Las hermanas Victoria y Anita Delgado eran unas niñas muy muy pobres, y muy pequeñitas pero muy monas, que empiezan a sacar a la familia adelante bailando y cantando como teloneras (y bastante mal, por lo que se lee) en el Gran Kursaal de Madrid, que tuvo a grandes estrellas. Un día, ven por la calle a ¡un hombre en elefante cargado de joyas (muestra de lo que llevaba en el turbante ese día, con 1742 diamantes nada más)! Este no era ni más ni menos que el maharajá de Kapurthala (región del Punjab, en la India), unos de los más de 600 riquísimos monarcas de la India Británica, que estaba invitado a la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg.
Y como buen guiri (recordemos que viene de parte del Imperio Británico), el maharajá se va a hacer turismo y a ver tablaos flamencos. Con un poco más de clase, encuentra el Gran Kursaal de Madrid, especie de local de variedades a la francesa, de esos poblados por pintores (Romero de Torres) y escritores (Valle-Inclán, Ricardo Baroja) trasnochados, en el que cantaban cuplés las hermanas Delgado. Y allí, como pasa siempre, hombre rico conoce a adolescente pobre. Y de lo que sucedió ahí solo podemos especular. Eso sí, todos los intelectuales del Café de Levante metieron bastante mano en el asunto.
Tiene fotos estupendas como esta, pero hay otras que...
Poco después, el maharajá vuelve a la India, y a Anita le llega un emisario con una proposición de matrimonio. Si Anita la acepta, volverá a ver a su prometido en París, y él le proporcionará educación de todo tipo, además de una vida de ensueño. Obviamente, acepta, cómo no, y se va a su maravillosa vida de ensueño en la India. Anita tenía 17 años cuando se casan por los civil en París, y el año siguiente lo pasan en Inglaterra. En cuanto llegan a la India, el monarca le hace construir ni más ni menos que una copia de Versalles como regalo de bodas. Lo que no sabía la joven y embarazada Anita, es que su marido ya tenía un harén en la India, o que tendrá que llegar hasta el palacio de tapadillo porque las autoridades inglesas no veían con buenos ojos su ocupación. ¿O quizás el monarca se avergonzaba de casarse con una cupletista?
El palacio
Anita Delgado, pintada por Beltrán Massés en 1919
Tienen un hijo, un aborto, y bastantes infidelidades y, lógicamente, el matrimonio no acaba bien. Pero bueno, para eso está el divorcio (tabú en Inglaterra, pero no en Francia). Y ser divorciada no le impidió pegarse la gran vida por toda Europa.Aquí teneis un maravilloso programa de RNE, con música, testimonios e incluso voces de archivo. También viene muy bien para meterse un poco mejor en el mundo de la Generación del 98, y para la Historia de las Variedades. MARAVILLOSO, repito. Ojalá me hagais caso y hagais click