Por qué nos falla la lista de deseos de año nuevo

Por Paulo Mesa @paucemeher

Estamos en el punto de quiebre para hacer el balance de lo que termina (2017) y el año que comienza (2018). La idea del año nuevo se sostiene en la creencia de que con un "tiempo nuevo" las cosas vuelven a empezar y vuelven a ser nuevas, cuando en realidad lo que cambia somos nosotros mismos. Nos hacemos "buenos propósitos", pero vale la pena darnos cuenta por qué año tras año fallamos, aquí diez pistas:

1. La meta suena como un embeleco: Normalmente nos proponemos cosas generales que son todo y nada. Estas metas, como no tienen cuerpo, no las entendemos y no podemos conectarlas con un propósito, un plan de acción y algún tipo de medida. Veamos algunos ejemplos ("Este año sí voy a..."):

  • Bajar de peso
  • Leer más
  • Hacer más ejercicio
  • Aprender Inglés (u otro idioma)
  • Salir de deudas
  • Hacer un viaje
  • Dejar de fumar
  • Y agrega tu propia lista con los que se te ocurran...

Hasta acá no hay nada. Bajar de peso puede ser bajar 200 gramos o 10 kilogramos y en ambos casos bajaste de peso ¿Pero era la cantidad que requerías? Hacer un viaje puede ser ir a cualquier parte ¿El viaje que piensas es ir a cualquier parte? ¿Concretamente a dónde quieres ir y cómo quieres que sea ese viaje?

2. La meta no se conecta con nada: Hay que conectarla con un sentido de propósito, un fin trascendente. Sin esto es difícil mantener el foco, la concentración y la disciplina. Si dijiste que una meta es "bajar de peso" la pregunta de fondo es ¿Para qué? ¿Qué buscas con pesar menos...? Quizás la meta sea estar saludable dentro de los límites razonables para tu cuerpo.

3. No visualizamos el camino: Pensamos en el punto de llegada, pero no en cómo llegar a él. El camino es quizás más importante que la meta. Conectar el camino con el propósito nos ayuda a darnos cuenta por dónde es mejor andar [para nosotros], qué es lo más simple y tranquilo. Por ejemplo, si lo que queremos es "salir de deudas", quizás esto puede ser parte de una meta más grande: "Consolidar una capacidad financiera que me permitan hacer realidad mis metas materiales...".

Una parte importante de visualizar el camino es escribir todo esto, ponerlo en palabras claras, ojalá en una estructura visible con imágenes y en un lugar donde lo podamos visualizar permanentemente para hacerle gestión y seguimiento.

4. El camino no lo volvemos un hábito: Tomemos la meta inmediatamente anterior. En esta podemos cuantificar la 'consolidación' en términos de la sostenibilidad del esfuerzo y la 'capacidad financiera' de acuerdo con lo que cuestan las 'metas materiales'. Podemos hacer un plan mensual de reducción o eliminación del endeudamiento ("salir de deudas"), analizar cómo "optimizamos los gastos", ponernos metas de ahorro y revisar qué otras fuentes de ingresos generar; dicho así, el camino tiene sentido y se puede caminar en pequeños pasos mensuales. Caminar el camino se convierte en un hábito de vida para lograr lo que nos proponemos.

5. Dominamos el arte del autosabotaje: Somos expertos en la 'esquezofrenia', "la enfermedad de las excusas". Tenemos una disculpa para todo y bloqueamos cualquier posibilidad de actuar diferente. Esto sin mencionar la falacia del "momento perfecto", entonces esperamos un día que haya eclipse de Luna a las 3:00 PM y que Sagitario esté en la casa de Virgo... para empezar a actuar.

6. Fijamos Muchas metas al tiempo: Estamos acostumbrados a medir la vida por "libras". Creemos que todo está bien si es en abundancia y lo mismo nos pasa con las metas. Nos llenamos de puntos de llegada y no sabemos al final a cuál apuntarle; tampoco hacemos nada para que las metas confluyan entre sí, como por ejemplo "Un estado de salud balanceado...", acompañado de lecturas para eso, ejercicio, eliminación de hábitos nocivos, etc. Una sola meta y más bien varias acciones que confluyan hacia ella.

7. Una carrera sin "metas volantes": Como no tenemos clara la meta ni el camino, tampoco nos ponemos de acuerdo sobre cuáles pueden ser las pequeñas victorias que capitalizaremos y cómo celebrarlas. Por ejemplo: la meta será bajar dos kilos durante el primer trimestre del año y así sucesivamente cada trimestre. Si lo logro me regalo una comida de lo que más me gusta en un excelente restaurante. Si supero la meta, no solo me regalo esa comida sino algo más que me encante. Si yo mismo no me premio, nadie lo hará por mí... Celebrar los pequeños logros refuerza nuestra confianza y autoestima.

8. Hacer todo solos...: Quedarnos callados puede eliminar la posibilidad de encontrar ayuda para lograr lo que nos proponemos. Comunicar nuestra meta a la gente que nos importa e involucrarles en su logro puede ser una estrategia ganadora. Es algo que también estimula muestras de apoyo y premios. Si muestras compromiso y disciplina te ganas el respeto y aprecio de las personas. Quienes te apoyan también pueden celebrar contigo las victorias tempranas y darte un poco más de refuerzo.

9. Buscamos darle gusto a alguien más: A veces nos fijamos metas para quitarnos la presión de alguien más o para ganarnos su aprobación. De todo lo dicho hasta ahora, intuitivamente se desprende que las metas deben ser genuinas en sí mismas, venir de nosotros. Si conectamos una meta al hecho de darle gusto a alguien más, lo que terminaremos haciendo es ganarnos una fuente de ansiedad.

10. El círculo vicioso de la frustración: Para cerrar, es fácil concluir que caer en todo lo anterior nos pone a hundirnos en el círculo vicioso de la frustración. No logramos nada en concreto, erosionamos nuestra autoconfianza y en consecuencia nos saboteamos.

Cualquiera de nosotros puede hacer un corte y empezar su año cuando quiera... ¿Cuáles son tus propósitos?

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