En esta ocasión, vamos a comenzar hablando de un término que en nuestra sociedad de hoy en día se encuentra muy extendido, el estrés. Este concepto se usa para denominar situaciones muy diversas y que se encuentran en nuestra vida cotidiana. Escuchamos a todas horas a personas que se consideran estresadas, a situaciones que son muy estresantes o que los estilos de vida contemporáneos conllevan un alto estrés. Con esta definición no nos alejamos de algo que es real, pero también es cierto que en el mundo de la psicología el término “estrés” tiene un significado añadido que queremos explicar.
La respuesta de estrés se pone en marcha ante un conjunto de demandas ambientales que recibe el individuo, a las cuáles debe dar una respuesta adecuada, poniendo en marcha sus recursos de afrontamiento. Son los recursos naturales innatos que disponemos para afrontar una situación peligrosa y el proceso mediante el cual evaluamos y hacemos frente a los desafíos del entorno.
Las respuestas de estrés exigen una importante movilización de recursos del organismo, de forma que, si se pone en marcha con reiteración y de manera continuada en el tiempo, puede ocasionar un importante desgaste del mismo. No son comparables diferentes situaciones donde se activan las respuestas de estrés. Hay momento donde estas respuestas aparecen solo de forma puntual antes situaciones que se pueden considerar amenazantes, es decir, contextualizadas de manera muy clara. Sin embargo, cuando la situación se transforma en un proceso que se extiende en el tiempo donde sentimos que debemos responder a ciertas demandas que consideramos inabarcables, el desgaste que sufre nuestro organismo es mayor y puede acabar derivando en trastornos asociados al estrés.
Cuando la demanda del ambiente (laboral, social, etc) se percibe como excesiva frente a los recursos de afrontamiento que posee la persona, se van a poner en marcha una serie de reacciones adaptativas, de movilización de recursos, que implican activación fisiológica. Esta reacción de estrés incluye una serie de reacciones emocionales negativas (desagradables), de las cuales las más importantes son: la ansiedad, la ira y la depresión.
Una vez que se activa el mecanismo, el organismo afronta la situación y posteriormente el desequilibrio que se ha producido desaparece. A veces, puede ocurrir que la activación se vuelve a producir en poco tiempo, por lo que no permite que el organismo vuelva a lograr una homeostasis, es decir, que el propio organismo se autorregule, para poder afrontar otras situaciones estresantes.
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