En una ubicación espectacular, dentro de la playa de Salinas, se encuentra este antiguo balneario de aguas marina que en 1.916 era un centro vacacional de aristocracia y realeza. En los años 50 se convirtió en restaurante y, desde entonces, la familia Loya lo ha traído hasta aquí cuando de la mano de Isaac Loya consiguió su merecida estrella.
Del restaurante lo primero que destaca son sus vistas del Cantábrico. Un amplio ventanal recorre el local de punta a punta y casi todas sus mesas son con vistas al mar. Lo segundo a destacar es la carta. No es la típica carta Michelín, de menús e innovación o de moda oriental. Es una carta de Gran Restaurante, de los de antes, de producto. Sin ñoñerías. Aunque tienes la opción de probar tres menús: Fomento de la Cocina Asturiana, solo en mediodía (4 pases), Degustación (7 pases) y Menú Especial “Productos del Cantábrico” (14 pases) también tiene puede pedir a la carta. Muy cuidada y donde se nota el amor por el producto de mar.
Descartamos los menús y comenzamos la comida con dos aperitivos extraordinarios y. como no, de mar. Una albóndiga de bonito y croquetas de bacalao.
Para compartir: Tartar de Atún rojo con crema de Dashi y Sardinas a baja temperatura sobre su ajoblanco. Ambos platos destacaban por su intensidad y por las salsas que los acompañaban. También una croquetas, melosas, casi liquidas. Estaban muy ricas pero, a día de hoy, hay tantos restaurantes que las preparan así de bien que ya no asombran.
Los segundos diversos, los niños carne: solomillo de ternera a baja temperatura. Los adultos, a por el pescado.
- Lubina al Vapor sobre una Velouté cítrica: cocinado de 10, punto justo de cocción para darle un toque suave.
- Salmonete con arroz al estilo clásico de Avilés, asombroso como un producto tan complicado como el salmonete puede prepararse así.
- Lubina al Champagne “Félix Loya”, un plato clásico del restaurante y quizá el mejor del día. La preparación de la lubina no era tan espectacular como la de vapor, estaba un pelín más seca pero la salsa al champagne convertían el plato en uno de los mejores que hemos comido este año.
Para los postres catamos tres opciones. Todas llevaban un acompañamiento de helado: café, de leche merengada o de avellana. Un clásico, el tocinillo de cielo con leche merengada y dos postres modernos, el bizcocho fluido de chocolate blanco y la torrija de vainilla, algo seca, con helado de café. Terminamos con unos petit fours consistentes en una galletita de mantequilla y un gominola casera.
Acompañamos la comida con un Mar de Frades Brut Nature. La carta de vinos es amplísima, hay para todos los gustos y bolsillos y tienes opciones muy buenas y económicas. Lejos de los abusos de otros locales.... aunque donde sí te meten la ostia es en el agua. Una botella de agua de Somiedo, sin marca, servida en una botella del chino vale 5€. La comida, para 6, salió por unos 65€ PAX, no muy exagerado siendo un michelín especializado en pescado pero hay que tener en cuenta que dos comensales eran niños y compartieron plato.
Mención especial al servicio, nada invasivo pero muy atento al agua, al vino y a cualquier detalle que pudiera faltar. Incluso veías al propio Isaac recogiendo platos.
En resumen: un restaurante de los de antes. De los elegancia, tranquilidad y buen comer. Nos alegramos que sitios así tengan estrella y que no todo sea cocina fusión-canalla.