Tomado de La Jiribilla
Convocatoria ONCENA BIENAL DE LA HABANA
Consideramos entonces oportuno dedicar esta oncena edición a evaluar cómo se comportan las relaciones entre las producciones visuales y el imaginario social. En principio debemos apuntar que cuando hablamos de imaginario social no nos estamos refiriendo a un cuerpo teórico, sino a cómo la gente imagina su espacio social y se manifiesta a través de referentes culturales e históricos, así como a la dimensión simbólica que ellos adquieren a través del arte.
El imaginario social expresa los vínculos y las relaciones de amplios grupos de personas que abarcan a toda la sociedad, compartiendo intereses comunes y estableciendo niveles de legitimidad. Es el lugar donde toman cuerpo las nociones de lo público, del espacio ciudadano y de los diferentes aspectos que posibilitan la interacción comunicativa. Aunque este concepto contiene las normativas sociales, refiere también aquellos componentes de carácter personal y de la subjetividad que indiscutiblemente pasan a formar parte de un sistema mayor. Su naturaleza lleva implícita los principales conflictos que actualmente detectamos en el entorno urbano, uno de los tejidos donde se manifiesta de manera singular.
Hoy día el agotamiento de antiguos modelos de representación social e institucional conducen a la búsqueda de anclajes y conexiones culturales como modos de reivindicar nuevas formas de convivencia y socialización, que implican otras maneras de percibir y de entender la cultura.
Si bien la industria del entretenimiento ha tratado de influir en el alcance intelectual de los públicos con el objetivo de utilizar los discursos alternativos bajo el efecto mediático, son muchos los canales que paralelamente facilitan la comunicación y permiten el intercambio de sus significados en diferentes niveles.
En alguna medida esto favorece la formación de una audiencia mayor cuya participación se hace mucho más creativa y plural.
En el presente, el concepto de lo público incorpora escenarios transversales en su dimensión dialógica, lo que convierte a la esfera pública en el eje principal de intercambios asociados a nuevas configuraciones de los imaginarios sociales; y este proceso vuelve a adquirir una especial connotación, donde el papel del arte y sus prácticas creadoras resultan esenciales.
Ediciones anteriores de la Bienal de La Habana tomaron como objeto de interés curatorial algunas experiencias incipientes de este fenómeno. A partir de 1986, se concibiendo talleres y acciones en determinadas comunidades de la capital cubana, que expresaban la conciencia del papel de la ciudad y de sus sujetos sociales en el redimensionamiento de la implicación del arte en los diversos contextos.
Ahora no se trata de retomar los imaginarios que conforman una tradición, sino de pensar en cómo se crean discursos que implican o comprometen, en una más compleja escala, al ciudadano y al espectador. El público no debe quedarse en el lugar de culto, representado tradicionalmente por los grandes museos, los circuitos de galerías o los eventos internacionales. Es imprescindible también escuchar el ruido de la calle; debemos idear
la forma de salir de los sitios sacralizados para pensar en el transeúnte, en aquel que queda fuera de los circuitos especializados y trabajar el site especific, el time especific y el public especific. Nos interesa generar un clima de afecto y sensibilidad que parta de relaciones más primarias. Necesitamos imaginar la ciudad con la gente, en el contexto y el barrio, de modo que nos acerque a las complejidades que genera la existencia.
El arte ha ido expandiendo su espacio de acción. Las formas de actuar y los presupuestos de estructurar sus narrativas siguen generando debate. Todavía resulta polémico lo que puede ser lícito o no dentro de la presentación de la obra, así como el impacto que desde el punto de vista ético puede tener un determinado proceso de trabajo. Ante esta disyuntiva aparecen otras soluciones en la manera de crear nexos y en la elaboración de una textualidad generadora de intersecciones que hasta ahora parecían dispersas.
El modo en que entendíamos la relación del arte con la vida no se corresponde con una formulación mecánica, ni es tampoco una teleología a la cual se debe aspirar como el fin de todas las cosas. Las galerías, los centros de arte y los museos han ido incorporando de forma gradual una estrategia de promoción que favorece un compromiso con un arte más participativo y de implicación del espectador.
Sin desconocer los niveles de legitimidad y de visibilidad que producen espacios como estos, en los presupuestos conceptuales de la Bienal debe quedar clara la posibilidad que tiene la creación artística de jugar con los imaginarios que van conformando los mapas de estos tiempos. Se hace necesario además, favorecer las nuevas subjetividades que acompañan el devenir de lo simbólico y cómo se establecen las interconexiones entre los públicos, los artistas y el proceso creativo.
Proponemos enfatizar en el papel del arte en la transformación de objetos y como catalizador de sujetos sociales. Esta Bienal aspira a explorar las disímiles acepciones de lo público teniendo en cuenta las consabidas intervenciones en espacios urbanos, los proyectos de carácter interactivo, lúdicos, multidisciplinarios; los procesos de inserción social y de trabajo en las comunidades, hasta los soportes que han ampliado gradualmente los niveles de accesibilidad a la tecnología y a las actuales formas de comunicación.
Nuestro interés está dirigido a hacer pensar sobre las bases en que se constituyen las redes sociales y se convierten en espacios de socialización entre personas de diferentes partes del mundo, en los que se diluyen y se ponen a prueba los perfiles más íntimos del ser humano.
De igual modo, el arte no ha estado ajeno al deterioro del medio ambiente ni a las crisis que se han generado en las grandes urbes, una situación que nos conduce a repensar los modelos de configuración de las urbanías a partir de necesidades emergentes de sobrevivencia. La educación ambiental vuelve a ser hoy una motivación para movilizar a amplios sectores de la sociedad civil en todo el mundo.
Las advertencias hechas desde la ciencia sobre la fragilidad del ecosistema han tenido que ser retomadas socialmente. El poder hegemónico fomenta su interés bélico y consumista y asienta la relación con la naturaleza como un recurso utilitario, sin preservar las condiciones mínimas del entorno vital. Esta plataforma resulta inédita para la proyección de la esfera pública en el mundo contemporáneo.
A raíz de todas estas consideraciones, para la Oncena Bienal de La Habana es importante propiciar el diálogo entre el adentro y el afuera, trabajar con el arte vivo e involucrar de forma permanente al espectador. Nos planteamos – esta vez con mayor énfasis – convertir el contexto cubano y los escenarios públicos en un laboratorio temporal de experimentación artística.
Mayo 2011.