La letra h es el único grafema de nuestro sistema ortográfico que no representa ningún fonema (al menos, no en el español convencional); de ahí que se la conozca como una "letra muda".
En este artículo veremos por qué sucede esto.
Como sabemos, la letra h es el único grafema de nuestro alfabeto que en la mayoría de sus usos carece de correlato fónico; esta es la razón por la cual la llamamos coloquialmente hache muda, expresión que, además, sirve para diferenciarla de esos casos -por cierto, excepcionales- en los que la h se pronuncia con valor de /j/, en los que la llamamos hache aspirada.
Si bien, en la actualidad, la h carece de valor fónico en buena parte de las voces que conforman nuestro léxico, ha sabido conservarse sin embargo en nuestro sistema ortográfico por razones etimológicas, aunque debemos admitir que el uso tradicional consolidado también jugó un papel preponderante en este proceso.
Inicialmente, la h representaba en latín un fonema aspirado. No obstante, este fonema desapareció muy pronto, aunque su reflejo se siguió manteniendo en la escritura. En efecto, la mayoría de las haches que aparecen en nuestro idioma, como bien indica la OLE, "se deben a la presencia de esta letra en su étimo latino (aunque en el propio latín la h no representara ya sonido alguno desde comienzos de la época imperial)"[1].
- La etimología y el uso tradicional consolidado
En los albores del español medieval -etapa en la que escritura se basaba, principalmente, en la pronunciación-, muchas palabras provenientes de voces latinas con h se escribían, no obstante, sin ella ( auer [hoy haber], omne [hoy hombre], onor [hoy honor], etc.). Con todo, en períodos posteriores, el criterio etimológico empezó a cobrar cada vez más fuerza en la fijación ortográfica. Así, desde mitad del siglo XV, comenzaron a reponerse muchas de estas haches "etimológicas" en nuestro sistema de escritura, y, de hecho, se han conservado hasta nuestros días.[2]
Muchas otras haches del provienen, como también indica la OLE, "de la conservación en la escritura de la h- procedente de la antigua aspiración de f- inicial latina ante vocal, características del español medieval: hacer (del lat. facěre), harina (del lat. farīna), heder (del lat. foetēre), herir (del lat. ferīre), herramienta (del lat. ferramenta)"[3].
Asimismo, podemos encontrar haches en palabras provenientes del latín "cuyo étimo en esa lengua no contiene ni h ni f, como ocurre en henchir (del lat. implēre), hinchar (del lat. inflāre) o hallar (del español medieval fallar, procedente a su vez del lat. afflāre)"[4]. A este grupo pertenecerían aquellas palabras que derivan de vocablos latinos con g inicial, tales como helar (del lat. gelāre), hermano (del lat. germānus), hielo (del lat. gelu) o hinojo 'rodilla' (del lat. genucǔlum).
La etimología también explica las haches que aparecen al inicio de voces formadas por prefijos de origen griego ( hemi-, hidro-, hiper-, etc.), como sucede en hemisferio, hidrocefalia, hiperinflación, etc.
Del mismo modo, son etimológicas las haches provenientes de idiomas que tienen esta letra en su grafía de origen o en su trascripción al alfabeto latino. Así, hay voces con h muda procedentes del árabe (algunas incorporadas a través del francés), como alcohol, alharaca, alhelí, almohada, azahar, brahmán, harén, hasta (preposición), hazaña, hégira, mihrab, mohíno, rehala, rehén, tahalí, tahona, zahorí; del hebreo, como hitita o Jehová; del francés (donde la h también es muda), como halar, hangar, higiene, horda, hotel, hugonote, menhir; del inglés, como hamburguesa, hipnotismo o hurra; del holandés, como hotentote; del húngaro, como húsar; del japonés, harakiri; o de lenguas originarias de América, como hamaca o huracán. Asimismo, hay haches mudas etimológicas en topónimos, como en Hamburgo u Holanda, y en voces procedentes de nombres propios, como alzhéimer, hercio u ohmio, que derivan respectivamente de los apellidos Alzheimer, Hertz y Ohm.[5]
Con todo, hay también un importante grupo de haches que no responde a razones etimológicas, sino a razones históricas afianzadas por el uso, como, por ejemplo, la h que se escribe generalmente delante de los diptongos /ua/, /ue/, /ui/, tanto al comienzo de la palabra como al comienzo de una sílaba intermedia ( huelga, huella, huerto, hueso, huevo, huir, deshuesar, parihuela, vihuela, etc.). Este caso en particular tiene su explicación en la antigua costumbre de indicar con la letra h que la u era vocal y no consonante, pues se inició en épocas en la que los grafemas u y v no estaban aún diferenciados y podían representar tanto el fonema vocálico /u/ como el consonántico /b/.
Asimismo, la falta de valor fónico de la h en nuestro idioma ha conseguido que palabras que etimológicamente deberían llevarla terminaran escribiéndose sin ella, tal es el caso, por ejemplo, de aleluya (del hebreo hallĕlū-Yăh 'alaben a Dios'), asta ('mástil', 'cuerno', o 'lanza', del latín hasta, quizá para eludir la homonimia con la preposición hasta, de origen árabe), endecasílabo (formado por el prefijo de origen griego endeca- 'once', que en latín se escribía hendeca-), invierno (del lat. hibernum) o reprender ( reprehendere). En algunos casos, se conserva la doble posibilidad gráfica, por consiguiente, hay palabras que pueden escribirse con h y si ella, como alhelí y alelí, incluso, en algunos de estos casos, las voces resultantes individualizan sus significados y dan lugar a palabras diferentes, como aprehender y aprender.
Como podemos observar, en la mayoría de los casos no es posible establecer cuándo una palabra debe escribirse con h muda, al menos, no sin conocer antes su etimología, ya que, a lo largo de la historia del español, la conservación o eliminación de la h etimológica no se ha regido por pautas precisas.
La misma Academia, contra lo que podría creerse, pareció en algún momento lamentar la pérdida de una de las aspiraciones etimológicas de la h. Esto lo podemos comprobar en el párrafo 526 de la Gramática de 1931, donde se lee que "el uso, que no siempre afina y perfecciona las lenguas, ha privado al idioma de la aspiración de la h procedente de la f latina; [no obstante] esta aspiración aún se conserva como dialectal en Andalucía y Extremadura"[6].
En definitiva, solamente la consulta del diccionario puede ayudar a despejar las dudas que, en lo concerniente al uso de la hache muda, puedan presentársele a quien escribe. Huelga decir que recomendamos esta práctica.
[1] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa, 2010.
[2] Véase Amado Alonso. De la pronunciación medieval a la moderna en español, II, Madrid, Gredos, 1969.
[3] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa, 2010.
[5] No obstante, en algunos casos, la h puede conservar el sonido aspirado originario, como ocurre en dírham, hachís, haiku, hámster, hándicap o Hawái.
[6] Academia de la Lengua Española. Gramática de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, 1931.
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