Posiblemente, la intima razón por la que los #arquitectos tiran los precios

Por Bsajjq

Autor | José Javier Quintana

“Sólo quiero seguir realizando obras, no quiero retirarme. Aunque sea sólo una vez más quiero sentir otra vez todas esas sensaciones…”

Me decía un archireconocido arquitecto, no hace demasiado tiempo.

¿Qué tiene esto de ser arquitecto que tanto engancha?


Trabajando para otros arquitectos he descubierto que muchos de ellos tienen una irresistible atracción por construir, por realizar una obra. Ahora que las obras escasean es cuando se pone de manifiesto esa necesidad que se convierte en anhelo.

Mientras escribo este post, pienso y me pregunto a mi mismo ¿acaso tú mismo no sentiste también esa atracción?

Debo de echar la vista atrás, muy atrás, a los tiempos en qué terminé la carrera y tenía esa ambición por construir, por hacer buena arquitectura. No sólo era ambición, era un anhelo, una responsabilidad. D. Javier Carvajal tuvo mucho que ver en ello.

Tras cinco años de profesión comprendí que nunca sería capaz de competir con algunos, los mejores, arquitectos a la hora de conseguir edificar aquellos proyectos que colmarían mi ambición. No se si fue realismo o quizás fue miedo.

La necesidad de crear se tiene. Hay muchas naturalezas creativas, hay mucho oficios artísticos, un pintor, un escultor, un poeta, un escritor, un arquitecto, etc.

La principal diferencia entre los arquitectos y el resto reside en el coste de fabricación de la obra. Mientras que el resto necesita pocos medios, el arquitecto requiere una importante, cuando no astronómica, inversión por parte de un tercero. Ese alguien pone un montón de pasta, para que nosotros la utilicemos para resolver sus necesidades y para resolver esa necesidad intima y básica que todos los arquitectos tenemos.

Y es por eso, que diría un francés, que solemos experimentar con nuestro cliente.

Luis Tabuenca, arquitecto curtido en el mercado real profesor de proyectos cuando cursaba 3º, recuerdo que hablando de estas cosas, de experimentar, nos decía “experimenta con tu padre, cacho xxxxxx”. Será que algunas veces confudimos la experimentación del trabajo bien hecho con la probatura arriesgada y poco seria que suele acarrear problemas.

Pero es que eso de experimentar mola mucho y por eso nos cuesta ser especialistas, porque nos gusta “hacer de tó” que es mucho más divertido aunque sea nuestro cliente quien pague los errores propios de nuestra curva de aprendizaje.

Es probable que lo hagamos con la mejor intención, yo diría incluso que casi seguro, y sería bueno que nos intentáramos ser lo más sinceros posible para poder ser más serios.

Es muy posible que sea por ese disfrute íntimo y arrebatador que estemos dispuestos a “trabajar como sea”.

Un encofrador no se levanta por la mañana con la imperiosa necesidad de hormigonar otra plancha y es más cuando lleva muchos años lo único en lo que piensa es en dejar de hacerlo. Ni un electricista, ni un fontanero y quizás sea por ello, por lo que si no les pagas lo que merece su trabajo, no trabajan, es decir no rebajan sus honorarios.

Quizás sea eso, que una cosa cuesta y sufrir, esforzarse, sudar para ganar menos de lo que merecen es como para tomárselo como se lo toman y no ser muy amigos de tirar los precios.

Más allá de que no sepamos cuantificar el valor de nuestro trabajo desde un punto de vista financiero, quizás sea eso, que los arquitectos cuando trabajamos sufrimos poco, disfrutamos mucho y no nos damos cuenta de que cuando tiramos los precios estamos destrozando esa profesión que tanto nos entusiasma.