A Eduardo Almalé, que lo sabe todo sobre Miralles y lo
tiene casi todo, y me ha confesado que este no lo tiene.
He encontrado este mamotreto de segunda mano y muy bien de precio. Y me lo he comprado.
¿Por qué lo he hecho? No lo sé. No lo he podido evitar. Es una droga. Hago lo que puedo por dejarla, y a veces consigo estar una temporada limpio, pero siempre recaigo. Siempre acabo picando otra vez. ¿Por qué compro estas mierdas? No lo sé. No me hacen más que daño. Las hojeo con envidia, con rabia, con desesperación. Sé que nunca seré invitado a esos paraísos. Las hojeo como se hojea una revista pornográfica: Fantaseo, imagino, me excito, me creo que yo... Lo mismo. Un mirón; un maldito mirón; un estúpido mirón frustrado que no ha sido invitado a la fiesta. Hojear ese tipo de libros no me ayuda en nada a hacerles a mis clientes las casas "bonitas" que ellos me piden. ¿Qué voy a hacer? ¿Inspirarme en algunos de esos mágicos diseños para hacer croquis imitativos por ver si cuelan? Lo he hecho muchas veces y nunca han colado. ¿Enseñar directamente esos libros a mis clientes? También lo he hecho a menudo y han puesto el grito en el cielo. Lo que quieren ya me lo sé, me lo sé de sobra, y para darles gusto no necesito más que una plantilla de arcos carpaneles, que por otra parte no me hace falta porque también me la sé. Los edificios que me ha sido dado y me será dado hacer no se nutren en nada de mi estupenda biblioteca. Sigo desgravándome las compras de estos libros, pero ningún subinspector de hacienda se tragaría que son un gasto profesional, que sirven en algo a mi desempeño como arquitecto. Sólo debería desgravarme el Cien modelos de chalets y el Proyectos de casas del CCC o del CEAC. Todo lo demás es vanitas vanitatis y pornografía.
Hablando de pornografía, no soy usuario de la convencional. Supongo que si lo fuera y mi mujer o mis hijos me pillaran una colección razonablemente amplia de publicaciones pasaría un rato incómodo, pero seguramente la cosa se acabaría aceptando y la sangre no llegaría al río. Sin embargo esta otra pornografía arquitectónica sí es peligrosísima. Naturalmente, la escondo. Hace unas semanas me descuidé y mi mujer vio el Nueva arquitectura danesa que había dejado olvidado a la vista tras hojearlo.
-¿Y esto? -Un libro. -Ya. ¿Cuánto te ha costado? -¿Eh? Poco. Poco. Además me resulta útil. -¿Útil? ¡Pero si aquí hay casas con cubierta plana! ¡Y fachadas de cristal! ¿Pero esto a ti de qué te sirve? ¡Dime la verdad! ¿Cuánto te ha costado? -Poco, mujer... Nntisiete euros. -¿Cuánto? -Mnnnsntisiete. -Ya. A ver la factura.
Os podéis imaginar el pollo: Que si me hacen falta camisas y nunca estoy dispuesto a comprármelas... Que si hace semanas que no salimos a cenar por ahí... Que si necesitamos una lámpara en la entrada y yo me hago el remolón y doy largas... para gastarme el dinero en libros de mierda; en libros de casas sin tejado y sin arcos de ladrillo. En libros que no me sirven para nada.
Hace tiempo que los oculto. Sólo dejo a la vista los libros técnicos, de esos que tienen tablas de escorrentías y de secciones de tubos. Ya sabéis.
Los demás los escondo y los enmascaro. Tengo un tocho de la Bauhaus forrado con papel de embalar en el que he escrito con rotulador: ESTRUCTURAS DE ACERO. Y de los constructivistas soviéticos tengo varios, todos forrados también: ARQUETAS SIFÓNICAS, ACCESIBILIDAD, PROTECCIÓN CONTRA INCENDIOS...
Me escondo para hojearlos. Los miro con prisa, con urgencia, con sentimiento de culpabilidad. Me prometo que no compraré más, incluso que venderé los que tengo. Pero no puedo. No sólo no los vendo, sino que de vez en cuando compro alguno nuevo, que, como digo, solo sirve para acrecentar mi dolor.
Menos mal que mi mujer no lee este blog. En todo caso el libro de Miralles que me acabo de comprar es de segunda mano y me ha costado muy barato. De verdad. Mnnnsntisiete euros.
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