Principios Básicos (5): Simpatizar, sentir para hacer sentir

Por Kheldar @KheldarArainai

Continuamos hoy con la serie de estos diez Principios Básicos que algunos amigos y seguidores apodan cariñosamente “Kheldarianos”. Le llega el turno al quinto principio, cuya enunciación reza:

Inspirar algo a los demás implica simpatizar, es decir, “sentir junto a ellos”. Por ello, implica sentir para hacer sentir. No se consigue nada yendo de androide.

Es de todos bien sabida la tendencia a ensayar el consejo de “si lo que haces no funciona, prueba algo diferente”. La mayor parte de las personas interpretan esto como una invitación a dejar de ser “ellos mismos”… Y terminan abandonándose.

Abandonándose en favor de toda clase y toda suerte de consejos, de los cuáles la peor parte se la lleva su dimensión emocional. Pues, al fin y al cabo, a muchos se les prohíbe desarrollar sentimientos profundos por una persona y exponerlos abiertamente, so pena de ser tachado de conformista o incluso como un frustrado hambriento.

¿Hambriento de qué? Sexo en primer lugar. Cariño, comprensión, conexión. Cuestiones que llevan a pensar… ¿Para esto quieres cambiar? Mejor quédate tal cual.

Tratemos no obstante de alcanzar un cambio positivo, útil y durable.

La cruda realidad es que todos esos intentos por cambiar y ser una mejor persona social, un mejor amante o mejor seductor (como más te guste decirlo) caen en saco roto si no se tiene algo muy sencillo… SIMPATÍA . Esta palabra proviene del idioma griego, y es un derivado de συμπάθεια (sympatheia), palabra compuesta de συν (juntos) + πάσχω (pasión, en este caso “sufrimiento, afección”) = συμπάσχω; literalmente “sufrir juntos”.

El uso actual del término sería algo equivalente a compartir sentimientos con los demás, sentir con esas personas, usualmente en una connotación positiva. Dado que la gran mayoría de estas personas NO COMPARTE SENTIMIENTO NI EMOCIÓN ALGUNA CON LAS MUJERES, todo cuanto pueden esperar es tener éxitos por suerte… La clase de suerte que depende de topar con una persona más ingénua que uno mismo.

Y… ¿Qué es lo que hace falta para vivir la simpatía? Esta es una pregunta poderosa. Si me preguntan a mí, yo diría que son necesarias cosas así:

  • Silenciar el ego y las propias intenciones: de tal manera que puedas conocer realmente a la otra persona y dejarte conocer por ella sin grandes obstáculos.
  • Dejar que se manifiesten los deseos, sentimientos, etc. de la otra persona: de tal manera que puedas percibir realmente lo que hay entre ambos y lo que hay dentro de esa persona, en vez de imaginarlo o darlo por supuesto.
  • Comprobar la confluencia de los atributos (deseos, sentimientos, etc) propios con los ajenos: de tal manera que no caigas en el error fatal de tratar de imponer tus propios sentimientos sobre los del resto.

En demasiados artículos de este blog he hablado de maneras en las que uno puede conocer, moldear y expresar de mejor manera, más profunda y poderosamente, su realidad personal… Así como recibir las realidades de los demás.

Casi todos los que me leen han tenido ocasión de ver los escritos sobre la sensualidad o las dinámicas de fluidez que también propuse. A pesar de que puedan resultar más o menos abstractos y/o complejos de entender y aplicar, artículos hay para dar y tomar:

  • Sensualidad (II)
  • Juego Fluido (Principios, 11 artículos) – (Estados, 9 artículos)
  • Armas Secretas (10 artículos)
  • … y muchos más por el blog. Prueba suerte: ¡Sorpréndeme!

Y un poquito de inspiración, de la mano de Pedro Salinas… Uno de los grandes de la generación del 27 que, junto a Rubén Darío (el príncipe de las letras castellanas) y muchos otros; pueden englobarse en la categoría de escritores de Poesía Sensual.

De esta clase de poesía, yo diría que inspira simpatía.

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».

Y se acabó… No quiero darle más vueltas a este tema, no por ahora, no de esta manera. Espero que tengáis la mejor de las suertes, queridos y queridas.

Abrazos,

Kheldar