Hace una semana tomé la decisión final de cortarme casi 20 centímetros de pelo. Llevaba dejándomelo crecer desde 2019 y tenía una buena melena justo a la altura del pecho. Muy poca gente sabía que lo iba a hacer, pero la mayoría de ellos me animaron encarecidamente a hacerlo porque me conocen, saben que quería ese cambio radical, la liberación que supone, el quitarme ese peso de los hombros (literalmente). Partiendo de la idea de que el pelo guarda información de nuestros hábitos de vida yo no quería mantener más todo ese crecimiento de 2020 y 2021, años en los que no me he sentido más triste porque es imposible.
Yo soy mucho de cambios de look porque me gusta la novedad y lo emocionante del riesgo que conlleva. Ese " quizás te quede fatal pero qué más da", la adrenalina de las blanditas como yo a las que hasta los parques de atracciones les dan miedo. En parte también me encanta la reacción de la gente, que casi siempre es positiva y que a menudo describe a la persona a la perfección.
Y precisamente de la reacción de la gente en esta ocasión he notado algo diferente. No era la primera vez que oía el "qué valiente eres" por un cambio de look. Cabe señalar que normalmente(pero no en esta ocasión) me corto el pelo a mí misma, flequillo arriba flequillo abajo, capas o lo que sea. Sin embargo esta vez la valentía me ha sabido diferente, he leído en los ojos de la gente la importancia que el pelo tiene para ellas. Y lo he entendido a la perfección, porque tengo que admitir que uno de mis miedos a la hora de darme el corte era no gustar con el pelo "a lo chico". Es durísimo aceptar que la opinión de los hombres te importa tanto, o que tu feminidad puede ser tan fácilmente cuestionada.
El pelo es, en todas las culturas y a lo largo de toda la historia, un factor muy importante en la belleza de una mujer (y en muchos casos también en la de los hombres). Es el motivo por el cual en muchos colegios tienen reglas sobre cómo no se puede llevar el pelo y la razón por la que en ciertos países se rapa a los presos al entrar a la cárcel. Es una seña de identidad y una parte del cuerpo. Para las mujeres es, en prácticamente todo el mundo, un símbolo de feminidad, fertilidad, salud y riqueza.
En Europa hay ciertas subculturas en las que está mejor visto que en otras el tener el pelo corto cuando eres una mujer. En el caso de los franceses, por ejemplo, que valoran más la naturalidad y la sencillez que la exuberancia. Y en el último siglo con el movimiento feminista cortarse la melena también tiene un significado muy poderoso de liberación femenina que, si bien para muchos resulta atractiva, para otros tantos es una muestra de insubordinación y rebeldía que provoca rechazo.
Personalmente me resulta muy interesante cuestionarme qué aspectos de mis gustos están condicionados por factores culturales con los que no comulgo. Es decir, si el racismo, gordofobia, machismo u homofobia intrínsecos de la sociedad en la que vivimos han decidido por mí. Y muchas veces me he encontrado con ejemplos en mi propio comportamiento, la última claramente con el pelo, pero también lo he notado en el tipo de persona que me gusta, en acentos que considero atractivos o en estilismos que me parecen elegantes. De la misma manera que ocurre con el pelo, cortar con los prejuicios también es un acto de valentía.