No es extraño oír algo así en consulta. A menudo obedece a un “despertar tardío”.
Cuando la motivación para el cambio no proviene de uno mismo sino que es fruto de un ultimatum lanzado por la pareja, probablemente hace ya largo tiempo, entonces, el pronóstico suele ser poco halagüeño.
En la vida de pareja puede adoptarse un funcionamiento parecido: desoír las necesidades del otro, no tomar en serio sus deseos de que algo sea distinto, y no tomarnos el tiempo para hablarlo, discutirlo o negociarlo, es una forma de posponer los problemas. Ignorar las quejas o anhelos sólo implica falta de interés en el bienestar del otro, y por lo tanto, poco entusiasmo en vivir una buena vida en pareja.
A menudo, después de un tiempo de vivir en el “mañana lo haré”, y ese día no llegar nunca, suele ocurrir lo predecible, que la pareja se cansa de esperar, y sospechando lo improbable del cambio deseado, se acaba alejando emocionalmente, poco a poco, casi sin darse cuenta. Y entonces, su pareja descubre que apuró demasiado, y correrá a hacer, no motivado por su propia necesidad de cambio sino forzado por el miedo a la ruptura.
El problema es que se llega tarde. Cuando él llegó, ella ya se había ido.
Y entonces sueles oírles decir: ¡Pero si AHORA estoy haciendo lo que me pedía!
Sí, pero AHORA es tu Mañana y para ella tu ayer...Demasiado tarde.