Se considera que el primer aroma-terapeuta (si se puede llamar así) de la historia fue el griego Teofrasto, quien escribió el tratado "Relativo a los olores", en el que analizaba olores y salud.
Otro griego, Hipócrates, el padre de la medicina occidental, defiende en varias de sus obras los poderes de sanación de las esencias que sacamos de las plantas aromáticas. La ceremonia que aún hoy realizan los médicos, el juramento hipocrático, está basado en la tradición curativa de Esculapio, cuyos principios éticos siguen siendo aceptados por la medicina.
Esculapio o Asclepio era, según la mitología, hijo de Apolo, el dios de la salud en el panteón griego, y en su honor se levantaron trescientos templos en los que había vasijas para quemar incienso.
El símbolo de Esculapio era una serpiente enrollada en una vara: en la mitología griega la serpiente está relacionada con el hallazgo de plantas medicinales. En realidad la asociación de la serpiente con las plantas curativas proviene de la Mesopotamia asiática.
Los griegos también desarrollaron en Occidente el arte de la perfumería. Las recetas de algunos de los perfumes medicinales quedaron escritas en losas de mármol en los templos dedicados a Esculapio y a Afrodita, la diosa del amor y de la belleza.
Los romanos, herederos de gran parte de la cultura griega, elaboraban preparados de aceite para untarse el cuerpo y para perfumar telas y ambiente. El vocablo latino perfumum significa "a través del humo". Seguro que es una referencia al incienso o cualquier otra hierba o madera aromática que, al arder, producía efectos levemente narcóticos.