Que se la queden

Por Arquitectamos
Esto de vivir en un despropósito continuo hace que uno se acostumbre, que compruebe día a día que la bajeza que creía insuperable es superada de nuevo y que ya no le sorprenda nada de nada. Hace tiempo glosé aquí cómo la ínclita Doñaespe deseaba la muerte de los arquitectos en general y de los buenos en particular. Pues ahora que esa personaja aspira a la alcaldía de Madrid y que, por lo tanto, se presupone que quiere lo mejor para la ciudad y sus habitantes, descubrimos que no, que lo que quiere es que la ciudad quede cuca para los turistas. Los habitantes, especialmente si son pobres, harían bien en morirse o, al menos, en marcharse a otro sitio.

No entro en la cuestión de fondo, en la falta de empatía y de com-pasión de esta politicastra por sus (supuestos) congéneres y conciudadanos. No profundizo en su carácter psicópata, que le impide ponerse en el lugar de los demás y "sentir" sus sentimientos. Tampoco menciono su bajeza moral ni su desfachatez, su maldad y su crueldad.
Tampoco quiero valorar el sistema económico y moral que primero ha dejado gente a merced de la intemperie, y después les pide que se escondan, que se mueran, que se desintegren porque hacen mal efecto.
Quino. Mafalda
No. Cierro los ojos y no quiero ver eso. (Mucha gente mucho mejor que yo ya ha comentado esos aspectos del problema). Yo quiero hablar de urbanismo.
¿Qué es la ciudad? ¿Qué son los espacios urbanos? ¿Son residuos que quedan entre los edificios? ¿Son espacio? ¿Son espacio público? ¿Son sitios? ¿Son fértiles o estériles?
Civilización viene de civis. En la ciudad es donde nace la relación social, el intercambio de ideas, el enriquecimiento social, el progreso. Y eso no ocurre en la casa de Fulano o de Mengano, sino en el ágora, en el espacio público.
Manuel Delgado, El espacio público como ideología (Clica aquí y lee la reseña)
Para muchos, el espacio privado es nido y refugio, morada segura, y el espacio público es selva y peligro. Y, todavía peor, para muchos el espacio público es innecesario. Las casas están cada vez más dotadas para no necesitar nada exterior. Una vida plácida y feliz es la que no te exige salir a la calle.
En la calle sólo pasan cosas malas y la gente huele mal.
Además, el espacio público no es lucrativo.
Una vez hice en mi pueblo una casa disparatada con un salón de cincuenta metros cuadrados para no usar jamás. Era un salón para las visitas a un matrimonio que no tenía visitas, y que si las tuviera las recibiría en el vestíbulo. Era un salón para que las visitas se asomaran sólo durante cinco segundos, dijeran "¡haalaaaaa!" desde la doble puerta cristalera y fueran empujadas educada pero inexorablemente hasta la calle. Ese salón enorme no iba a ser usado jamás por los habitantes (por llamarlos algo) de la casa (por llamarla algo). Aparte de eso tenían un gran cuarto de estar (que tampoco iban a usar) y una gran cocina-comedor, con tele, donde "hacer la vida". Pero al poco tiempo hasta la cocina les dio pena y la quisieron reservar. Y se hicieron una especie de cocina de campaña en el amplio patio, en un cobertizo improvisado con unos tableros y unas chapas.
Así que su casa pasó a ser una casa para las visitas y para quienes caminaran por la calle, que mirarían la fachada y dirían: "¡Jolín, qué casa!"
Pues Doñaespe quiere hacer lo mismo con Madrid. Quiere hacer una ciudad para las visitas, para que estén aquí un ratito y digan: "¡Jolín, qué ciudad!"
Aunque eso, en realidad, lo decimos todos: "¡Jolín, qué ciudad!"
Ciudad para las visitas. Grandes obras monstruosas para que las visitas hagan la foto y los madrileños las estén pagando durante décadas. Ciudad para turistas a quienes Madrid les trae al fresco, y madrileños a quienes no se les deja ya ni estar al fresco.
¿Le importan a alguien los ciudadanos? ¿Importan algo los pasajeros de un autobús que va por la Gran Vía? Nada. Unos pobres pringados que han optado cívica y resignadamente por el transporte público. Mucho mejor es ir en automóvil particular y pararlo en el carril bus porque te cuadra. Y estorbar a quienes ya están tupidos de estorbos y de abusos.
Y erigirte en lideresa para gobernarlos.
Y que te voten.
La imagen que esta señora tiene de Madrid (a la que aspira a gobernar) es la de un pintoresco recinto ofrecido a los turistas para su goce y su distracción. Un lugar muy chusco y muy zarzuelero, lleno de simpáticos habitantes, Manolas y Chulapos, camareros chistosos, taxistas picaruelos, torerillos y limpiabotas ocurrentes. Lo que quiere esta mujer es que los turistas no huyan. (Quienes duermen en la calle los ahuyentan, según dice).
Yo quiero la alcaldesa contraria: La que prohíba la entrada de turistas para que la gente pueda dormir. Se supone que la alcaldesa está para la gente, para que la gente duerma a gusto, o trabaje a gusto, o incluso se desplace a gusto sin coches interrumpiendo los carriles bus.
Ya he manifestado más veces la poca simpatía que me inspiran los turistas como concepto. A veces he hablado de ellos en este blog. Los turistas pasan por Madrid como pasaron los yankies por Villar del Río, y lo único que quieren es eso: unas banderitas de papel, una banda de música y gente haciendo bulto. Gente disfrazada. Figurantes que queden bien en  las fotos, haciendo ambiente.
Para este tipo de políticos los ciudadanos somos figurantes, y la ciudad es sólo un decorado.
Pues sí. Pues a este paso que vamos, que envuelvan a Madrid con un celofán, que le pongan un lazo y que se la queden los turistas. Y a Doñaespe también.
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