A pesar del auge de las medicinas alternativas, el hecho que nuestra esperanza de vida se haya doblado en poco mas de un siglo se debe en gran parte al desarrollo y universalización de la medicina basada en evidencia científica (sin olvidarnos de los avances en seguridad alimentaria y el tratamiento de aguas), no obstante si vemos cualquier prospecto de cualquier medicina o cualquier revista médica encontramos frases del tipo: 1 de cada 1000 pacientes puede experimentar tal efecto secundario, este tratamiento es efectivo en el 70% de los casos, o un 20% de pacientes puede sufrir un empeoramiento de su estado. Curiosamente este tipo de afirmaciones son utilizadas por las medicinas alternativas para promocionar tratamientos sin base científica alegando que no producen efectos secundarios… olvidan decir que primarios tampoco. ¿A que se debe esta aparente imprecisión?
Cuando se ensaya una nueva droga pueden pasar 4 cosas.
En ciencia hablamos de sistemas deterministas cuando conociendo el estado en un determinado momento y el comportamiento de las variables implicadas podemos predecir como estará después. Por ejemplo, en mecánica clásica sabemos que si un coche va a 100 km/h por una recta, en una hora estará a 100 km del punto de partida, por lo tanto hemos predicho su posición. En cambio la mecánica cuántica es un sistema probabilístico. No sabemos a ciencia cierta donde estará el electrón, pero si donde tiene más posibilidades de estar y donde menos. Aprovecho para decir que la mecánica cuántica se aplica a nivel subatómico. Si alguien te relaciona la mecánica cuántica con las enfermedades, la psicología o el espíritu, con una probabilidad muy alta puedes determinar que es un charlatán (vamos, que es un charlatán utilices el sistema que utilices).
Podríamos decir que hoy por hoy la medicina es una ciencia probabilística, lo que no deja de ser curioso. Una disciplina que tiene un objeto de estudio que en cierta manera solapa, la biología molecular, es claramente determinista. En los artículos de biología molecular o de biomedicina no se suele hablar de probabilidades. Las afirmaciones son del tipo: tal gen se induce tantas veces por este estímulo, tal proteína activa a esta otra, este enzima cataliza esta reacción ¿de dónde surge esta aparente discrepancia?
La medicina tiene unos objetivos muy concretos y diferentes de la biología molecular. La medicina trata de curar enfermedades. Con este fin la investigación se plantea de forma que el sujeto de estudio (el paciente, el organismo modelo) es una especie de caja negra que presenta unos síntomas y buscamos un tratamiento que haga desaparecer estos síntomas, que en la mayoría de los casos implicará que ha desaparecido la enfermedad y se ha cumplido el objetivo. Los resultados suelen arrojar porcentajes. A un tanto por ciento le funciona, pero a otro no. Detrás de estas frías cifras se esconde la enorme complejidad del cuerpo humano a todos los niveles, desde los macroscópicos a los moleculares y el gran numero de variables. En cambio a la biología molecular le interesa saber que pasa dentro de esa caja negra y comprender que está motivando los síntomas, muchas veces sin saber si ese conocimiento va a suponer la obtención de un tratamiento útil o va a tener una aplicación inmediata. Para obtener afirmaciones concretas se elimina la complejidad reduciendo el ámbito de estudio. Un proyecto puede ser estudiar un gen concreto y su posible relación con tal enfermedad. A pesar de esta discrepancia de objetivos y de métodos, ambas disciplinas son complementarias… y condenadas a entenderse. Veamos un ejemplo de cómo pueden interactuar. Hace unos meses conté la historia de la rapamicina. En su momento la investigación médica determinó que era un antifúngico muy malo pero una droga muy efectiva como inmunosupresor en la terapia post-transplante. Este uso clínico llamo la atención de los biólogos moleculares. Trabajando en un organismo modelo (la levadura de panadería) se descubrió que esta droga tiene un mecanismo particularmente complicado. La rapamicina dentro de la célula se une a una proteína (FKBP) y este complejo rapamicina-FKBP es el que inhibe a una segunda proteina (TOR). Inhibir a TOR es en última instancia la causa de la inmunosupresión. Conocer este mecanismo permite hacer predicciones. El estudio posterior nos ha indicado que un fallo en la regulación de la proteína TOR es responsable algunos tipos de cáncer… lo que indujo a ensayar la rapamicina como anticancerígeno. Tratamiento que ya está autorizado en cancer renal y en fase de pruebas para otros tipos de cáncer. Ya tenemos un hermoso ejemplo de cómo un diálogo entre dos disciplinas puede dar resultados satisfactorios. Ningún biólogo molecular se hubiera interesado en la rapamicina si esta no se utilizara como inmunosupresor y ningún investigador clínico la hubiera utilizado como anticancerígeno si no se hubiera descifrado el mecanismo. No obstante esta no es la única ventaja. En levadura se identificaron mutaciones en FKBP que no alteraban el funcionamiento de esta proteína, pero que impedían que se uniera a la rapamicina, por lo que las células que tenían esta mutación eran insensibles a la rapamicina. Si una persona tuviera una mutación similar (realmente no se si existen este tipo de mutaciones en humanos) sería perfectamente normal, pero no respondería a un tratamiento con rapamicina. Por lo tanto ya tenemos una explicación de por que alguien puede ser insensible a el tratamiento. De la misma forma que hay diferentes colores de pelo, pueden haber diferentes formas de FKBP y que alguna no reconozca a la rapamicina. Secuenciar el gen de FKBP permitiría, con un análisis barato y sencillo, predecir si el paciente va a responder al tratamiento o no. Por lo tanto, conocer el mecanismo de acción de la rapamicina dentro de la célula nos permite pasar de una afirmación probabilística (tenemos un % de posibilidades de que el tratamiento funcione) a una afirmación determinista (en este paciente funcionará, en éste no). A esto se le denomina farmacogenómica, aunque el campo de aplicaciones de la biología molecular en medicina es mucho más amplio. Así, poco a poco, la medicina está pasando a ser una ciencia más exacta. Viva el determinismo médico.
TPMT, un enzima que determina la dosis del tratamiento en la leucemia
PD1: Ya he revisado las galeradas de Los productos naturales ¡vaya timo!
PD2: Pinta que el libro sale a la venta en julio o septiembre... seguiré informando.