Justo en el momento en que iba a sentarme, veo a Ricard Rofes bajando por la rambla de la Cartoixa con una botella en la mano. Lo dicho: habíamos cruzado cuatro palabras. Me propuso comer juntos y ésa ha sido una de las ocasiones más felices de mis últimos tiempos en el Priorat. Ricard lleva dos años y pico en els Cellers Scala Dei S.A., es persona con una sólida formación pero, sobre todo, con gran inquietud. Y aunque sabe que su celler se debe a la venta de las más de 100 mil botellas que tienen que salir de él (eso obliga), es muy consciente de la historia de la DOQ, sabe bien de dónde viene y, lo más importante, tiene claro dónde quiere llegar. Eso no pasará con todas las botellas de la bodega, sin duda, pero ya aviso: estén Ustedes muy atentos a lo que vaya saliendo a partir de principios de 2011 de la añada 2009 dels Cellers Scala Dei en lo que a garnachas monovarietales se refiere, porque llegan grandes y sabrosas sorpresas. La espoleta que me llevó a escribir este post fue una frase que Ricard repitió varias veces: "bebamos los vinos del pasado para conocer los vinos del futuro". Se fue para la bodega y salió con la botella de la primera foto. Jamás había tomado ese blanco prioratino, Blanc Prior 1997: mitad garnacha blanca, mitad chenin blanc, fermentadas en roble y de 1997. El blanco más antiguo que yo había probado de la DOQ. La botella salió perfecta, el contenido íntegro, su color de plena madurez pero con atisbos de que esa maduración no había llegado todavía al cénit. Un blanco de corte muy "tondoniano", que había ido perdiendo la opulencia de la chenin y un poco de alcohol para ganar en acero, en navaja, en estilete, en perfil mucho más delgado, pero sin perder su personalidad ni su fruta. Me quedé bastante alucinado, la verdad. Y entonces me propuso el primer "ejercicio". Ricard había hecho su (quiero decir que es suyo y todas las botellas las comercializa él) primer Rar. Vins Singulars 1. Garnatxa blanca 2008. Caramba, pensé, "en una sola comida en Escaladei, y ya llevo dos vinos que jamás he bebido...¡es mi día de suerte!" Ricard había hecho, 11 años más tarde, un vino blanco con los mismos elementos que en 1997, la misma fruta, procedente de los mismos viñedos, aunque con una cantidad mucho menor de chenin blanc (15%): los vinos del pasado se proyectan en el presente para lanzarnos hacia el futuro. Y ese blanco de garnacha es un vino del 2008, pero con gran futuro (para quien se agencie con las pocas botellas que quedan): un vino en el que hizo un batonnage muy discreto (casi dos al mes tan sólo), un vino en el que las prefermentaciones en frío dejaron la fruta con todo su potencial, un vino que mostraba una opulencia fruto de la tierra y de la combinación de las variedades. Con un color amarillo membrillo con atisbos de verdor que augura largos años de vida. Con una boca sedosa, equilibrada en que la acidez de la garnacha blanca se aliaba de maravilla con la opulencia de la chenin blanc. Con unos aromas de tomillo y orégano, de hierbaluisa y menta que invitaban a beber y a beber. Con un vino que evolucionaba y no moría en copa.
Empezaba a asentarse en mi cabeza una manera de entender lo que Ricard me estaba mostrando, que terminó de perfilarse cuando hicimos la digestión en la bodega mismo y probando aquellas diez barricas. Por lo menos...Garnachas de altura (sobre los 500 metros de altitud y más); garnachas procedentes de los terruños que he descrito antes, garnachas que un amigo mío llama "frescas"; garnachas con una buena maceración prefermentativa y una fermentación alcohólica en grandes "cups" abiertos, que dura menos; garnachas a las que no se rompe el sombrero ni se las somete a duros ejercicios de remontaje; garnachas que hacen la maloláctica en maderas viejas y algo más grandes, más adecuadas a la presión atmosférica del lugar donde se encuentran; garnachas que maduran bajo una bóveda de vuelta catalana de seis metros de altura, que es del siglo XVII (la más antigua del Priorat: la sala en la que los monjes cobraban en vino la renta de sus tierras), a temperatura ambiente que es, casi, la ideal (Ricard dice que hay que bajar un par de grados en verano...yo no metería ningún aparato ahi porque la sala es única en la comarca); garnachas que te dan un perfil absolutamente renovado del Priorat, con un vino mucho más ágil, con la fruta (y no la madera o los procesos fermentativos) como gran protagonista, explosiva, fresca sí. En fin, los vinos que van a salir de los viñedos de Sant Antoni, del Masdèu y dels Artigots van a ser vinos que, en su conjunto y si los pongo en relación con algunos otros que se hacen en terruños geológicamente diversos de estos (pienso en amigos que trabajan en Gratallops, en Torroja y en Porrera), están dando ya un nuevo perfil de vino en el Priorat. Digamos que los vinos más antiguos que probamos en esa comida serían los Priorat 1.0 de la historia moderna de la DOQ. Digamos que los vinos, sobre todo tintos, que han supuesto el Renacimiento del Priorat y que, poco o mucho, han respondido hasta hace bien poco a un perfil más o menos parecido (fuera cual fuera el terruño del que procediera la uva) representarían el Priorat 2.0. Los vinos que ponen encima de la mesa los Magníficos son, además, los vinos que vuelven a situar a la comarca en el mapa. Son vinos muy valorados y son vinos muy apreciados. Y (otra lección que me dio Ricard) en la gama de vinos que representan, son grandes vinos, que conviene tratar y beber con mucho respeto. Y siguen representando un escalón muy alto de calidad.