También es cierto que, en cambio, se ha incrementado el número de adolescentes que ha probado el hachís o la marihuana y quizá a edades más tempranas (13 años), pero el consumo continuado que ya se había registrado con anterioridad, ha descendido de hasta un 20% hace cinco años, a un 13% este otoño pasado.
Hay varias explicaciones aunque la más plausible tiene que ver con las modas. Fumar canutos ya no es “cool” y los “fumetas” parecen unos “colgaos” sin atractivo social.
Uno quisiera pensar que las campañas de publicidad contra las drogas y las constantes admoniciones en los centros educativos han empezado a hacer algún efecto, pero los educadores con los que hemos hablado piensan que, lamentablemente, no es así. La gente joven sigue sus propias dinámicas muy al margen de la sociedad de los adultos.
Habrá que ver qué efecto puede tener la limitación de fumar—tabaco—en el consumo de cannabis. La marihuana se fuma sola, pero el hachís se mezcla con tabaco y hasta es posible que toda la gestualidad de fumar, de echar humo, vaya poco a poco perdiendo vigencia, en la misma línea que ha evolucionado la distribución por sexo de los fumadores: en muchos medios—por ejemplo entre el personal sanitario—son las mujeres las que fuman, habiendo los hombres abandonado el tabaco.
Al margen de todas las consideraciones sociales, lo que resulta evidente es que la inhalación de humo, sea cual sea su origen, daña los pulmones.
X. Allué (Editor)