Hacía tiempo que no pisaba por allí y aunque hayan pasado los años, para mí es muy agradable moverme por allí e ir recordando momentos, e ir saludando a amigos que siguen trabajando o frecuentando aquello.
Hoy, mientras escribo esta entrada, celebro mi 32 cumpleaños y para mi, el mejor regalo ha sido y es, poder volver a encontrarme con mis amigos, y hacerlo en un lugar donde aprendí a ser piloto, con esas largas conversaciones aeronáuticas entre risas, aprendiendo de los mejores.
Y es que esa sensación me trasladó casi de inmediato a años atrás, concretamente a Valle Amblés, en Ávila, donde con mi amigo Antonio comencé a volar en ultraligeros, y allí, junto con varios pilotos de ULM podíamos conversar, debatir y charlar sobre aviación al atardecer, con los aviones aún fuera del hangar tras haber volado a Portugal y haber comido allí.
Creo que esos momentos representan la aviación más pura, los auténticos aviadores, el vuelo por puro placer, el compartir con los amigos las anécdotas, aventuras, y también desventuras que nos ha tocado a todos vivir. Es entonces donde me terminé de enamorar de esta profesión, donde decidí ser instructor y donde descubrí que para volar y ser feliz no hace falta un uniforme y un A320, si no un pequeño avión con un motor de 80 caballos y muchas ganas de viajar, conocer lugares, personas y pasarlo bien.
Echo mucho de menos volar en ultraligero, y también dar instrucción, y si bien es cierto que el riesgo que entraña puede ser alto, adoro ser instructor de vuelo y poder transmitir todo lo aprendido a mis alumnos.
Aprovecho para darle las gracias a los amigos que ese día pasaron unos minutos conmigo en Cuatro Vientos, sabéis lo mucho que os aprecio.
Buenos vuelos y contacte con 118,7