Los que siguen este blog desde sus inicios están al tanto de nuestra predilección por la Eat Meat Raw Gallery, una de las (pocas) salas barcelonesas de las llamadas alternativas que menos relación tienen con la postiza independencia que, en ocasiones, se nos vende desde los medios o las instituciones que se lucran con el arte. Una predilección que nace, no solo de la naturaleza inconformista de los artistas que representa, sino de la épica de dirigirse como asociación, mantener una agenda expositiva y, en el caso de sus gestores, compaginar esta logística con el oficio de pintor, poeta o las muchas facetas que los creadores alérgicos a la rutina desarrollan a lo largo de su carrera. Entre ellos encontramos a Rai Escalé, protagonista de la muestra que la Eat Meat alberga hasta el 23 de marzo, un nombre que representa muchas cosas positivas para la actual escena artística de la ciudad condal.
Rai Escalé es una trayectoria, un artista en constante evolución que se permite una ilusoria muestra grupal a partir de trabajos inéditos y recientes; Rai Escalé también representa a la mutación a la que los artistas sin patronazgo institucional están obligados en tiempos aciagos; Rai Escalé también es un ejemplo de constancia, de explorar nuevos caminos cuando los actuales corren el riesgo de estancarse, como demuestra su fructífera asociación con el artista eslovaco Milos Koptak. Y aunque visto desde cierta distancia estas palabras recuerden al discurso de un “amigo de la familia”, existen argumentos de sobra para halagar este Group Show sin tropezar con predilecciones individuales y otros condicionantes parecidos.
El más llamativo, común a las colectivas de Eat Meat, es la habilidad para establecer una narración densa y coherente en el espacio disponible, capaz de albergar 89 obras de distintos formatos y dimensiones en una narración heterogénea que rehúye de las cronologías y beneficia en todo momento al procedimiento. Así, encontramos collages, fotopinturas, monotipos, litografías, sobresposiciones y la experimentación que siempre ha caracterizado a Escalé, así como esa habilidad para aniquilar la figuración clásica y añadirle elementos de transgresión formal. A partir de ahí nuestros sentidos pueden reciclar la información en mensajes eróticos, inquietantes o cáusticos con una estudiada carga simbólica y técnica, así como esa predilección del artista por ir más allá de la superficie, en ocasiones eclipsándola gracias al collage y, en muchas otras, maltratándola (en un sentido positivo de la palabra) a base de desgastes y borrados.
En conclusión, nos encontramos, aparte de con una muestra que actúa enérgicamente sobre nuestros sentidos, con una explicación a los porqués que movilizan al artista, a través, evidentemente, de las obras, y un díptico/guía en el que propio Escalé habla de sus filias técnicas y algunas anécdotas vinculadas a sus creaciones. Destacaría sin duda el rechazo exhibido desde el estudio del fotógrafo Outumuro a su serie de B/W Woman Faces, la intervención de todo un libro del artista que, al parecer, incomodó a los estándares creativos del fotógrafo. Y viéndolo en perspectiva, no es más que un reflejo del eterno conflicto (y complejos vinculados) entre la creación tradicional y lo que, a día de hoy, por muchas etiquetas sublimes que le cuelguen, podemos considerar arte mainstream. Concepto, por otra parte, de una violencia similar a unas facciones de bebé construidas a partir de genitales y otras regiones erógenas. Pero esa es otra historia, una de las muchas dentro de este honesto Group Show.