Propuesta de modificación en los grados, ¿otra vez?

Por Jagonzalez

Leemos hoy una noticia sobre las intenciones del Ministerio del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de proponer una modificación en la duración de los estudios que conducen a la obtención de los títulos de Grado en el Estado español. No es otra modificación más y nos ha provocado a escribir sobre algo que tiene tintes de trascendental.

Hace muy pocos cursos asistimos a la adaptación de los títulos universitarios al nuevo marco emanado de Bolonia. Hemos hablado en esta bitácora en varias ocasiones de las implicaciones de aquel nuevo paradigma. Antes de ello nosotros creíamos  que la duración de la carrera de Fisioterapia, por entonces tres cursos, era evidentemente insuficiente. La experiencia clínica, la participación en multitud de actividades de formación de posgrado, algunas también como docente, el descubrimiento de nuevos campos de actuación, la constatación de la pobre formación en investigación, el conocimiento de planes formativos foráneos, y otras cosas, nos mostraban con claridad que se necesitaba más tiempo para convertirse en un fisioterapeuta “competente”. Efectivamente, los que salimos de las antiguas escuelas de Fisioterapia realizamos dignamente nuestro trabajo. Pero también, como acabamos de decir, descubrimos muchas lagunas, echamos de menos más horas para adquirir conocimientos y destrezas. Quizás otras generaciones de diplomados vieron mejorada la formación, pero creemos que aún no era suficiente.

La ampliación a cuatro años de manera general pudo ser un tanto complaciente y seguro que evitó a los gestores del momento más de un dolor de cabeza. Nosotros no vamos a discernir sobre cuáles  titulaciones requerían, o no, más duración.  Pero Fisioterapia precisa, al menos, de esos cuatro años para procurar las competencias recogidas en la orden que las regula, y de la que también hemos hablado aquí. Otra opción sería “embutir” todo el contenido actual, y del cuál también tenemos quejas, en menos tiempo. O reducir las competencias de los futuros fisioterapeutas. Sospecho que esas soluciones no nos satisfacen a muchos, ni por supuesto a la profesión.

Podemos optar por el modelo 3+2, es decir, tres cursos para obtener el título y 2 posteriores optativos para un máster. Aparentemente no parece mala opción. Los titulados podrían ejercer la profesión (supuestamente, a espera de que inventen un especie de pasantía) y los que tuvieran deseo de continuar en la Universidad tendrían dos cursos para “especializarse”. Tenemos alguna objeción. Primero, habríamos de aceptar una menor preparación y/o menores competencias de los  graduados en tres años, además de asumir que estos convivirían con los actuales  titulados en cuatro años, pudiendo desarrollar estos facetas que se pudieran vetar a los primeros. Estaríamos con el enredo de las competencias respectivas. Después, dada nuestra manía por la justicia y la equidad, las diferencias de poder adquisitivo marcarían profesionales de primera (los 3+2) y de segunda (los simples titulados). Si estas categorías son por opción personal o familiar es otra cuestión. Tercero, parece obvio y necesario preguntarse cómo se puede justificar un menoscabo en las capacidades de los profesionales (no sólo fisioterapeutas, también psicólogos, enfermeros o maestros) derivadas de la menor adquisición de conocimientos en su paso por la Universidad. Finalmente, por no alargarnos y aburrir al lector,  estos vaivenes a los que los administradores no son ajenos en cuestiones educativas, y otras, denotan una escasa preocupación por la solidez en decisiones de tan profundo calado en la vida personal, familiar y social.

Muchos de los que estudiamos Fisioterapia en la época de Mecano dedicamos esfuerzo, tiempo y mucho dinero a formarnos en ámbitos que creímos que debían abordarse en la carrera. Nuestra preocupación por la profesión y la docencia nos llevó a pensar que el Grado solucionaba gran parte de aquellas carencias, a la vez que nos otorgaba finalmente y con base legal las competencias que debíamos poseer y desarrollar. Luego, la experiencia nos ha hecho ver que es indispensable una dosis mayor de implicación  y entusiasmo por parte de todos para que esto llegue a ser real. Y ahora nos vienen con estas. Espero que no todos se suban a ese nefando carro. Nuestra insignificante capacidad de influencia nos permite implorar que sea así.

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