La manifestación esencial de un trastorno de la personalidad es un patrón duradero de conductas y experiencias internas que se desvía marcadamente de lo que culturalmente se espera del individuo y que va más allá de lo habitual en la mayoría de las personas. Este patrón se manifiesta por regla general a diferentes niveles: cognitivo (formas de percibir o interpretar situaciones y reacciones propias y/o ajenas), afectivo (intensidad, labilidad y adecuación de la respuesta emocional), relacional, control de impulsos, etc. La forma de comportamiento anormal de estas personas es duradera y de larga evolución, no limitándose a episodios concretos de larga enfermedad. No puede ser interpretado, por tanto, como una manifestación o consecuencia de otro trastorno mental y no se debe, al efecto fisiológico directo de una sustancia (drogas de abuso, medicación, o exposición a sustancias tóxicas) o a condición médica general.Las personas que padecen un trastorno de personalidad generalmente presentan una marcada inestabilidad afectiva y conductual, que altera y perturba diversas áreas de su vida, tanto a nivel laboral, afectivo como relacional, no sólo del propio paciente sino también de las personas que le rodean. Además, pueden coexistir otras complicaciones asociadas reactivas, tales como trastornos del estado de ánimo, de la alimentación, drogodependencias, etc. que agravan el problema. Podríamos decir, por tanto, que las personas que padecen un trastorno de personalidad pueden con frecuencia presentar una serie de conductas que limiten enormemente su equilibrio emocional.
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