¿Qué puede hacer un familiar o amigo para salir de esta situación? En primer lugar, debe comprender que la adicción es un fenómeno complejo causado por elementos biológicos, personales, sociales y familiares, por tanto, creer que hay un solo responsable es un error. Si bien la familia puede desarrollar dinámicas que pueden facilitar la aparición de adicciones, no es el único factor que incide. Hay familias muy “disfuncionales” donde no hay miembros adictos y otras muy “funcionales” donde sí los hay; por tanto, es importante que cada miembro reflexione acerca de su rol (lo que dice, ¿cómo lo dice?, cómo recibe lo que dice el otro? ¿cómo maneja los conflictos, etc) y trate de hacer cambios, no sólo para ayudar al adicto sino para lograr una mayor satisfacción tanto suya como para el resto de los miembros de su entorno. Para esto, se recomienda buscar ayuda profesional con psicólogos y terapeutas de familia o en grupos de entidades, tales como “familias anónimas”(www.familiasanonimas.es) u otros centros especializados en ayuda al adicto (www.guiaongs.org - www.narcoticosanonimos.es) y/o sus familiares.
En segundo lugar, aunque es lo más difícil de hacer, hay que manejar un “amor responsable”. Esto significa que quien realmente aprecia a otra persona, dirá y actuará en función a lo que es mejor para ese otro y no sólo para complacerlo o decir lo que quiere escuchar para evitar las consecuencias posteriores.
La familia, para evitar, muchas veces incurre en el error de complacer al adicto, pensando que es una manera de protegerlo a él y en ocasiones a sí mismos, sin darse cuenta que las consecuencias son mayores y que pueden colaborar a que los síntomas del adicto se mantengan. De igual forma, los miembros de la familia se cargan emocionalmente al tener que actuar de forma poco cónsona con lo que de verdad están sintiendo o pensando.
Por último, la familia debe “aceptar”. No importa cuanto sea el deseo de que la otra persona se “cure”, esto no ocurrirá si la persona que tiene el problema, en primer lugar, no considera que tiene un problema, y en segundo, que éste haga algo para dejar de tenerlo. Una fórmula diferente a la anteriormente mencionada, con seguridad, llevará a la frustración de aquel o aquellas personas que pongan todo su empeño para ayudar.
“Tuve que entender aunque fue muy duro, que si seguía tratando de convencer a mi hijo de que tenía que cambiar, me desgastaba yo y él seguía haciendo lo mismo. Cuando vi a mi alrededor tratando de salvarlo a él (que no quería), casi me pierdo a mí misma y a la gente que tenía a mi alrededor”
No hay que dejar de estar para la persona, hay que aprender a estar de manera responsable y aprender a decir basta.
La próxima semana seguiremos reflexionando sobre cómo podemos ayudar de manera más efectiva a esa persona que tanto nos preocupa sin vernos perjudicados en el intento.
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Fabian Giraud. Psicologo. Madrid, España.