(Gara, Josu Juaristi I, 11/07/2011)
La presidencia rotatoria de (algunos de) los consejos de ministros de la Unión Europea corresponde en este segundo semestre de año a Polonia. Una vez más, el Gobierno entrante se pasa de frenada al presentar un programa tan ambicioso como irrealizable. Que el primer ministro polaco diga, al igual que el resto cuando le toca, que su Gobierno toma el liderazgo de la Unión Europea es, además de mentira, confuso e inútil.
A pesar de que las presidencias rotatorias de los consejos de ministros de la Unión Europea ya no son lo que eran desde la creación del puesto de presidente del Consejo Europeo, siguen conservando un valor simbólico y político que las presidencias de turno tratan de exprimir hasta la última gota. Tras Hungría, cuyo Gobierno ha pasado por Bruselas sin que nadie le eche en cara sus nuevas y autoritarias leyes, toca a Polonia presidir el segundo semestre. La figura clave ante el resto de gobiernos de la UE será Donald Tusk, considerado como un político liberal y europeista. Él fue el encargado de presentar las prioridades que Polonia -siempre en coordinacion con el resto de socios al fijar la agenda- tratará de encauzar e impulsar desde las escasas prerogativas que concede el hecho de ostentar la presidencia rotatoria.
Demasiada ambición para tan poca competencia. Como la mayoría, Donald Tusk fue incapaz de contenerse y prometió, entre otras cosas, rescatar el proyecto europeo de la deriva actual. Partiendo de la premisa de que la principal competencia de estas presidencias es buscar consensos (es decir, reunirse con unos y con otros para ver dónde están las posiciones de cada cual y buscar textos susceptibles de generar acuerdos) y gestionar el orden del día de las reuniones, el alcance de las palabras de Tusk es, obviamente, más de cara a la galería que otra cosa. Que el primer ministro polaco diga, al igual que el resto cuando le toca, que su Gobierno toma el liderazgo de la Unión Europea es, además de mentira, confuso e inútil. Como eximente puede aducir que es la primera vez para Polonia. Tras la designación de Herman Van Rompuy como presidente del Consejo Europeo y de Catherine Ashton como Alta Representante de la Política Exterior comunitaria, todos los gobiernos asignados a estas presidencias rotatorias se han enfrentado a un dilema: buscan presentarse ante sus ciudadanos como cuasijefes de la Unión Europea al tiempo que tratan de utilizar sus nuevas funciones para promocionar su país en Bruselas, lo que, según avanza el semestre, termina derivando en que el país en cuestión mira cada vez más a sus propios intereses que al interés común europeo. Es ésta una característica inherente casi a todas las presidencias rotatorias, especialmente ahora que pintan muy poco o nada en los consejos de Exteriores (territorio Ashton), de Economía y Finanzas (territorio del BCE y del Eurogrupo) y en los mucho más mediáticos consejos europeos (que son cosa de Van Rompuy). Presidir consejos sectoriales y negociar con el Parlamento Europeo es sin duda importante, pero, decididamente, muy poco glamuroso.
En Bruselas sobrevive una regla no escrita que dice que una presidencia exageradamente ambiciosa es sinónimo de fracaso, porque presenta unos objetivos ante la opinión pública europea que nunca se cumplen.
Curiosamente, el mejor ejemplo de servicio europeo al frente de la presidencia rotatoria de los consejos de ministros de la UE lo dio Bélgica el año pasado, con un gobierno federal en funciones con poco trabajo en casa y bastante tiempo libre para dedicárselo a la causa europea.
Polonia, curiosamente, celebra elecciones legislativas en octubre. Podría pensarse que los ministros y sus equipos tendrán más tiempo para la Unión Europea, pero lo más probable es que el Gobierno polaco trate de utilizar el escaparate europeo para rentabilizarlo en casa, que es lo que hace la mayoría cuando tiene oportunidad.
Presupuesto comunitario. Más de un funcionario comunitario ha mostrado ya su irritación por el constante uso que Tusk está haciendo del término «hipocresía» en alusión al resto de socios europeos. Le acusan, como al resto, de hablar como primer ministro polaco en vez de hacerlo como representante comunitario en funciones. Ante un grupo de periodistas polacos, Tusk dijo lo siguiente el pasado lunes: «Es importante que dejemos de ser hipócritas. A veces lo compruebo personalmente cuando discutimos sobre el presupuesto de la UE. Es vital que digamos abiertamente si queremos un presupuesto europeo que pueda convertirse en uno de los principales instrumentos de la integración europea o si vamos a discutir sobre cómo dar lo menos posible a Europa».
Está bien que Tusk quiera un presupuesto comunitario mucho más potente, y ello, probablemente, le honre, pero su función, ahora, no es esa, sino ver el modo de que los Veintisiete alcancen un consenso en torno al próximo tramo presupuestario plurianual europeo (2014-2020). Las negociaciones arrancan ahora y durarán más de un año y el carácter y monto total de la política agrícola y de la política regional, entre otras cosas, están en cuestión. Llamar hipócritas al resto es populista, pero escasamente efectivo.
En realidad, lo único que estas palabras reflejan, una vez más, es que las presidencias rotatorias (aunque funcionen casi como troikas ahora) no tienen ya sentido. No acercan la UE a sus ciudadanos, suponen un gasto enorme y su eficacia es más que dudosa. La estructura comunitaria debería poder ser capaz de abordar esa función sin crear más gasto y más burocracia.