¡Dios, qué dolor! Fui al baño a desinfectármelo en seguida con agua y jabón, a saber cuándo me puse yo el tétanus por última vez. Llevo en el dedo índice de la mano derecha un corte de más o menos unos 2 milímetros que creo que ni llega a eso pero us juro y sin exagerar un pelín que llevo dos días impedida.
El primer día para lavarme el pelo fue dramático, tenía que hacerlo con la mano izquierda porque el dedo me escocía horrores. Me sentía lerda perdida como un monito ideando un mal plan.
Como quien no quiere la cosa en mi casa apareció un bote de nata así que me compré unos flanes para hacerme mi postre favorito: flan con nata y caramelo por encima. Mmmm... ¡Qué delicia! Pero habéis intentado abrir la tapa de ese malvado envase con otros dedos que no sean haciendo pinza con el dedo gordo y el índice? ¡Me cago en rediez! ¿Pero con qué pegan esa tapa? Al final, tuve que aplicar mi inventiva macgiveriana y con el cuchillo recortarla por los lados.
Cada vez que le doy click al ratón del ordenador veo las estrellas y el firmamento entero. Que al rato se me pone el corazón en el dedico y... ¡veo hasta la Vía Láctea!
La gente no lo entiende, dicen que no es normal que sea tan quejica... ¡Drama queen! ¡Exagerada! Pero mi compi T sí que me entiende, él sabe de mi dolor, lo ha vivido en sus carnes.
Así que resumiendo todavía tengo un morado gigante en un muslo por la caída de las escaleras, un chichón en la cabeza a modo de huevo que me hice en el barco camino a Menorca y ahora un dedo como el de E.T. El extraterrestre. ¿Qué será lo siguiente?