La Transfiguración, 1517 - 1520, Rafael
Museos Vaticanos - Fuente
La muerte sorprendió a Rafael Sanzio en plena ejecución de una de sus obras maestras, la Transfiguración, conservada en la actualidad en los Museos Vaticanos. La tabla al óleo fue acabada por uno de los componentes de su numerosísimo taller. La obra puede resumir de forma esquemática los principales aspectos de la vida artística del pintor nacido en Urbino en 1483. La estudiada composición distingue dos planos perfectamente diferenciados: el superior representa la escena evangélica propiamente dicha, con Cristo flanqueado por Moisés y Elías, destacando por el resplandor de sus ropajes y los celajes que enmarcan las figuras divinas, suspendidas sobre los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, que muestran su asombro todavía adormilados; en la imagen inferior, un joven “endemoniado”, un epiléptico, es curado gracias a la intervención de Cristo sanador. Si el dibujo obedece a unas líneas perfectamente trazadas, con una composición estudiada hasta su más mínimo detalle, no podemos dejar de considerar que esta obra pertenece al periodo romano, cuando Rafael ya había asimilado profundamente las enseñanzas no sólo de un ya anciano Leonardo, sino de las nuevas formas de Miguel Ángel, su principal rival en la corte papal.
Stanza della Segnatura, Palacios Vaticanos
No hay que olvidar que Rafael, pese a su corta carrera artística que llegó a su fin con apenas 37 años después de fallecer sin que, todavía hoy, se halla podido esclarecer la causa última de su muerte, disfrutó de un enorme éxito, especialmente de la mano de sus mecenas, los papas Julio II y León X. Su familiaridad con los círculos cortesanos, aprendida en la corte de Urbino, su localidad natal, en la que su padre tenía un puesto de modesto pintor y poeta, le abrió numerosas puertas y, evidentemente, le propició muchos clientes y encargos. Tanto que necesitó de uno de los mayores talleres del momento en la Roma de principios del siglo XVI, calculándose hasta cincuenta aprendices y ayudantes. En su amplia producción es más que evidente la amplia participación de su taller, pero siempre bajo las rígidas consignas de un Rafael obsesionado con el estudio previo de cada uno de sus trabajos, como la demuestra la gran cantidad de dibujos y bocetos de su mano conservados.
La Fornarina, 1518 - 1519, Rafael
Galleria Nazionale d'Arte Antica, Roma
Rafael ha sido considerado como uno de los máximos exponentes del Alto Renacimiento italiano y del clasicismo implícito, tanto que algunos consideran que su muerte pone fin a la grandiosidad de este momento artístico en la ciudad de Roma, como apunta Iker Seisdedos en su artículo “Rafael, las pasiones de un genio” (edición digital de El País del 3 de junio de 2012). En su pintura domina la composición estudiada y detallada, en la que cada figura ocupa el lugar que debe y donde nada se deja a la improvisación. Sin embargo, en toda su carrera es más que palpable la asimilación de todos aquellos nuevos lenguajes y formas que se iban imponiendo en el gusto artístico deseando asimilar todas las nuevas corrientes. Así, en sus primeros años en Urbino es evidente la influencia de Perugino, con quien debió formarse en su taller; sus años florentinos supusieron la asimilación del lenguaje pictórico de Leonardo; y en sus últimos años aparece la influencia de la agitada y nerviosa pintura de Miguel Ángel, así como sus modelos escultóricos y de fuertes anatomías, alejándose en cierta medida del clasicismo más estricto y puro que define su producción.Todos los críticos, incluso el propio Vasari, coinciden en destacar la trascendencia de un Rafael cuya carrera artística se truncó inesperadamente a los 37 años de edad. Siempre ha sido considerado como el prototipo del clasicismo más logrado, siendo el pintor por excelencia para las corrientes academicistas, imbuidas de ese clasicismo en ocasiones ciertamente dogmático, de los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, no hay que dejar de lado que Rafael ante todo, aparte de sus cualidades como dibujante y de ser representante de los ideales del Alto Renacimiento romano, fue hombre atento al desarrollo artístico de su momento, que supo observarlo y hacerlo suyo con la genialidad de los grandes artistas.Luis Pérez Armiño