Recientemente ha tenido lugar en Estocolmo el congreso mundial de diabetes del que recibo noticia por medio de una colega castellano leonesa que pudo asistir. El evento congregó a 17.000 médicos de todo el mundo. Las inscripciones venían a costar 550-990 € .Un cálculo simple nos dice que el asunto debió mover cerca de diez millones de euros en inscripciones y un monto 4-5 veces mayor en viajes y alojamiento. Muy alejado de lo que cuestan congresos alternativos como el de Sobrediagnóstico del que hablábamos hace unos días ó de la gratuidad de los Seminarios de Innovación ó la jornada Vídeosysalud. ¿Quien paga la fiesta?
Estas enormes cifras son tan solo una mínima parte del beneficio de los productos farmacéuticos que actualemente están en el mercado.
No es mi intención hacer juicios pero sí reflexionar.
¿Qué valor añadido aportan estos eventos más allá de servir de plataformas de lujo para promocionar productos y homenajear a los médicos que asisten?
¿Existen otras formas de generar ideas, debate y dar a conocer información y avances científicos?
¿Cómo ayudar en profundidad a los médicos para mejorar su formación continuada y su conocimiento?
En mi experiencia he conseguido las mejores vivencias formativas en formatos presenciales de pequeño tamaño como los citados Seminarios de innnovación ó en congresos pequeños como los que pueda desarrollar una sociedad científica local como Somamfyc en mi caso, ó nacional como el congreso de entrevista clínica y comunicación asistencial. Sigo pensando que los eventos presenciarles tienen un papel importante pero tal vez deban evolucionar a formatos que permitan otro tipo de interacción donde lo bidireccional y la potenciación de la capacidad de emitir mensajes del congresista sean prioridades.