Su uso es conocido desde tiempos remotos. Los sacerdotes del antiguo Egipto lo conocían como medicina y como ungüento o crema para embalsamar.
Los griegos lo utilizaron como remedio para las infecciones de la piel, llagas y supuraciones. También fue aplicado por los Incas en cuadros de infecciones febriles, y por los franceses, en los siglos XVIII y XVI, en el tratamiento de llagas.
En la medicina islámica era muy usado para las heridas, como cicatrizante.
Estudios recientes sobre el própolis concluyen que posee mas de 50 principios activos que explican la gran cantidad de beneficios que aportan a la salud.
Algunas de las propiedades más significativas del própolis son:
Es antibacteriano, antiviral, inmunoestimulante, antiinflamatorio, cicatrizante y ligeramente analgésico.
Como cicatrizante acelera la división celular, activando el tejido de granulación. Esto lo hace muy eficaz en la curación de heridas, tiene además actividad antiinflamatoria.
Actúa como inmunoestimulante. Debido a su capacidad para potenciar las defensas inmunitarias del organismo.
Mejora la permeabilidad capilar y protege el sistema venoso.
Es una excelente fuente natural de antioxidantes, por su alto contenido en flavonoides.
Es adecuado para los problemas de garganta y boca: en anginas, faringitis, laringitis, aftas bucales.
Disminuye la secreción de ácido gástrico sin modificar el pH del mismo.
El própolis es un producto costoso y difícil de recolectar, pues se encuentra en cantidades mínimas en la miel. Se puede encontrar en farmacias y herbolarios en forma de extractos, cápsulas, comprimidos, jarabe, tintura, caramelos para disolver. Para su uso externo puede aplicarse en crema, gotas, spray, pasta, etc.
Pero: ¡Ojo! No es aconsejable en casos de asma bronquial alérgica ya que puede empeorar los síntomas. De cualquier manera, siempre es recomendable pedir el consejo de un especialista de las salud para que os asesore adecuadamente.
Besos desde mi blog!!!