Si tu relación con Dios es de amor, te atreverás a preguntarle ciertas cosas e incluso a veces te enfadarás, porque eso es lo que haces también con las personas a las que amas.Pregúntale a Dios porque Dios siempre te responderá. Desahógate con él, grítale si es necesario y Dios te contestará porque incluso sin hacerlo , te darás cuenta de que en tu mismo grito está la respuesta.
Necesitas esa relación de confianza, una relación sana en la que puedas expresar lo que sientes, lo que piensas y Dios también lo quiere así. Porque Dios nos ama. Y si yo amo a alguien me dolería que esa persona me tuviese miedo y no se atreviera a decirme las cosas sobre todo porque si no me las dijera no podríamos aclarar los malentendidos.
Y hay muchos malentendidos entre Dios y tú. Hay muchas falsas interpretaciones por tu parte y Dios está deseando aclararlas. Muchas veces te enfadas con Dios por tu errónea interpretación de la realidad . Porque no estás haciendo nada por ti mismo y te comportas como un niño inmaduro que no quiere crecer. Porque no tienes ojos para ver lo que Dios ve. Porque tu mente deforma los acontecimientos pasados y futuros.
Otras veces crees tener toda la razón para enfadarte, todos los argumentos inclinan la balanza a tu favor, Dios tendría que haberte ayudado, las cosas no tendrían que haber sucedido así. Dile a Dios que estás enfadado con él, que no te tendría que haber “abandonado”, repíteselo una y otra vez, hasta que te conteste. Tal vez no lo haga pero descubras que aun así le sigues amando. Y El te ama también. Y esa pregunta tal vez pueda esperar a ser contestada. Pero lo importante es que tú hagas la pregunta.