Priorat 3.0

Por Jgomezp24
Sucede de vez en cuando: lo menos planificado, lo más inesperado y casual es lo que acaba saliendo mejor y dándome más satisfacciones. Cuando me dejo llevar por las sensaciones, por el instinto, suelen suceder cosas...Lo más o menos planeado, tras mi vuelta de Mallorca y antes de volver al "duro banco del remero", era pasar por lo menos un día en el Priorat. Mi objetivo, hablado con alguno de los queridos amigos que allí tengo, era vendimiar por la mañana, trabajar en la bodega por la tarde y cenar con otros amigos por la noche. Pero cuando me levanté, resultó que en ese día, finalmente, no se vendimiaba. No me habían mandado ningún mensaje de "madrugón" y me encontré divagando sobre qué hacer mientras conducía hacia el sur. Todas las elecciones que tomé desde ese momento dieron como resultado final el fruto de este post. Así de sencillo. Que suelo entrar (en los últimos dos años casi siempre ha sido así) por el Coll de la Teixeta y Porrera. Pues no: por el Coll de l'Alforja. Que si entro por l'Alforja, suelo torcer, en la Venta, hacia Ciurana para subir a La Morera por ahí. Pues tampoco: hacia Poboleda. Que si lo que hago siempre es parar en Poboleda, pues menos. ¡Hacia Escaladei! En ese momento ya tenía claro que hasta la cita de la tarde, lo que me apetecía era andar por el Montsant y comer en el Rebost de la Cartoixa de Escaladei. Y lo normal es que hubiera torcido a la derecha en Escaladei, hubiera aparcado el coche ante las ruinas de la cartuja y, tras la caminata, me hubiera quedado en El rebost. Pues no. Me fui a la izquierda, hacia la plaza de Escaladei. Paro mi coche y me topo con una reunión de queridos amigos que, lo juro, para nada había sido preparada. Al rato se unió al grupo Ricard Rofes (enólogo dels Cellers Scala Dei). Nunca habíamos hablado más de diez minutos y siempre sobre los vinos que había estado haciendo en el Portal del Montsant. La charla se alargó al tiempo que mi excursión se iba acortando. Al final decidí que me despedía y que me ponía a andar. Pedí que me guardaran una mesa bajos los extraordinarios plátanos que hay en la rambla de la Cartoixa, en el Rebost. Y mis pasos me llevaron (juro que tampoco estaba meditado) hacia uno de los lugares más atractivos de la comarca: la Font Pregona.
Diré poco de ella. Sólo que es una excursión que se puede hacer en dos horas (ida y vuelta), más lo que uno quiera reposar en la font.  Diré que queda en la vertical de las ruinas modernas de la cartuja y diré que, en mi humilde y para nada documentada opinión, si alguien quiere entender qué es el Priorat, tiene que mirar y sentir esa tierra desde las alturas de la Font Pregona y de los viñedos que la acompañan. Tiene que percibir, además, que los primeros monjes que se establecieron (ochocientos años allá...) en esta tierra, tuvieron que beber de esa agua y tuvieron que dormir en las cuevas naturales (Coves Roges), que se abren a la derecha de la Font. Y tiene que tocar la tierra que se extiende a los alrededores de la Font, en los viñedos de garnacha que hay plantados frente a ella y en los que hay sobre ella, a mano izquierda, hacia el noroeste. Son las tierras que estaban en lo más profundo del mar y que acabaron en lo más alto. Son tierras que nada tienen que ver con las distintas pizarras con las que siempre identificamos al Priorat. Son tierras de gravas, arcillas y arenisca en superficie. Son tierras con distintas cantidades de hierro, pero con hierro. Son tierras veteadas de cal y pobladas, a distintas profundidades hasta la superficie, de bloques de cantos rodados con fósiles marinos y vegetales a mansalva. Son tierras que pertenecen al Priorat y son las que descubrieron los monjes del Císter. Son las tierras en las que primero plantaron. Comí, de alguno de esos viñedos, unos pocos granos de garnacha. Juro que no fueron más que tres, de tres viñedos distintos. Y quedé alucinado con la tersura de la pulpa, con el frescor del zumo, con la rotundidad y fortaleza del hollejo. Cogí un poco de agua de la fuente (por la noche la necesitaba para una ceremonia que no viene al caso) y bajé casi corriendo porque mi mesa estaba a punto de "caducar".
Justo en el momento en que iba a sentarme, veo a Ricard Rofes bajando por la rambla de la Cartoixa con una botella en la mano. Lo dicho: habíamos cruzado cuatro palabras. Me propuso comer juntos y ésa ha sido una de las ocasiones más felices de mis últimos tiempos en el Priorat. Ricard lleva dos años y pico en els Cellers Scala Dei S.A., es persona con una sólida formación pero, sobre todo, con gran inquietud. Y aunque sabe que su celler se debe a la venta de las más de 100 mil botellas que tienen que salir de él (eso obliga), es muy consciente de la historia de la DOQ, sabe bien de dónde viene y, lo más importante, tiene claro dónde quiere llegar. Eso no pasará con todas las botellas de la bodega, sin duda, pero ya aviso: estén Ustedes muy atentos a lo que vaya saliendo a partir de principios de 2011 de la añada 2009 dels Cellers Scala Dei en lo que a garnachas monovarietales se refiere, porque llegan grandes y sabrosas sorpresas. La espoleta que me llevó a escribir este post fue una frase que Ricard repitió varias veces: "bebamos los vinos del pasado para conocer los vinos del futuro". Se fue para la bodega y salió con la botella de la primera foto. Jamás había tomado ese blanco prioratino, Blanc Prior 1997: mitad garnacha blanca, mitad chenin blanc, fermentadas en roble y de 1997. El blanco más antiguo que yo había probado de la DOQ. La botella salió perfecta, el contenido íntegro, su color de plena madurez pero con atisbos de que esa maduración no había llegado todavía al cénit. Un blanco de corte muy "tondoniano", que había ido perdiendo la opulencia de la chenin  y un poco de alcohol para ganar en acero, en navaja, en estilete, en perfil mucho más delgado, pero sin perder su personalidad ni su fruta. Me quedé bastante alucinado, la verdad. Y entonces me propuso el primer "ejercicio". Ricard había hecho su (quiero decir que es suyo y todas las botellas las comercializa él) primer Rar. Vins Singulars 1. Garnatxa blanca 2008. Caramba, pensé, "en una sola comida en Escaladei, y ya llevo dos vinos que jamás he bebido...¡es mi día de suerte!" Ricard había hecho, 11 años más tarde, un vino blanco con los mismos elementos que en 1997, la misma fruta, procedente de los mismos viñedos, aunque con una cantidad mucho menor de chenin blanc (15%): los vinos del pasado se proyectan en el presente para lanzarnos hacia el futuro. Y ese blanco de garnacha es un vino del 2008, pero con gran futuro (para quien se agencie con las pocas botellas que quedan): un vino en el que hizo un batonnage muy discreto (casi dos al mes tan sólo), un vino en el que las prefermentaciones en frío dejaron la fruta con todo su potencial, un vino que mostraba una opulencia fruto de la tierra y de la combinación de las variedades. Con un color amarillo membrillo con atisbos de verdor que augura largos años de vida. Con una boca sedosa, equilibrada en que la acidez de la garnacha blanca se aliaba de maravilla con la opulencia de la chenin blanc. Con unos aromas de tomillo y orégano, de hierbaluisa y menta que invitaban a beber y a beber. Con un vino que evolucionaba y no moría en copa.
La segunda enseñanza que saqué de esa comida sorpresa es la que empieza con la foto inferior y enlaza con las tierras que he descrito antes y con las uvas que comí en las cercanías de la Font Pregona. La charla iba viento en popa, el intercambio de opiniones, de sensaciones, de realidades vividas era intenso y Ricard se "echó al monte". Se fue de nuevo a la bodega y, ¡sí!, volvió con otra botella que había tomado una sola vez y hacía casi treinta años...Otra gran sorpresa para mí y un triple salto mortal porque cuando uno abre un priorat de 36 años, puede pasar de todo...pasó lo mejor. Ese Cartoixa de Scala Dei Priorat 1975 dels Cellers Scala Dei estaba extraordinario. Le dimos un golpe de frío, Ricard luchó un poco con el corcho pero acabó sacándolo íntegro. Y tras su buena ventilación, el vino nos dio dos horas de alegrías y de lecciones. Un vino evolucionado, sin duda, con un color de teja oscura y unos primeros aromas muy de ceniza, de hogar apagado hace horas, de hojarasca seca, que fueron dando paso a una boca perfilada, persistente, amable, ligera y al cabo del tiempo en copa, a todas esas cosas que había ido oliendo y rozando en el camino a la Font Pregona. Porque la mayor parte de viñedos de los que salía esa fruta están plantados, precisamente, de las ruinas de la cartoixa para arriba. Madroños, tomillo, óxido de hierro, hinojo salvaje, zarzamora, cierta salinidad. Y con 36 años, frescor, elegancia, persistencia. Era la segunda lección del día, sí, otro vino que venía de un pasado poco recordado ya hoy, que nos enseñaba qué pueden dar de si estas tierras y estas cepas si las tratamos con las técnicas de hoy, pero teniendo en la cabeza cómo se hacían las cosas antes. En cualquier caso, un vinazo.
Empezaba a asentarse en mi cabeza una manera de entender lo que Ricard me estaba mostrando, que terminó de perfilarse cuando hicimos la digestión en la bodega mismo y probando aquellas diez barricas. Por lo menos...Garnachas de altura (sobre los 500 metros de altitud y más); garnachas procedentes de los terruños que he descrito antes, garnachas que un amigo mío llama "frescas";  garnachas con una buena maceración prefermentativa y una fermentación alcohólica en grandes "cups" abiertos, que dura menos; garnachas a las que no se rompe el sombrero ni se las somete a duros ejercicios de remontaje; garnachas que hacen la maloláctica en maderas viejas y algo más grandes, más adecuadas a la presión atmosférica del lugar donde se encuentran; garnachas que maduran bajo una bóveda de vuelta catalana de seis metros de altura, que es del siglo XVII (la más antigua del Priorat: la sala en la que los monjes cobraban en vino la renta de sus tierras), a  temperatura ambiente que es, casi, la ideal (Ricard dice que hay que bajar un par de grados en verano...yo no metería ningún aparato ahi porque la sala es única en la comarca); garnachas que te dan un perfil absolutamente renovado del Priorat, con un vino mucho más ágil, con la fruta (y no la madera o los procesos fermentativos) como gran protagonista, explosiva, fresca sí. En fin, los vinos que van a salir de los viñedos de Sant Antoni, del Masdèu y dels Artigots van a ser vinos que, en su conjunto y si los pongo en relación con algunos otros que se hacen en terruños geológicamente diversos de estos (pienso en amigos que trabajan en Gratallops, en Torroja y en Porrera), están dando ya un nuevo perfil de vino en el Priorat. Digamos que los vinos más antiguos que probamos en esa comida serían los Priorat 1.0 de la historia moderna de la DOQ. Digamos que los vinos, sobre todo tintos, que han supuesto el Renacimiento del Priorat y que, poco o mucho, han respondido hasta hace bien poco a un perfil más o menos parecido (fuera cual fuera el terruño del que procediera la uva) representarían el Priorat 2.0. Los vinos que ponen encima de la mesa los Magníficos son, además, los vinos que vuelven a situar a la comarca en el mapa. Son vinos muy valorados y son vinos muy apreciados. Y (otra lección que me dio Ricard) en la gama de vinos que representan, son grandes vinos, que conviene tratar y beber con mucho respeto. Y siguen representando un escalón muy alto de calidad.
Digamos, con todo, que la calidad no es, hoy, el tema. Estoy hablando de maneras de entender el vino y de poner un terruño en la copa. Esos vinos, se quiera o no, marcaron una tendencia que no todos supieron imitar o copiar. Pero casi todo el Priorat se puso a hacer vinos con un perfil más o menos parecido. Podríamos llamarles los Priorat 2.0 porque conocemos y bebemos todavía los priorats que esos "padres" refundadores bebieron cuando se instalaron en la comarca (los Priorat 1.0).  Digamos que las garnachas del noroeste de Escaladei, que probé en las barricas dels Cellers Scala Dei con Ricard Rofes; digamos que las garnachas y cariñenas que probé esa misma noche en una cena en Torroja (procedentes de Torroja y de Porrera: las últimas procedentes de Les Manyes, por ejemplo; o las que van al Planetes de Nin, por ejemplo); digamos que las que he probado en Gratallops (Escurçons o Partida Bellvisos, de Sara Pérez y René Barbier; el Planassos, de Fredi Torres, por ejemplo), y algunas otras (incluso, seguro, algunas que desconozco), están empezando a conformar un estado de cosas vínicas que son, sin más, una revolución. Esto es, una nueva evolución del Priorat 2.0. Nos guste más o menos (¡a mí me encanta, vamos!), creo que estamos asistiendo ya al nacimiento del Priorat 3.0.  Y la  grandeza de esta variedad de tierras que ofrece la DOQ Priorat, junto con el enorme tesoro que significa, también, la variedad de personas y sensibilidades que conviven en las bodegas, es que en estos precisos momentos todos los priorats que yo conozco (1.0; 2.0; 3.0) siguen conviviendo bajo el mismo cielo, se complementan los unos a los otros y, todos juntos, nos hacen entender la historia completa (bebamos lo de ayer para saber qué beberemos en el futuro). Además, siguen dándonos grandes momentos de placer y de recogimiento y, lo que es mejor, seguirán haciéndolo por muchos años. El nacimiento de este Priorat 3.0. así me lo hace ver.