A veces viene bien encontrar libros de este tipo, tranquilos, suaves, con ilustraciones blanditas y coloridas que, ya desde el primer momento, prometen un ratito agradable, acogedor y entretenido.
Esto me ha pasado a mí con la lectura que traigo hoy. Me gustó por muchas cosas, por su aspecto, por su edición, colorida y sencilla, por las ilustraciones de Conchita Botines, tan acordes al tipo de libro que es y sobre todo, claro, por sus historias, cuentos de distintos lugares del mundo, algunos muy conocidos, otros no tanto, agrupados en función de las estaciones del año.
Y me diréis, hay miles de libros de cuentos, ¿qué tiene este de especial? A lo que os contesto que, bajo mi punto de vista, los cuentos están muy bien elegidos.
“¡Miau! ¡Miau! – Dijo el gato.
¡Oh! – Dijo el patito – me parece que yo también podría maullar así.
¿Pero creéis que el patito pudo decir miau, miau? ¡De ninguna manera!
Eso sí, lo intentó pero solo consiguió decir miac, miac y no sonaba nada, nada bien”.
Nos movemos entre canciones simpáticas y rimas pegadizas y entre historias optimistas y positivas que nos harán sonreír y asentir con la cabeza. Todas de una extensión breve, lo que evita que los pequeños que las escuchen se cansen y entre las que se intercalan juegos de deditos para hacer todo más dinámico.
Me ha gustado mucho este libro porque creo que, desde la primera página, envía mensajes alegres y sencillos, sin moralinas ni sermones, para mostrarnos un mundo amable, en el bosque, lleno de personajes entrañables que nos van a contar muchas cosas.
“¡Patim, patam, patum,
Andad con tiento y buen ojito!
¡Patim, patam, patum,
Que no piséis a Pulgarcito!”
¿Os suena?