Quiénes son los enemigos del euro

Publicado el 12 mayo 2010 por Joaquim

El reciente asalto con todo contra el euro ha desvelado la enorme potencia económica y política de sus adversarios, gentes codiciosas que no sólo manejan recursos financieros como jamás se habría podido soñar que existieran sino que además actúan animados por una inequívoca voluntad política. Torpedear la moneda única europea es parte de una estrategia global que persigue la destrucción de la Unión Europea.
En esta aventura antieuropea se presentan coaligados socios aparentemente tan diversos como la Reserva Federal norteamericana (en desesperada lucha por alterar la cotización bajista del dólar frente al euro), los fondos inversores norteamericanos de alto riesgo (la mayoría de los cuales se alimentan de la ganancias generadas por el narcotráfico internacional), y un selecto ramillete de especuladores que manejan a su antojo el Gran Casino que son las Bolsas mundiales (delincuentes de la calaña de Georges Soros, el terrorista financiero que en los años 90, trabajando al servicio del gobierno de EEUU de entonces, forzó la devaluación de la peseta, hundiéndola en meses desde las 90 a las 220 pesetas por dólar).
Durante semanas esta Santa Alianza, que naturalmente actúa sino con la bendición de Washington sí con la de Wall Street y las corporaciones norteamericanas, amén del apoyo de lacayos europeos como el Partido Popular y sus secuaces financieros y mediáticos, ha tenido contra las cuerdas no ya a la moneda europea sino al proyecto mismo de construcción europea. De haber logrado sus objetivos la catástrofe hubiera tenido dimensión mundial, pero ya se sabe que las ratas engordan entre los escombros. Fracasados ante la reacción tardía pero contundente de los gobiernos europeos, significativamente de Alemania, los especuladores y sus clientes han debido limitarse a recoger los ingentes beneficios acumulados en estos días de saqueo, aunque hayan tenido que olvidarse de sus proyectos políticos de fondo, al menos por el momento.
La actual crisis, a pesar de todo, les ha servido a sus víctimas para sacar provechosas lecciones. La primera, cúal es la catadura ética y estética de los enemigos que tenemos enfrente: verdaderos criminales que deberían estar en busca y captura por la Interpol, incluidos desde luego esos ejecutivos de las grandes corporaciones que desde sus despachos neoyorkinos hacen subir y bajar las apuestas del Casino Busátil Global a su conveniencia.
En segundo lugar, que lo único que puede salvarnos a los europeos frente a esas maniobras es nuestra unidad, reforzada con la creación de mecanismos continentales de defensa de nuestras finanzas. Si cada país busca la salvación por su cuenta, estaremos a merced de los delincuentes.
Y en tercer lugar, que los famosos mercados financieros, su independencia y los instrumentos que presuntamente la garantizan (auditoras y agencias de calificación de riesgos), no son más que muladares donde se revuelcan y medran piaras de macroestafadores sin escrúpulos, que sin pestañear siquiera son capaces de arruinar un país entero en un solo día falseando y manipulando lo que sea necesario.
El asunto merecería un contraataque a fondo. Para empezar, hay que arrebatar de manos privadas y corruptas la calificación de riesgos y el examen de las cuentas públicas o privadas de instituciones y empresas. No puede ser que los mismos sinvergüenzas que el día anterior a la quiebra de Lehman Brothers aseguraban la solidez y solvencia de esa compañía, o los que ayudaron al anterior gobierno griego ultraconservador a travestizar sus cifras económicas para poder acceder al euro y que ahora son los mismos que han dirigido el brutal asalto contra el actual gobierno socialista heleno, sigan manejando a su antojo esas calificaciones bajo la capa de lo que precisamente les falta: honestidad y objetividad.
No puede ser tampoco que en Europa haya habido que improvisar sobre la marcha instrumentos de coordinación y defensa. Los 15 del euro deben actuar al unísono y poner en común sus recursos -todos sus recursos, incluidos los financieros y policiales-, pero no sólo para hacer frente a una crisis puntual sino para acabar de una vez con quienes la han promovido.
Y por último, la agresión del dólar no puede quedar impune. La respuesta debe ser un ataque frontal a la moneda norteamericana yugulando sus exportaciones a la zona económica europea, y dando facilidades a los países del Segundo y del Tercer Mundo para que aceleren el ya iniciado y ventajoso para todos camino de liquidación de sus reservas nacionales en dólares para constituirlas en euros, siguiendo el ejemplo de China y de tantas otras potencias económicas emergentes.
Tampoco estaría de más una política activa y agresiva que atacara la actuación de los fondos de alto riesgo, esos parásitos económicos que viven de fabricar tempestades financieras gracias a las cuales obtienen fabulosas ganancias al tiempo que limpian enormes sumas de dinero negro. Las inspecciones de Hacienda deberían empezar a intervenir en esas transacciones, que todos saben sucias pero nadie investiga.
Dicen los seguidores que la filosofía finaciero-especulativa norteamericana que toda crisis trae una oportunidad, ya sea de dar nuevo rumbo a una situación o de lucrarse con ella. Habría que hacerles caso en esto y extraer las lecciones correspondientes, de modo que el siguiente ataque no vuelva a pillarnos desprevenidos. Es el momento de que el euro pase al ataque.