Tiene muchas virtudes, pero también tiene muchos defectos…A veces soy feliz, pero otras veces me siento mal…Me molesta mucho que haga esto, pero como otras veces es tan cariñoso/a...¿Aceptas a tu pareja? ¿O te limitas a tolerarla?
Muchas relaciones se inician de manera similar. Conoces a una persona. Te atrae físicamente y de alguna manera, sientes que conectáis. Al principio,
ves cosas que te gustan, pero también actitudes o características que te disgustan.
No importa, dices.
Todo el mundo tiene virtudes y defectos. Además me gusta tanto esta persona, que me compensa. O el temible:
ya cambiará.
Cuando se trata de amor, las bases más sólidas se fundamentan en el respeto, la admiración, la afinidad y el compromiso personal y recíproco. Esto seguirá vigente aun cuando la pasión desbocada de los inicios se haya difuminado.
Si la relación se formó en torno a la
ecuación Atracción Sexual + Necesito a Alguien, nos puede tocar la infrecuente lotería de que además nuestra pareja, como ser humano, nos guste de verdad; o en cambio (y lo más habitual), nos abocamos a una relación de 50/50 -medio mal y medio bien – en la que justificamos nuestra permanencia con frases como es que
tiene muchos defectos, pero también muchas virtudes.
En una relación que se construye en el presente perfecto del verbo amar, la persona se te revela como un todo. Como un amigo, amante, maestro, compañero y cómplice. No actuamos como el que se está pensando si quiere comprar un coche o un teléfono móvil último modelo. ¿Te imaginas?
Tiene más prestaciones que contraprestaciones…no me apasiona, pero lo compro.
El resultado: amores mediocres, con un sustrato de insatisfacción permanente y en los que nos encontramos de forma frecuente autoconvenciéndonos de que en el amor hay que aguantar, resignarse, sacrificarse y algún día de estos, si hay suerte, ya seremos felices. Viendo al otro como un compendio de cosas buenas que me gustan y cosas malas que tengo que tragar,
en lugar de como un ser humano único y especial al que se ama por lo que es.
Quizás te encuentres en la tesitura de un
amor por sistema métrico decimal – como decía Pío Baroja – en el que ya en las cuentas empiece a salirte más contras que pros y no sepas en qué dirección moverte. O estás iniciando una relación intentando venderte a ti mismo/a de que nada importa
mientras haya mariposas en el estómago (y pájaros en la cabeza).
U
na pequeña sugerencia: revisa tu vida y aquellas personas que has invitado a ella. ¿Por qué las elegiste? ¿Porque tenían más virtudes que defectos? ¿O por cómo son y lo que te aportan? ¿Les vemos, les aceptamos, les conocemos? ¿O simplemente les vamos utilizando para llenar una u otra necesidad?
Si estás rodeado/a de amigos por conveniencia, relaciones utilitarias y compañías de medio pelo, no es extraño, pues, que tu pareja presente o futura también se mueva en los mismos parámetros.
Avanzar y cambiar nos aboca a dos opciones: o bien, tener la valentía de marcharnos al reconocer que no estamos con la persona adecuada. O bien, tener la valentía de aceptar, como decía una conocida frase,
todo lo que el otro es, lo que ha sido, lo que será y lo que ya nunca podrá ser.
Mientras no optemos por una vía o por la otra, acabaremos por
ir socavando esa relación en la que no estamos bien, ni estamos mal, ni todo lo contrario.
Si estás buscando el amor (y no simplemente encontrar a alguien que te haga sentir querido/a) recuerda que todas las personas que conoces o conocerás en tu vida, tendrán virtudes o defectos. Sin embargo,
habrá algunas de estas personas que te encanten tal y como son; habrá otras que no soportes; y habrá una respetable cantidad de personas que ni fu, ni fa.
Entonces ¿por qué quedarte con los que no te gustan o los que te gustan a medias?
El camino del amor empieza por
aceptar al otro tal y como es. No por soportarle.
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