2. El lenguaje y los estilos cinematográficos
El Estilo Clásico (EC) de Hollywood es el sistema de significación cinematográfica que más tiempo ha permanecido vigente, concretamente desde 1917 hasta 1960. Pero no sólo eso, a pesar de que relata historias de manera muy diferente, algunos de los principios básicos establecidos por el EC se pueden detectar en el cine actual; su influencia alcanza incluso a otros estilos posteriores, aunque sólo sea para explotar algunas de sus prohibiciones explícitas y líneas rojas implícitas. Lo fueron creando de forma acumulatoria los grandes estudios de Hollywood --de ahí su denominación-- durante la primera mitad del siglo XX en diversos libros de estilo para uso interno de técnicos, guionistas y directores. El EC es, a diferencia de los otros tres (internacional de arte y ensayo, histórico-materialista y paramétrico), un repertorio técnico normalizado al servicio de la estética y de la narración que establece límites muy claros a la innovación sin cerrar la puerta a nuevas incorporaciones. Este conjunto de normas se caracteriza por la naturaleza no-práctica de sus principios, por eso ningún filme del período 1917-1960 se puede considerar canónico respecto al estilo, pero, por la misma razón, todos los que se rodaron bajo su hegemonía exhiben evidentes elementos comunes. Al ser un sistema abierto admite influencias de otras artes que le permite retroalimentarse y evolucionar; en el caso concreto del EC, el teatro y la literatura del último tercio del siglo XIX son sus dos fuentes de inspiración principales (de hecho, eran estilos vigentes y consolidados cuando surgió el cinematógrafo, de modo que no hizo otra cosa que adoptar lo eficaz conocido).
El EC no es el resultado de una depuración formal consciente (no es, ni mucho menos, el estilo natural para contar una historia en imágenes), sino que se construyó a partir de su propio discurso (manuales de producción, publicidad, mercadotecnia). Este es el segundo factor que explica su larga vigencia. En el EC interseccionan tres sistemas fundamentales:
1) Lógica narrativa (relaciones causa-efecto entre los acontecimientos)
2) Tiempo fílmico (orden y duración de los acontecimientos)
3) Espacio fílmico (punto de vista de la cámara, anclaje a un eje de acción, continuidad).
Los dos últimos están supeditados al primero, ya que es el que aporta la información básica del relato, sin el cual los otros dos no pueden existir. La significación en un filme narrativo implica --precisamente porque es narrativo-- de tres instancias más:
a) La historia (el orden estrictamente cronológico de los acontecimientos que abarca el filme)
b) El relato (la disposición secuencial de esos mismos acontecimientos de acuerdo con las necesidades del filme)
c) La narración (omnisciente, interna o externa al relato, pero siempre identificable a través de él. La posición del narrador respecto a los acontecimientos se denomina punto de vista; el proceso mediante el cual el relato presenta la información de la historia al espectador).
Además de los sistemas y las instancias narrativas, el relato cinematográfico requiere unos recursos que aseguren la comprensión del espectador, que transmitan eficazmente la impresión de coherencia interna en el universo donde se desarrolla la historia. Existen al menos cinco recursos básicos en el EC:
1) Personajes sicológicamente motivados, con un objetivo declarado que justifique sus actos (gracias a la motivación todos los elementos de la historia adquieren unidad y coherencia, justificando de paso la propia historia y su presentación en forma de relato)
2) Desarrollo de acontecimientos según un patrón de causas y efectos que incluye exposición, conflicto, complicación, crisis y desenlace
3) Líneas de acción (cadenas de acontecimientos debidamente enlazadas y organizadas jerárquicamente por una lógica causal. La línea de acción por excelencia en el EC es el amor romántico heterosexual)
3) Configuración y coherencia temporal y espacial (si hay desorden o saltos en el tiempo se marcan debidamente, mientras que los cambios de plano dentro de un mismo espacio o a otro diferente se marcan mediante un cuidado montaje que justifique los desplazamientos y/o las modificaciones en el punto de vista de la cámara)
4) Criterios escenográficos neoclásicos (lo habitual es que el relato mantenga una unidad de tiempo y espacio, narración omnisciente y parcialmente autoconsciente)
5) Reiteración (coincidencia de elementos con idéntica función narrativa, para evitar pérdida de información y/o significación. En el EC se considera significativo un dato que se repite al menos tres veces, en el contemporáneo a veces es suficiente una única mención).
Todo esto no sería más que pura cháchara teórica si no mencionáramos la auténtica clave del éxito global del EC: implica una participación activa por parte del espectador, permitiéndole adelantar hipótesis, inferencias o expectativas acerca del desarrollo del filme, de manera que la experiencia cinematográfica es mucho más gratificante. En la práctica, la historia que se narra el espectador la reconstruye a partir de las guías que proporciona el relato, siendo las dos principales la causalidad y la motivación. La forma en que se aplican ambas para la transmisión del relato es lo que habitualmente se conoce como narración.
Si el EC se mantuvo vigente durante décadas es porque funcionaba, porque al público le resultaba útil, cómodo y no restaba interés ni entretenimiento a su experiencia cinematográfica. Buena parte del dominio mundial del cine comercial estadounidense actual se explica por este motivo. Está claro que hay otros, pero este es uno de los principales. La decadencia del EC, por otro lado, hay que buscarla en el auge de la noción de autoría que se impuso en la década de los sesenta del siglo XX y en la moda de la experimentación formal (especialmente en la literatura y el teatro). El EC no deja lugar a una noción de autor individual, que es un paradigma ampliamente vigente en el cine actual; no se encuentra en el estatus ideológico o artístico, ni en el compromiso social que exhibe o propone el filme, ni en el relato, ni en el enfoque que hace del tema (que es lo que creía la teoría de autor propuesta por la Nouvelle Vague), sino exclusivamente a nivel de narración, en el uso que cada director hace de los sistemas causal, temporal y espacial. El EC, debido al sistema de producción en serie que tenía detrás y a la estricta división de trabajo que imponía en la fabricación de películas, apenas dejaba margen para la autoría personal.
Como legatario de una tradición neoclásica, el EC asumió acríticamente (a falta de alternativas y por comodidad) los estilos populares y estéticamente agotados de la literatura y el teatro coetáneos (el folletín, el drama dickensiano). Más tarde, cuando nuevas tendencias estéticas (subjetivismo, experimentación, enfoques temáticos) sacudieron estas artes, el cine, fiel al retraso con que asumió los formatos literarios y teatrales que le sirvieron de pauta en sus orígenes, comenzó a adoptar los nuevos con más de una década de diferencia. Esta transformación estilística y temática supuso el declive definitivo del Estilo Clásico, dejando tras de sí un legado cinematográfico que sirve todavía a cineastas y espectadores y un puñado de obras maestras insuperadas. Descanse en paz.
(continuará)