Como sociedad donde la Igualdad ha de ser primordial, considerar desde la Masonería que un iniciado y un profano son diferentes hay que verlo con cautela y en los distintos niveles que puede tener la cuestión. En primer lugar, hay que reconocer que hay profanos que sin haber sido iniciados tienen formas y conocimientos de masón e iniciados que son impermeables a las enseñanzas de la Orden. Por otro lado, somos una fraternidad y por ende los lazos de hermandad han de ser, para nosotros, primordiales a la hora de valorar los individuos. Si me preguntan si para mi hay diferencia entre un hermano y un profano diré que emocionalmente, a nivel privado, si la hay, pero socialmente yo doy el mismo valor a los dos. A esto hay que añadir que para un masón la Fraternidad Universal es uno de los objetivos finales de la Gran Obra y que para nosotros la igualdad es intrínseca a toda relación humana.
Es verdad que la iniciación modifica a las personas, pero en mi opinión, al ser la Masonería un arte constructor que trabaja en el tiempo y el espacio, los frutos de la Iniciación no llegan por una imposición de espada. Llegan en el día a día, estudiando y viviendo la Masonería, en la entrega constante al arte de la escuadra y el compás.