Por qué los edificios históricos merecen otra oportunidad

Por Pallares
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Los debates con respecto a la importancia de la preservación de edificios que acogen determinado valor patrimonial o histórico, se instalan en agenda con una cierta periodicidad que parece retrotraer una y otra vez cuestionamientos más que válidos pero cuyas respuestas no son tan claras. Sucedió hace varios años con la demolición de obras como el edificio de la fábrica Assimakos y la casa antigua obra de Julio Vilamajó de la rambla de Pocitos. Y se reitera en este momento cuando se comienza a demoler la residencia Castellanos en la calle Roque Graseras, para la construcción de un edificio de apartamentos a cargo de la constructora Rener.

Ubicada a pasos de Bulevar España y construida a fines de 1920 por los arquitectos Elzeario Boix y Horacio Terra Arocena, esta residencia que destaca por su dimensión urbana -ocupa una sexta parte de la manzana-, constituye una pieza típica de la arquitectura residencial del siglo XX y forma parte indiscutida del patrimonio del barrio.

Se sabe que hasta el año 2019 tenía una protección cautelar por parte de la Intendencia de Montevideo, que tras caducar habilitó el comienzo de su actual demolición. Sin dudas, hay una pérdida de valor patrimonial, arquitectónico y contextual, que no tardó en despertar el levantamiento de voces por parte de profesionales de la arquitectura y organizaciones defensoras de los bienes de patrimonio, así como indignación popular cada vez que este tema se hace noticia.

Que esta situación se repita casi periódicamente exige, por lo menos, una reflexión un poco más profunda de lo que indica el mero sentido común: sí, estos edificios recuerdan nuestra identidad cultural y allí radica su belleza para el entorno. Pero ¿quién debe ocuparse de protegerlos? El gran problema que subyace a este tema no tiene que ver con el valor arquitectónico o no de lo que se levantará en lugar de esta antigua casa, sino con la falta de recursos, intereses e incentivos para que, en vez de demoler, se den nuevos usos a las edificaciones que en algún momento se supieron erigir en nuestra ciudad.

De hecho, son varios los casos exitosos de empresas que decidieron instalarse en estructuras antiguas reformuladas y encontraron en esta apuesta un desafío mucho más estimulante para transitar el día a día. Es el caso de la cafetería La Farmacia, las oficinas de Barreiro y Ramos en Ciudad Vieja, las sucursales de Scotiabank y Santander, las oficinas de Latinadvisors en Carrasco y los hoteles boutique Alma Histórica y Casa Roberto, por mencionar solo algunos de Montevideo.

Por supuesto que en las grandes ciudades del mundo abundan ejemplos de arquitecturas milenarias adaptadas a nuevas utilidades. No faltan en Roma o Milán sectores que conservan fachadas intactas y habitan modernidades en su interior o empresas multinacionales que apuestan a obras antiguas para montar sus oficinas. Es el caso de Google que, recientemente, compró en Nueva York el edificio donde se ubicaba la vieja terminal St. John’s; o de RH Modern,  o Apple, una firma que ya lleva varias apuestas transformando edificios antiguos de alto valor arquitectónico en megalocales de acento contemporáneo, como el Apple Tower Theatre en Los Ángeles, la tienda de Regent´s Street y la de Champs Elyseés en París, entre muchas otras.

(Ejemplos a nivel comercial que hacen tangible el concepto, si bien a nivel residencial e institucional también abundan ejemplos).

Lo cierto es que el vínculo entre lo patrimonial y lo urbanístico ha sido complejo desde siempre, en parte, porque el bien patrimonial se focaliza en el respeto por el pasado más que en las necesidades del presente; además de que en el inconsciente colectivo parece sobrevolar la premisa de que ese lugar es territorio público y, por lo tanto, responsabilidad única del Estado. El desafío actual es, entonces, encontrar como comunidad la forma de innovar sin renunciar a esas huellas que hacen nuestro acervo cultural, cuestionando el concepto de que lo nuevo es mejor y comprendiendo que estos espacios patrimoniales tienen un gran potencial no solo como objetos de restauración, sino como plataformas de articulación entre el pasado, el presente y el futuro.

Son varias las aproximaciones que caben en torno al tema de por qué vale la pena mantener edificios históricos:

Porque la sustentabilidad ambiental y la economía circular son claves para el nuevo concepto de ciudad.

_ Nadie cuestionaría que se quieran preservar elementos monumentales como las pirámides de Teotihuacán, pero el patrimonio cultural urbano es analizado con otros ojos: este grupo de bienes históricos materiales e inmateriales, localizados en la ciudad, es mayor en número, más anónimo y de valor únicamente local.

_ La demolición de casas antiguas va en contra de una economía circular y se contradice con el discurso de cuidado medioambiental. Resulta pertinente citar el concepto de “economía del dónut”, introducido por la economista Kate Raworth, que establece siete puntos para reformular la comprensión de los alcances de la disciplina y romper con las actuales premisas de crecimiento infinito imposibles de sostener con valores sustentables. Se propone, entonces, la necesidad de rediseñar sistemas financieros, monetarios y empresariales para servir a las sociedades, creando economías regenerativas, distribuidas por diseño y estrategia. Además, reutilizar la infraestructura favorece los índices de sostenibilidad ambiental. Recordemos que, al igual que las personas, los edificios tienen un gran impacto medioambiental: solo en términos de energía, la construcción de una casa nueva en relación a una casa antigua renovada tomaría de 6 a 50 años en equipararse.

_ Existe una falta de recuperación o adaptación del parque inmobiliario heredado: por un lado, se promocionan edificios sustentables e inteligentes y, por el otro, no se educa a la gente en darles nuevos usos a edificios históricos. Sin embargo, hay que tener cuidado con el modo en que se implementan estos nuevos usos y qué intereses económicos hay detrás de proyectos que, lejos de preservar el patrimonio, generan conflictos urbanísticos. Es el caso del (¿futuro?) San Rafael de Punta del Este.

Porque el contenido diferencial de los grandes centros urbanos está dado por la presencia de edificios antiguos que conviven con modernidades.

_ Ya sea por la convivencia de obras históricas con construcciones contemporáneas o por la reutilización adaptativa de la arquitectura, los edificios antiguos definen la memoria y el carácter de una ciudad. En el mundo se puede encontrar un número creciente de ejemplos de ciudades exitosas que logran conservar antigüedad mientras aportan modernidad. Es el caso de Copenhage, Barcelona o Shangai, cuya atracción resulta de la alternancia de propuestas que dialogan entre lo patrimonial y lo innovador, alejándose por completo de la monotonía o la linealidad de lenguajes.

Porque la posibilidad de planificación de recorridos sorprendentes y de calidad que hablen del espíritu y herencia de una ciudad radica en los diálogos con esas preexistencias.

_ No en vano, las ciudades que más turismo reciben no son Chandigarh, Brasilia o Songdo, sino París, Barcelona, Londres o Madrid. Ello se basa en la infinidad de recursos y posibilidades que esa dialéctica genera en la construcción de una ciudad como marca a potenciar y diferenciar de otras, para locales y visitantes, y como ingreso de divisas en turismo o desarrollo comercial.

_ La herencia cultural es el ADN mediante el cual una ciudad puede diferenciarse de otras en el escenario global y diseñar experiencias y narrativas memorables que se impregnen en sus visitantes.

Porque la reutilización de arquitectura antigua con otras funciones consolida centralidades y evita diluir inversiones en infraestructura para periferias, optimizando el ratio inversión/habitantes.

_ El concepto de preservación patrimonial orientado a la revitalización de edificios históricos, a los que se les asigna una función diferente a la original, también involucra directamente el ordenamiento territorial. Una planificación urbana improvisada hace que el crecimiento periférico genere un deterioro central. A medida que una ciudad se extiende, ciertas áreas que en su momento pertenecieron a la periferia ganan centralidad y se vuelven atractivas para actividades comerciales y financieras. Las zonas históricas padecen frecuentemente procesos de obsolescencia funcional y física, que conllevan al deterioro, el abandono y la subutilización.

_ Con la llegada de la pandemia, la gente eligió mudarse a ciudades más pequeñas o zonas aledañas y esto significó una subutilización de las infraestructuras de las grandes urbes que resulta en una ineficiencia financiera para los gobiernos. A nivel de usuarios, estas áreas se convierten en zonas desplazadas de centralidades o modas, que salvo incentivos especiales no tienen tanta demanda. Más que nunca, la reconfiguración de la ciudad post covid implica repensar la planificación urbana con una perspectiva a largo plazo, acompañada de un trazado de acciones y normativas que indiquen qué se debe proteger y qué se debe liberar. Una alternativa es la creación de un inventario arquitectónico único, controlado por oficinas centralizadas no en paralelo, como funcionan ahora, desperdiciando recursos humanos que deben dedicarse al mapeo, investigación, selección y supervisión.

Porque la interacción eficiente entre ámbitos públicos y privados que requiere la adaptación de arquitectura patrimonial favorece beneficios comunes.

_ La conservación de sitios patrimoniales y edificios antiguos debería coincidir con el ejercicio de derecho a la ciudad, concebida como un organismo vivo que hace y siente. Debe existir, entonces, un marco de gobernabilidad, esto es la posibilidad de interceptar intereses públicos y privados en pos de un mayor beneficio comunitario.

_ Cada vez que trasciende una noticia de demolición de una casa antigua, la indignación popular es inmediata pero la reflexión debería ser: ¿qué es lo que está fallando en el proceso de inscripción de obras que lo permite y cómo se puede corregir? Y así establecer los canales y escenarios para hacer que las cosas sucedan y se perfeccionen, en lugar de que se reiteren los errores por desidia.

_ Si bien hay notoriamente una falla a nivel de autoridades, no todo es responsabilidad suya. Hay un mercado que no tiene la educación o sensibilidad para dejar de demandar ese tipo de productos. Así como en moda se dejó de consumir pieles naturales, o se avanza sobre soluciones de tracking de procesos de producción, debería ir desplazándose del imaginario colectivo la idea de que moderno es igual a vanguardia.

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Un edificio no es inteligente si sus desarrolladores eliminaron algo de mayor valor para construirlo. No se puede valorizar más aquello que no mejora lo que desplaza, no solo para sus habitantes sino para la comunidad en que se inserta.

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Estos casos dejan en evidencia ciertos vacíos legales y desconexión entre entidades que a priori deberían cumplir roles más activos en este tipo de gestiones.

_ ¿Qué lugar ocupa la Comisión Especial Permanente de Pocitos en este tipo de conflictos? Se entiende que a nivel macro no se llegue a visibilizar todo el parque inmobiliario, pero si tenemos descentralización y centros comunales, ¿por qué a ese nivel no hay revisiones más personalizadas?

_ Si la ley reconoce como única figura de protección patrimonial al Monumento Histórico, ¿cómo protegemos bienes patrimoniales de destacado valor cultural que no llegan a esa categoría?

_El patrimonio cultural urbano debería ser un gesto plausible de inversión del sector privado y no solo propiedad de lo público. Esto quiere decir que no se debe esperar todo por parte del gobierno, aunque sí deberían existir ciertos incentivos como concursos universitarios, préstamos o fondos de inversión, exoneración de tributos, entre otros.

_ Benchmarking: ¿cómo lo hacen los que lo hacen bien?

En época en que se difunde un viaje a Nueva York de la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, con motivo de la iniciativa Bloomberg Harvard de liderazgo en las ciudades -o valga cualquier instancia similar de reuniones globales de intendentes como a las que se han concurrido desde hace años-, ¿no es posible establecer canales transversales de consulta y referencia de procesos que aseguren la preservación de edificios de interés? Si lo logran ciudades con mucho mayor volumen de edificios a blindar y con mucho mayor dinamismo de renovación urbana, en nuestra escala deberíamos tener no solo el compromiso, sino la obligación de poder lograrlo.

N. de R.: Se remitió consulta sobre proyecto futuro a la desarrolladora Rener pero no se recibió respuesta hasta el momento de publicada la nota.
Fuentes: Ciudades Sostenibles BID / Usos del patrimonio: nuevos escenarios / La arquitectura contemporánea en los espacios históricos
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