Miramos el calendario y otra vez esa pregunta que nos ronda la mente cada treinta y uno de diciembre, ¿volveré a vivir lo que he vivido este año? Y otra con mayor incertidumbre, ¿qué me deparará este 2020? Por más que nos empeñemos en querer vivir lo mismo este día el año que viene no lo vamos a conseguir. Lo siento, pero no. Por más que nos repitamos un día tras otro lo de venga, este año voy a ser más consciente del paso del tiempo porque se me ha pasado volando, no lo vamos a conseguir. Lo siento, pero no. De repente, echamos una mirada atrás recordando ese mismo treinta y uno de hace un año sentados en el sofá pensando en cómo será el 2019 y qué viviremos, dándonos cuenta de que, al final, la realidad supera a la ficción. La realidad se impone, y qué gusto saber que siempre hay algo que se nos escapa. Algo que logra sorprendernos, sacarnos del letargo y despertar nuestros dormidos sentidos (una vez más). De nuevo, algo vibra en nuestro interior. De repente, la vida cobra un cariz nuevo.
Es curioso, podemos estar en el mismo trabajo, compartiendo piso con las mismas personas, yendo a las mismas reuniones, vivir la fe en la misma comunidad y relacionándonos con las mismas personas que siempre hay algo que se nos escapa. ¡La novedad! Nos olvidamos de que es otro año, por mucho que sea otra vez uno del mismo mes (y aquí caben todas las trescientas sesenta y cinco-seis fechas posibles). Es este pequeño detalle de la novedad lo que no tenemos en cuenta cuando nos paramos a pensar en nuestro nuevo año, repasamos el año anterior y sacamos conclusiones y nuestros propósitos. Pasamos por alto que no hay nada escrito aunque pensemos que ciertos hábitos y costumbres nos llevarán a predecir qué viviremos. Por experiencia sabemos que no se vive un mismo evento un año y el siguiente de la misma manera. ¿Por qué? Porque hay una novedad tanto en el evento como en nosotros. Una novedad que se expresa en rótulos mejorados, música diferente y responsables nuevos en el caso del evento; y en puntos de partidas diferente en el caso de nosotros porque el paso del tiempo marca la diferencia de cómo estamos si durante ese tiempo se ha vivido conscientemente o, simplemente, vivido con todo lo que conlleva.
Podemos encontrar la novedad de formas muy diversas. Eso cada uno se dará cuenta. Reconoceremos algo nuevo en una conversación, escuchando una charla, contemplando la naturaleza, una obra de arte o escuchando música, caminando solos o acompañados, o también en un detalle minúsculo, pero bien sabemos que ese algo ha tocado nuestra persona. Es lo que quiero pensar que "Año Nuevo" significa. No me había parado a pensar en esto hasta que mi creatividad al escribir esto ha maquinado esa relación. ¿No es esperanzador? Saber que todo va a ser nuevo. Ni mejor ni peor, sino nuevo. Una nueva sonrisa, un nuevo llanto, una nueva relación, un nuevo paso, una nueva canción, un nuevo latir, una nueva mañana, un nuevo respirar. ¿No da paz pensar que vamos a ser sorprendidos en el día a día? Saber que cada día es nuevo y con él nueva nuestra forma de acogerlo, de actuar, de manejarnos. Quizá habrá viejos patrones en nuestra forma de relacionarnos todavía, pero algo habrá cambiado dentro de nosotros. A veces la novedad asusta. A veces se necesita. Y otras no hay más remedio que vivirla.
A veces la novedad asusta por ese no saber cómo es la persona que nos va a atender o recibir en una casa ajena. Desconocemos cómo será la reunión con nuestros amigos tras un mes sin vernos. No sabemos como será nuestra convivencia con el que se acaba de incorporar al piso. Desconocemos qué nos espera al otro lado de la puerta cuando pasamos por ella en la universidad o trabajo. La novedad nos hace conscientes de las cosas que no controlamos. Ésas que están fuera de nuestro círculo de control y que tanta frustración nos provoca porque no queremos sustos. ¿Y por qué no llamarlos sorpresas? Claro, como pueden ser de dos tipos, nos siguen asuntando. En fin, todo queda en la actitud que se tome ante los desafíos, retos y oportunidades que se perciban en el horizonte. Es humano sentir miedo ante la novedad, ¡pero sólo para ser conscientes de que lo que se vivirá nos importa! Y para conocer nuestros límites. Al final todo, sea como fuere, sale adelante. La vida es un continuo aprendizaje, no se puede etiquetar o prensar.
A veces la novedad se necesita para cambiar de aires y también para probarse. Si no hacemos cosas diferentes no conocemos nuestro verdadero potencial. La vida siempre pide más. Más vida, más humanidad, más adrenalina, más encuentro. Hay personas que nos ayudan a vivir en nuestra vida la novedad, a darle un toque diferente, a sacarle el jugo que nosotros solos no podemos. Es apasionante, ¿verdad? Y hay veces que no hay más remedio que vivir la novedad. ¿Y es menos novedad por ello? La vida nos lleva a vivir en otro lugar o a empezar una carrera con lo que ello tiene de novedoso. Pero todo suma al fin y al cabo. Y sumar siempre es bueno. Habla de construir. Yo quiero seguir construyendo mi vida.
Quiero más en este 2020: más novedad hoy. ¿Y vosotros?