A lo dicho hasta ahora, habría que añadir que, el mundo en Topónimos, es un lugar de conflictos, donde una de sus características principales es la presencia en cada relato de dos personajes antagonistas. Así, el suicidio o la muerte se contraponen a la vida o al héroe que por sí mismo es capaz de cambiar el destino que de antemano tenía dibujado en su mente el protagonista de la narración, o donde el riesgo que es recordado a modo de ensoñación del personaje masculino es aplacado por la presencia y visión más realista de su mujer. Sea como fuere, siempre hay una espacio para la sorpresa en estos catorce relatos, pero también para una tensión muy bien perfilada y ejecutada por Zarragoitia, pues sabe perderse muy bien, y de paso, perdernos a nosotros, en esos afluentes que, adyacentes, recorren las líneas de estas historias hasta hacernos llegar al momento álgido en cada una de ellas que, a modo de sentencia, se precipita, como una avalancha de nieve, sobre nuestra imaginación de lectores. Si algo nos queda claro después de leer esta colección de relatos, es que Ramón Zarragoitia no va a dejar indiferentes a todos aquellos que se acerquen a leerlos, pues su técnica narrativa se alza victoriosa por encima de hombres y mujeres, pueblos y ciudades, y sobre todo, por encima de unas vidas que buscan salvarse de alguna manera de la angustia que su propia vida les produce. No obstante, el bueno de Ramón deja espacio para la esperanza, y lo hace en aquellos cuentos que parece que le tocan más de cerca, pues se muestra muy generoso con las personas a las que el destino no parece favorecerles. Esa bondad es un signo más de la majestuosidad de sus planteamientos como escritor, pues como él sabe muy bien, a la hora de plantearse una situación y su resolución, los finales felices también existen. Y un ejemplo de ello es la materialización de este libro, porque a través de su lectura asistimos a esa consagración con la que todo escritor sueña cuando comienza a escribir. Y en donde, además, somos testigos vivos, muy vivos, de que la vida y sus días son los verdaderos héroes de una cotidianeidad que a veces se nos muestra contraria a nuestros deseos.
Ángel Silvelo Gabriel.