Pinturas (XI): Musée d'Orsay

Por Beldz

La gran estación del arte del siglo XIX. Así es como se conoce también al Musée d'Orsay, uno de los museos más interesantes -cuál no lo es- del mundo para los amantes del arte. Y mucho más, para los amantes del siglo XIX. El lugar que alberga ahora este museo fue construido en 1900 para la Exposición Universal de París, y era una estación de ferrocarril:
El pintor Detaille comentó con ironía: «Esa estación grandiosa parece un palacio de las Bellas Artes, mientras que el palacio de Bellas Artes se asemeja a una estación. Le propongo a Laloux que intercambie la función de ambos edificios, ahora que todavía está a tiempo». Más de ochenta años después esa sugerencia irónica se llevó a la práctica, y desde 1986 la antigua estación de ferrocarril sirve de marco al Museo de Orsay, que ofrece una completa panorámica del arte francés de los años 1848-1914. El proyecto de reconversión permitía conservar una construcción emblemática del siglo XIX y, al mismo tiempo, dotar a las obras de arte de esa época de un marco metafórico: las ideas de progreso, movilidad y euforia renovadora implícitas en una estación de ferrocarril simbolizan la enorme capacidad de innovación de las tendencias artísticas del siglo XIX. Entre el academicismo oficial y las vanguardias se creó un caldo de cultivo muy favorable para la producción artística, que se tradujo en una gran riqueza de formas de expresión pictóricas, escultóricas, gráficas, fotográficas y de artes aplicadas. Una buena muestra de todo ello se puede admirar hoy en el Museo de Orsay. 

En esta ocasión, he seleccionado algunas obras que pueden verse en este museo. Todas son conocidas y consideradas como obras maestras de la pintura universal. Sería muy difícil escoger alguna; todas ellas poseen rasgos que las hacen únicas. Por su estilo, por su importancia en la historia del arte. No obstante, para ver el cambio que se produjo a mediados del siglo XIX, con la llegada de un arte distinto al oficial, encabezado por Edouard Manet, me gustaría comparar dos obras que tratan el mismo tema, pero que son distintas en su plasmación gráfica: El nacimiento de Venus, de Alexandre Cabanel, y la Olympia, de Edouard Manet:
La Olympia de Edouard Manet, expuesta en el Salón de 1865, suscitó un escándalo enorme en la escena parisina del arte, similar al que había provocado el Almuerzo campestre dos años antes. Al comparar la obra de Manet con El nacimiento de Venus de Cabanel se entienden los motivos de la irritación del público de la época. Mientras que el cuadro de Cabanel es la quintaesencia del gusto artístico oficial del Segundo Imperio (el propio Napoleón III adquirió la obra en el Salón de 1863 como muestra de reconocimiento), Manet rompió con su Olympia todas las convenciones y dio un nuevo impulso a la pintura vanguardista de su tiempo.
Ambas obras tienen como tema a Venus, una diosa que había protagonizado multitud de pinturas desde el Renacimiento hasta entonces. Cabanel se inspiró en El triunfo de Galatea de Rafael (aprox. 1512). Manet, por el contrario, se decantó por el estilo de la Venus de Urbino de Tiziano (1538) y de La maja desnuda de Goya (1800). El artista había copiado la primera de esas obras durante su estancia en Italia en 1853. Los dos artistas se remiten a grandes creadores del pasado, pero cada uno de ellos refleja el mito del desnudo femenino de una forma muy distinta. La Venus de Cabanel yace sobre las olas del mar en un marco definido por pálidos tonos de rosa y azul. Esta representación discretamente erótica de la diosa se corresponde a la perfección con el ideal de belleza de la época. No es de extrañar, por tanto, que la Olympia de Manet, tan distinta y tan segura de sí misma, provocase una reacción airada entre los visitantes de la exposición. La joven que mira directamente al espectador no es la diosa del amor, sino una representante del amor mercenario. La doncella negra le muestra el hermoso ramo de flores que le ha enviado un cliente, pero Olympia aún no se ha decidido a recibirle. Manet escandalizó con esta obra a la hipócrita sociedad parisina de la época, capaz de admirar un desnudo femenino en una escena mitológica pero incapaz de aceptar la representación artística de la realidad. 

 Alexandre Cabanel El nacimiento de Venus (1863)
Caillebotte Los pulidores del parquet (1875)
Courbet El taller del pintor (1855)
Cézanne Los jugadores de naipes (1895)


Degas
La familia Bellelli (1860)
Gauguin Mujeres de Tahití (1891)
Henri Fantin-Latour El taller de Batignolles (1870)
Jean-François Millet El Ángelus (1859)
Manet Olympia (1863)
Monet Impresión. Sol naciente (1872)
Renoir Baile en el Moulin de la Galette (1876)
Thomas Couture Los romanos de la decadencia (1874)
Las citas las he extraído de un libro publicado por Ullmann & Könemann: «Arte y arquitectura. Museo de Orsay», de Peter J. Gärtner. Forma parte de una colección de libros en tapa dura, entre los que también está el dedicado al museo del Louvre, a la ciudad de París, Roma o Florencia, entre otros. Los recomiendo.