Plasencia, un destino inesperado.

Publicado el 05 agosto 2020 por Patricia Patricia De La Calle Calle @noteaburras_es

"El próximo tren con destino Cáceres circula con retraso" anuncia la megafonía del andén. Sucesivamente se entremezclan los suspiros de pasajeros impacientes con las quejas de otros muchos viajeros.

-Encima nos hacen esperar... ¡con el calor que hace! ¡Al menos podrían poner el aire acondicionado!

- Esto ya es el colmo, siempre igual... ¿Cuándo habrá un tren en condiciones en Extremadura?

Pasan más de veinte minutos hasta que el tren aparece en las vías. "Por fin" Pienso para mis adentros, no porque tenga prisas, tampoco me importaba esperar, pero ya no aguantaba más la impaciencia y las quejas constantes de los otros pasajeros.

Mis vacaciones acaban de empezar y nada iba a arruinar el viaje tan especial que había preparado, un viaje que iba a dejar en manos del destino. El trayecto en tren tenía diez paradas y aún no sabía donde me iba a bajar, pero ante las dudas había optado por pagar un billete con destino Cáceres.

Mi familia siempre había insistido en que Extremadura era una gran desconocida, que hay miles de paisajes bonitos y de zonas increíbles. Mis expectativas no eran altas pero la emoción de poder escapar de la gran ciudad contrarrestaba esa sensación y hacía que mi ilusión aumentara a cada minuto.

Había cambiado una semana en la playa con mis amigas por una aventura en la que yo fuera la única protagonista. Algunas se burlaron de mí por elegir una zona rural en lugar de unirme a ellas durante siete días de sol, playa y fiesta, pero yo solo buscaba la tranquilidad de tomar mis propias decisiones. Y en seguida descubrí que esa decisión fue la mejor que pude tomar.

No sabría explicar como sucedió, pero estando parados en una estación que llevaba el nombre de "Plasencia" me pareció ver por la ventana un rostro familiar. Unos ojos grises que se posaban sobre mí. Cuando me di cuenta y le devolví la mirada, el rostro se giró repentinamente de forma que solo quedó a mi vista una espalda algo encorvada y una figura que se movía a duras penas con ayuda de un bastón. Fue una señal y lo supe, cogí mi equipaje y salí disparada por la puerta.

Corrí en la misma dirección hacia la que se movió esa extraña y familiar figura, pero para mi sorpresa no vi a nadie similar, solo una estación de tren en obras, una carretera con apenas unos coches y varias personas que marchaban juntas tras su reencuentro. Me encontré desubicada y perdida. Cuando fui a buscar mi móvil para poder organizar mi viaje en esa ciudad que el destino me había marcado por sorpresa, descubrí que me lo había dejado olvidado en el tren. Comenzaba la aventura.

Caminé por una carretera cuesta abajo siguiendo la trayectoria de los pocos coches que se habían marchado. Paseando llegué a un puente que cruzaba un río a medio cauce y desde el que pude apreciar un precioso lienzo que parecía dibujar la ciudad de Plasencia. Elevé la mirada y vi unas torres que dejaban entrever la catedral de la ciudad ¿o era un pueblo? La verdad en ese momento no sabría decirlo, pero mi corazón latía de emoción.

Atravesé un arco y de repente me vi envuelta entre calles llenas de historias, suelos con nombres judíos y edificios que recordaban al medievo. Estaba anocheciendo y apenas se observaba movimiento. Sentí que estaba viviendo en un cuento y que la catedral que se imponía ante mí era un regalo de la vida. El aroma de los naranjos que rodeaban la zona me devolvió a la realidad, tenía mucha hambre.

En ese momento decidí abrir la mochila para sacar una de las barritas energéticas que había guardado. Entonces me di cuenta de que había un bolsillo interno que no había visto antes, después de todo esa mochila era la que usaba mi padre hace muchos años. Lo que encontré al abrir ese bolsillo no era cosa de magia, era más bien capricho del destino: un plano de Plasencia, un retrato de una abuela a la que yo nunca llegué a conocer y una carta que leí para mí ante la atenta mirada de una catedral con más de cinco siglos de existencia.

"Querida nieta, quizá nunca llegues a conocerme, quizá tu padre tampoco te cuente mucho de mí, pero si alguna vez te decides a buscar tu origen, a conocer tus raíces extremeñas, yo te estaré esperando para guiarte por una ciudad llena de historia. Te acompañaré por la plaza Mayor, en la que jugaba al escondite, te seguiré hasta el Palacio de Mirabel y recorreremos juntas el Convento de Santo Domingo, podremos visitar la catedral Nueva y la vieja, recorrer las murallas de la ciudad, disfrutar de las vistas al acueducto, pasear por el parque de los Pinos e incluso darnos un baño en la Isla. Podré mostrarte la ciudad en la que viví hasta que llegó la maldita guerra que nos hizo emigrar a la gran ciudad en busca de un futuro mejor. La ciudad a la que siempre perteneció mi corazón y en la que vivirá por siempre mi recuerdo. Sabrás que te estaré acompañando cuando sople el viento en tu mejilla".

Justo en ese instante una ráfaga de aire se llevó la carta y el sonido del viento me susurró: "este viaje cambiará tu vida."

"Tren con destino Cáceres, próxima parada: Cáceres. Final de trayecto". La voz de la megafonía me despierta de repente y me doy cuenta de que todo ha sido un sueño. Entonces rebusco en mi mochila, el bolsillo secreto está ahí y dentro la fotografía en blanco y negro que muestra el mismo rostro fugaz de mi sueño. Detrás hay una frase escrita a mano: "Me encontrarás en Plasencia". Entonces lo sé, me bajo del tren y corro a la ventanilla.

-¿Destino? Me pregunta la persona detrás del mostrador.

-Plasencia. Le respondo.