Prácticum…¿y ahora qué? (ii)

Por Jagonzalez

En julio de este año, inmersos en el verano, tras unas merecidas vacaciones, tras meses de trabajo alterado por la pandemia, encontramos un rato para pensar en nuestra labor docente en el hospital, en su obligado cese en marzo y en el devenir de la misma en el curso en el que ahora estamos.

Con el criterio más asentado, tras la experiencia vivida y conocida, nos atrevemos a plasmar aquí una continuación de nuestras cavilaciones. Hemos de dejar claro que no pretendemos una crítica gratuita ni haremos referencia a ninguna universidad en concreto. El lector, clínico, docente, gestor, o mezcla de ello, debe entender que nuestra preocupación es sincera. No en nuestra condición de profesor asociado o profesional sanitario, sino como ciudadano que contribuye gustosamente con sus impuestos a la formación de los futuros enfermeros, médicos o fisioterapeutas, entre otros.

Hay que recordar  y entender que la pandemia supone cambios, adaptaciones, supresiones, innovaciones también en el ámbito de la asignatura de Prácticum, como en el resto de actividad docente, universitaria o no. Lo que atisbábamos en julio en la entrada (1) a la que hora damos continuidad era una falta de previsión para minimizar las repercusiones de la pandemia, dada la característica inherentemente presencial de las prácticas clínicas. No teníamos noticias de planes de contingencia. Seguramente estos estaban en mentes o informes, pero la consideración marginal (no es peyorativo) que la Academia tiene hacia la figura lejana de tutores o profesores asociados nos hacía ignorantes de esos programas.

Tras semanas de incertidumbre, los prácticums comenzaron ya con retraso. Comprensible cuando a la vuelta del verano se confirmaban incrementos en contagios e ingresos en los hospitales. Sea por esto, acompañado por imprevisión o relajación, o por razones que se nos escapan, la resultante es que la duración de la asignatura en su parte de presencialidad, de contacto con el entorno clínico y con el paciente se ha visto notablemente aminorada.  Quizá no en su caso, estimado lector. Pero no dude que ha ocurrido. Por eso nos vemos impelidos a repreguntar, quizá en el vacío, ¿ahora qué? En junio tendremos “en el mercado” a profesionales sin la vivencia experiencial que sólo se adquiere en el puesto asistencial, en el despacho, a la vera de una cama o en una sala de fisioterapia. Se podrá argumentar que se ha hecho lo posible, que han superado un mínimo de estancia en el hospital o centro de salud. Pero entonces, si eso les habilita para obtener su título (en el caso de los estudiantes de cuarto de Enfermería o Fisioterapia), ¿por qué no extender el modelo a futuros cursos? ¿Se va a reducir el importe de la matrícula que obedece a una carga docente mucho mayor?

Nos atrevemos a responder, con lástima y resignación (aunque estemos curtidos para que nos quite el sueño) que esta situación pasará, diremos que no quedaba otra; los alumnos, tras protestas más o menos airadas, se conformarán mientras tengan el papel en junio próximo; no se devolverá ningún euro. Así todos “satisfechos”. Ese capital experiencial que se asume en el trato con profesionales y estudiantes de la propia disciplina y otras, con la presencia en los centros, con el trato a pacientes y familiares, se irá construyendo, con suerte, en los próximos años, esquivando situaciones más o menos embarazosas. Se disimularán y encubrirán las fallas en la formación, esperando que no traigan consecuencias notables para los usuarios. ¿Alguien lo duda? Esperemos que ya el curso que viene la normalidad regrese. Y esperemos que si tenemos la mala suerte de precisar los servicios de los profesionales que ahora son estudiantes sepan camuflar esos déficits de conocimiento y práctica que seguro tendrán. Más nos vale a todos.

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Referencias:

1. González-García JA. PRÁCTICUM…¿Y AHORA QUÉ? En Fisioterapia https://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2020/07/24/practicum-y-ahora-que/. Acceso 15 de noviembre de 2020.