Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los argentinos consumimos más sal de la que nuestro organismo debería. Pero, afortunadamente, hay más opciones cada vez más saludables: clásica, baja en sodio, marina, del Himalaya, son algunas. Conocé sus diferencias y beneficios.
La sal ya no es solo fina, gruesa o parrillera, hoy tenemos una gran variedad pero, ¿todas le dan el mismo sabor a nuestras comidas? La licenciada en Nutrición Solange Cittadini nos cuenta que “pueden variar tanto en su forma como en su composición nutricional” y lo primero que debemos tener en cuenta antes de decidirnos por una de ellas es que “la sal no está compuesta simplemente por sodio, sino que también contiene cloro, por lo que un gramo de sal estándar está formado por 400 mg de sodio y 600 mg de cloro”. Ahora sí, sin abusar de su consumo, podemos elegir entre:
- Sal marina:
- es conocida por “no pasar por un proceso de refinación”, sin embargo tiene el mismo contenido de sodio que la sal común.
- Sales saborizadas o pseudosales:
- de ajo, cebolla, apio, etc.
- Sales dietéticas:
- son libres de sodio y están hechas sobre la base de cloruro de potasio o cloruro de amonio. Son recomendables para personas hipertensas, pero no se recomiendan a quienes sufren algún compromiso renal debido a su contenido de potasio.
- Sales modificadas:
- tienen menor contenido de sodio, están reducidos hasta en un 60% los 400 mg que contiene la sal común. Por su modificación en la composición química su sabor es diferente.
- Sal rosa de Himalaya:
- se la describe como beneficiosa por ser la más pura y libre de contaminantes que podemos encontrar. Es rosada porque no pasa por el proceso de refinación y blanqueamiento característico de la sal de mesa.
En cualquiera de sus formas, los argentinos consumimos más sal de la que debiéramos. “Según la encuesta nacional de factores de riesgo cardiovascular, el consumo de sal en Argentina se ubica entre 9,8 y 12,7 gramos por día, cuando la recomendación de la OMS es menor a 5,5 gramos diarios”, afirma el doctor Walter Espeche (MP 115064), miembro de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA). En exceso, puede provocar enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, retención de líquidos y aumento del apetito. “Para reducir el consumo en el hogar hay que evitar el agregado de sal en la preparación de las comidas, no poner saleros en la mesa, limitar el consumo de snacks o alimentos elaborados, y consumir productos de bajo contenido de sodio”, puntualizó Judith Zilberman, médica (MN 82159) y presidenta de la SAHA.
No solo ingerimos sal cuando la agregamos a nuestras comidas, sino también cuando consumimos alimentos procesados. Por eso, “un dato interesante es que 1 gramo de sal equivale a 400 mg de sodio (la recomendación de sodio es de 2300 mg al día). Si tenemos en cuenta, por ejemplo, que un sobre de los que vienen para “agregar” a las comidas contienen 2 g de sal, es decir 800 mg, es muy fácil pasarse de la recomendación diaria de la OMS”, explica Cittadini y concluye que “la sal no es mala, se puede consumir mientras sea de una forma moderada y equilibrada teniendo en cuenta las recomendaciones diarias. Lo que sí es malo es el exceso que muchas veces, sin darnos cuenta, perjudica nuestra salud. Cuanto menos utilicemos, más salud aportamos, entonces cuidemos su consumo con consciencia”.