Una conexión especial e indescriptible, una sensación de plenitud, una alineación cósmica de planetas, un reflejo exacto…las almas gemelas existen, pero…¿y si no son exactamente lo que creemos?
El fragmento de texto que voy a citar pertenece a una obra llamada Come, reza, ama, de la que recuerdo una película espantosa a mayor gloria de la estrella Julia Roberts. La novela en la que se basa narra la historia de la propia autora (Elizabeth Gilbert), que tras una relación de amor turbulenta y tóxica, emprende la búsqueda de sí misma a través de un envidiable viaje por Italia, la India e Indonesia. Entre otras reflexiones interesantes para quienes estén pasando por similares tesituras existenciales, me gustaría citaros estas líneas:
La gente cree que un alma gemela es la persona con la que encajas perfectamente, que es lo que quiere todo el mundo. Pero un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida. Una verdadera alma gemela es, seguramente, la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros y te despierta de un portazo. Pero, ¿vivir con un alma gemela para siempre? Ni hablar. Se vive demasiado mal. Un alma gemela llega a tu vida para quitarte un velo de los ojos y se marcha.
En realidad, lo que Gilbert denomina alma gemela es la pareja kármica del hinduismo: aquella que se presenta para que podamos resolver las cuestiones pendientes en nuestro interior y liberarnos para emprender el camino al aprendizaje espiritual para poder conocer el amor en plenitud.
Cuando encontré a mi propia alma gemela, era totalmente ignorante de todas estas cuestiones. Fue conectar con él y embarcarme en uno de los viajes más azarosos y milagrosos de mi vida. Con él, todo parecía formar parte de otra dimensión. Completábamos nuestras frases, formulábamos los mismos pensamientos, teníamos las mismas manías, coincidíamos en todo, incluso…soñábamos a la vez. Nos ajustábamos como una mano a un guante: en la vida había conocido a nadie tan similar a mí, con quien sintiese tal emoción del reencuentro, tal ilusión de completitud. Era como la otra mitad prometida por el mito platónico: la respuesta absoluta y maravillosa al vacío de existir.
Pero, como era de esperar en alguien en quien te ves reflejado, había una contrapartida: él era todo lo que yo era, incluido todo lo que rechazaba en mí.
Mi pareja kármica o mi alma gemela fue efectivamente una de las personas más importantes de mi vida porque me mostró, sin pretenderlo, aquello en lo que habría podido convertirme si no me hubiera regalado el don de la autoconsciencia. Gracias a él, caí de bruces y sin anestesia en el largo desierto del cambio.
Antes de encontrar las palabras de Gilbert, yo había comprendido ya que no existe la persona equivocada en el momento equivocado. Que todo aquel que se cruza contigo y con quien compartes un trecho de tu camino, es el adecuado y aparece en el instante perfecto. Ya ha pasado mucho tiempo desde aquel revelador encuentro con mi particular pareja kármica. Lo que parecía una unión regentada por los dioses, se transformó en una relación adictiva en la que cada vez nos necesitábamos más y nos queríamos menos.
Sin salud, sin ganas, sin fuerzas, dediqué mi último ápice de agallas a dejarla atrás y salir corriendo. La sensación fue la de cortarse un brazo enfermo: estaba perdido, pero seguía siendo mi brazo. Después de todo aquello, algo muy arraigado se rompió para siempre: era la parte de mí que me dañaba, la que no aceptaba, la que desconocía. Los viejos esquemas se habían volatizado y me encontré en una nada absoluta en la que tenía que empezar a construir nuevos referentes sin más guía que la intuición. Era como un bebé dando sus primeros pasos.
A cambio de tal pérdida, recibí un regalo inesperado: la autoconsciencia. Con esta novedosa linterna, empecé a encontrar muchas cosas que creía perdidas, inexistentes o imposibles. Y después de un largo periodo de dolor, de olvido, de encuentro, de desencuentro, de leer hasta las pintadas de los baños públicos en busca de respuestas, de tirar a la basura todo aquello en lo que creía y empezar a creer de nuevo…ocurrió el milagro. Pero, como decía Michael Ende…esa es otra historia y ha de ser contada en otra ocasión…
Si el alma gemela es la herramienta de la que se sirve el destino para enseñarte quién eres y adónde quieres ir, entonces, la mía, lo fue.
(Eso sí, tiempo después descubrí que el amor era otra cosa)
¿Qué es el alma gemela para vosotros? ¿Estáis de acuerdo con la visión de Gilbert? ¿Os habéis cruzado con alguna?