado...rosada, lubina, rape, etc.  

¿Cómo lo hice?  
Ingredientes:
Pintarroja (suelo hacer dos, generalmente las suele quitar la piel el pescadero, e incluso cortarlas en pequeños trozos tal y como se ven en la foto).


Dos vasos de vinagre de vino, cuatro dientes de ajo, dos cucharadas soperas de orégano seco, dos hojas de laurel, una cucharada sopera de pimiento molido (pimentón, suelo usar pimentón de La Vera, que le da un sabor muy especial al adobo), sal, harina y aceite de oliva para freir. 

Los pasos a seguir:
En un bol echar el vinagre de vino (un vinagre de calidad, pero que no sea muy fuerte), los ajos troceados (sin piel), el orégano, el laurel y el pimiento molido y un pelín de sal. Remover todo el conjunto.

Echar el pescado procurando que quede totalmente cubierto y dejar macerar unas cuatro o cinco horas.
Pasado éste tiempo, escurrirlo bien con un colador, dejarlo sobre papel de cocina a fin de que absorba el líquido del adobo.
Salar el pescado al gusto e ir enharinándolo conforme se vaya friendo,
pasarlos trozos de pintarroja enharinados por un cedazo ( artilugio cuadrado de madera cuya base metálica es un colador) a fin de quitar el exceso de harina.
Poner abundante aceite en una sartén honda en el fuego, cuando esté bien caliente, ir friendos los trozos de pescado en pequeñas tandas, procurando siempre mantener el aceite caliente.
Volver a colocar sobre papel de cocina.rvir acompañado con ensalada de lechuga (a ser posible de la variedad llamada “malagueña”) aliñada con sal, limón y aceite de oliva virgen extra.